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En una oscura sala de control, oculta en las profundidades de la ciudad subterránea, una terminal antigua parpadea débilmente. Los códigos corren por la pantalla, líneas interminables de programación que guardan los secretos de una humanidad que eligió esconderse del caos en la superficie.
Omar Cruz, nuestro colaborador, nos presenta una selección de poemas de Lola Rosario, quien es poeta, declamadora, periodista independiente, traductora y defensora de la cultura puertorriqueña. Su primer poemario, «Daughter de Borikén» (Editorial Pulpo) acaba de salir en agosto del 2024. Sus poemas han sido publicados en «Thin Air Magazine», «Angel City Review», «The Acentos Review», «La Libreta.online», «Red Sugarcane» «Press and Hound Magazine».
Esa mujer es un tugurio no es parecida a ninguna alondra no escatima su perfil más bárbaro la ufana su estirpe gangosa grávida cuanto que al filo del letargo.
Insistes en que tus ojos están marchitos y que el verde se ha tornado marrón, pero en un árbol hay belleza en las raíces además de en la flor. Insistes en esto de manera triste… como si hubieras perdido esplendor, pero déjame decirte que si tus ojos son marrones, marrón será mi corazón.
A ver qué hacés con tanto sol, mostrame que no solamente una vez amé en la vida. ¡Con lo que me gustaría estar en tus planes! Precisarme en diría la más precisa de las acepciones. Vos me definís (guión) definirías si te pienso fallezco si te siento. Si te cité será que clamo que viniste. Ya que es así, quedate para siempre. Ganas de decirte que tengo que te quiero. Ganas libres, la gana. Yo te bendigo atentamente. Ven, digo, a mí.
Porque si sintieras un poco menos igual serías capaz de hablar más, pero tus ojitos lloran en versos que crean constelaciones de poemas. Y me duele saber que no lo sabes, que cuando yo vaya al cielo les diré que no está completo, porque faltas tú, mi ángel.
Papá quiero escribir un libro lúbrico, obtuso, alucinado, un libro que falte no escribir, el más atroz, más mal no escrito, ni siquiera un poquito. Entré con dientes, pero no con todo me quedé afuera un poco. Yo nunca fui a la escuela, yo realmente nunca vendí diarios. Cuando yo medio no existía yo era demasiado yo para mí solo.
Confiscadas por Gauguin cinco bonitas esfinges sentadas de Oceanía no cesa de morir Cézanne, sobre la mesa viva de alcohólica naturaleza muerta con las cuatro estaciones arrojándose desde los tejados de Pissarro es incuestionablemente en el jardín donde desayunaremos con Monet...
No es menos importante la distancia existente entre nosotros, siempre existirá algo que nos une. Las lunas, los soles, el calor, lluvia, los impases y pases de la vida y muchísimas más cosas y cosas de toda índole; ¿acaso se debe fingir que existen cosas? ¿o instrumentos de marfil o de rosas, o no sé qué?
Una muchacha desocupada de París es cruzada por su ideal romántico un gato negro cruza por el rayo verde una flor amarilla cruza por el mediodía una dama de picas cruza por el mes de julio y por Julio Verne...
Yo amo “la libertad”. Tener la posibilidad de volver a ser libre… no quiero perderla ya… Quiero ser feliz con cielo y tierra, tener la posibilidad de olvidarlo todo,
Los rayos del sol transforman lo gris en algo menos sombrío y lo claro en luminosidad. Una vez más, esta afirmación se confirma con el amarillento papel sobre la lápida de concreto frío; el haz de luz genera la ilusión de que se trata de hojas recientes, no de desgastada celulosa de contrabando.
Los siguientes dos poemas pertenecen al poemario «La Bella Revolución», de Ángel Padilla, editado en su edición definitiva, en 2024, por la editorial La Tortuga Búlgara.
Mi amado me impide seguir escribiendo, es mucho el castigo que estoy padeciendo, mirando sus ojos, jamás serán míos, mi amado me ama, mi amado me quiere, pero teme que en Internet encuentre a otro, no sabe que no hay otro más que él.
Llegamos de una rosa antigua de una enunciación antigua de la rosa llegamos de unos pliegos amarillos que sólo olían ya a polvo y a muerte.
Gato de oro, amarillo fiel.
Dicen que ayudan a trabajadores, quienes no saben nada del trabajo, pues nunca laboraron en el tajo y persiguen a los emprendedores.
Pedrolo ya no está, su recuerdo me hace sentir feliz , en un sueño me había dicho: "muy pronto estarás junto a mí".
Al pasar Cerro Muriano, dejando atrás el pantano, aparece, una sierra muy hermosa cerca de Villaviciosa, ¡que florece!
Leemos tres poemas de la poeta Heidy Fajardo quien es maestra, terapeuta holística y actualmente estudiante universitaria de la carrera de psicología. Nació en San Pedro Sula el 11 de julio de 1996, misma ciudad en la que reside, Heidy es la menor de cuatro hermanos.
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