Leemos tres poemas de la poeta Heidy Fajardo quien es maestra, terapeuta holística y actualmente estudiante universitaria de la carrera de psicología. Nació en San Pedro Sula el 11 de julio de 1996, misma ciudad en la que reside, Heidy es la menor de cuatro hermanos.
Recientemente ha publicado su primer poemario llamado «Burbujas» bajo el cuidado de «Atea Editorial» en el cual nos habla desde distintos temas y actuaciones humanas: la defensa de la mujer y el fortalecimiento de sus derechos, el amor, el desamor y realidades sociales. Su poesía nace en el sentir de situaciones difíciles, gritar realidades, e inmortalizar recuerdos desfragmentando cada pensamiento y sentimiento. Cuento de una mujer
Era una vez... No.
Era hoy la prodigiosa historia de una feliz mujer... Tampoco.
Era hoy la historia de una mujer que se sentaba a meditar en su felicidad, resignada por esos aires que la vida la había llevado a respirar, no es que fuesen malos, pero no eran los de su cuento. Su cuento no era cuento ni siquiera fábula, era una realidad, bastaba ver a su alrededor para ver que no era color rosa lo que adornaba.
Mañanas llenas, pero no de alegría, estaban llenas de sol y trabajo, como mujer de casa realizaba los quehaceres, como esposa atendía a su marido, educada y recatada, con la suficiente obediencia y sumisión como “debía” ser una mujer.
Era lo que todos esperaban, pero... ¿Y ella?
¿Quería ella cocinar? ¿Quería ella lavar? ¿Quería ella planchar? ¿Quería ella barrer? ¿Quería ella trapear? ¿Era esto un detrás del telón de la realidad de las princesas? ¿Disfrutaba de ser “mujer”?
Ella no trabajaba, las princesas no hacen eso. “Solo era una ama de casa” Etéreo La sombra de nada en siluetas de humo, la diminuta composición de un organismo en el espacio, la mirada ciega de quien no quiso abrir los ojos ante la realidad, la energía ausente de un cuerpo sin energía, sin ayer y sin mañana.
Vemos lo que somos, nuestro reflejo en el espejo sin máscaras, almas con ropa y cuerpos desnudos, vagando por estrechas y amontonadas calles de una ciudad.
Estos cuerpos en un vaivén desesperado, buscando respuestas y tranquilidad, llenando de quietud las ansias de poder vibrar, anhelando utopías no imposibles de alcanzar.
Soltemos las cadenas que amordazar la conciencia, rompamos los candados de tradición y aceptación, abramos las vidas enjauladas y sedientas, extendamos las alas es tiempo, es tiempo de volar. Amor sin nombre, porque aún no estaba en el mundo
Te admiro y te pienso, te siento y te sueño, te adoro y te quiero, te amo y espero nunca llegar a decir te extraño.
Como dice una canción: “Yo te quiero libre” porque amo tu libertad y tu volar, al ritmo que vueles es fascinante observarte. Amo la calidez de tus manos y la dulzura de tus labios, amo esos ojitos que gritan por los demás y esas melodías que vos creas.
Porque sos como un alma y yo como un cuerpo, que estaban dispersos por el mundo y al juntarse se hicieron uno.
Me encanta verte a los ojos y perderme en tu mirar, me encanta abrazarte fuerte y quisiera nunca soltarte, me encanta tomar tu mano por las calles y sentirme la única persona en el lugar, me encanta tu sonrisa al verme bailar.
Escribo estas letras para mostrarte que lo único que me queda para dar es tuyo y solo tuyo, hasta mis últimos suspiros. Porque esto que sentimos existe, sabemos que existe, para nosotros y no para el mundo.
Sin etiquetas ni lineamientos, sin normas ni deberes, como una estrellita en galaxia, una gota de mar, un amor de amigo y amante.
Si quieres volar está bien, comprendo. Asegúrate de tomar fuerte mi mano y jamás me sueltes.
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