Un año más ha empezado la Cuaresma. Seguramente habrá más gente interesada por el Carnaval ya que noticias del mismo en cada lugar nos llegan por todos los medios. Chirigotas, charangas, desfiles de todas clases. Unos graciosos, otros chocarreros, desfiles suntuosos y presentaciones obscenas, incluso blasfemas, amparadas en la libertad de expresión, pero que son una ofensa a los sentimientos religiosos de los que hoy seguimos considerándonos cristianos.
Pienso que mucha gente no tiene ninguna idea del significado del Carnaval ni de la Cuaresma. Hubo tiempos en los que la vida de la gente estaba orientada por la Iglesia. Durante la Cuaresma los cristianos ofrecían el sacrificio de no comer carne, por lo que al iniciarse este tiempo se consumían, entre jolgorios, todas las carnes que hubiera en la casa, pues no había congeladores en cada cocina. Así que el carnaval venía a significar algo así como “carne fuera”, mientras que la Cuaresma era tiempo de seriedad, recogimiento y preparación para celebrar la Pasión de Cristo en la Semana Santa, que terminaba con la alegría pascual de la resurrección del Señor.
En el siglo IV se estableció que la Pascua de resurrección se celebrase el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera y que cuarenta días antes comenzara la cuaresma (en este cómputo no se tienen en cuenta los domingos del periodo). Al utilizar los ciclos lunares estas celebraciones resultan movibles en el calendario solar que usamos.
Volviendo al día inicial de la Cuaresma, el miércoles de Ceniza, se impone en la frente de cada cristiano que asiste una cruz de ceniza, al mismo tiempo que el celebrante le dice: “Conviértete y cree en el evangelio”. También se utilizan otras fórmulas como: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás” o “Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”, cualquiera de ellas merece una atenta reflexión.
La invitación a convertirse y creer en el evangelio, me parece siempre oportuna, aunque no sea cuaresma ni miércoles de ceniza. Dentro de cada uno de nosotros sentimos a menudo una cierta insatisfacción, un deseo de ser mejores, que queda a menudo solapado por el ansia insaciable de otras cosas materiales: riquezas, suerte, éxito, placer, pero el evangelio es la buena noticia que nos anuncia que Dios nos ama y nos invita a amarle sobre todas las cosas y para toda la eternidad.
Recordar que somos poca cosa y que cuando muramos volveremos al polvo, no es lo que nos gusta oír, pero es la pura verdad. El grave problema es creer si después de la muerte nos espera un Dios que nos ama o el frío vértigo de la nada; si más allá de la muerte nos pedirán cuentas de lo que hicimos y de lo que dejamos de hacer, de nuestros amores y nuestros odios. Mucha gente prefiere no pensar en ello, no pensar en la muerte, convencerse de que más allá no hay nada, pero ¿y si hay?
Por tanto la tercera fórmula sería la oración que tendríamos que llevar en los labios: Concédenos Señor el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida y no una vida cualquiera sino una vida sin fin.
Que esta Cuaresma sea una oportunidad de encontrarnos con Dios en el que vivimos, nos movemos y existimos.
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