Estos últimos días estamos asistiendo a diversas manifestaciones en las que la ciudadanía muestra con sus actitudes y protestas que ya está harta de caminar, como borregos aleccionados, por las veredas que marca el poder. Los jubilados han salido a las calles para decirle al Gobierno que no pueden vivir con las migajas que caen de la mesa en la que los políticos se sientan a repartirse España con los poderes económicos. Hoy mismo he visto cómo en una televisión, la española, la que pagamos todos, una periodista de las que lamen el culo a los poderosos acusaba de demagogos a los que pedían unas pensiones justas, y como excusa ponía que no existían presupuesto para poder pagar las jubilaciones a quienes habían trabajado durante toda una vida. Ninguno de los presentes se ha atrevido a mencionar, aunque fuera por lo bajini, que el Estado había perdido el culo para pagar a los bancos, con nuestros impuestos, 60,000 millones de euros, que nunca recuperaremos pese a lo que Guindos. Montoro y otros ministros de Rajoy afirmaron. Hay dinero para los bancos pero no para los jubilados, y los que toman las decisiones suelen ser gentes, tal vez calificarlos de gentuza seria más clarificador, que viven a lo grande, con buenos suelos y que cuando dejan la poltrona ministerial siempre encuentran una puerta abierta en los Consejos de Administración de las grandes empresas de servicios que, oh casualidad, suelen ser al mismo tiempo accionistas de los principales bancos.
La llamada tercera edad, a los que desde las tribunas de esa “Brunete Mediática” defensora de los privilegios de la banca, las grandes empresas y la derecha política, alguna vez, y en tono despectivo, llaman “iaio flautas”, ha salido a la calle, sin miedo a las porras de los antidisturbios del Ministerio del Interior, defensores siempre de los privilegios del gran capital, ni a la ley “mordaza” del PP. No tienen miedo porque ya no tienen nada que perder, les han despojado de todo, menos de la valentía, la honradez y la dignidad. Estas tres cosas no se las podrán quitar por mucho que les amenacen. Muchos de ellos tuvieron que correr delante de los “grises” la antigua policía esbirros del franquismo, algunos incluso llegaron a conocer los grises, tristes, tétricos y lóbregos calabozos de las comisarias cuando, jóvenes y llenos de ilusión, luchaban por un mundo mejor para sus hijos. E incluso, más de uno, acabó sentado en el banquillo de los acusados del franquista Tribunal de Orden Público, ente jurídico y represor, hoy más conocido como Audiencia Nacional.
Trabajaron y lucharon para tener un mundo mejor para sus hijos, y hoy ven, con rabia, tristeza y desesperación, cómo les engañaron, cómo su lucha tan solo ha servido para que una pandilla de aprovechados de la política secuestre su voluntad y sus votos para seguir viviendo del erario público. En pocos años la llamada “hucha de las pensiones” se ha ido al garete, se han gastado, malgastado, millones de euros que debían servir para garantizar el cobro de las pensiones mientras se han dilapidado otros millones en cuestiones no prioritarias y banales., Como ejemplo de ello tan sólo evoco en estos momentos los millones que cada año nos cuesta a todos los españoles, católicos o no, el mantenimiento de una Iglesia cada día con menos fieles, y todo ello debido a un Concordato que data de la época del general Franco que se ha ido renovando con la democracia sin que ningún político, ni de derechas ni de la socialdemocracia, ya saben que en España no hay izquierda, hay tenido la hombría de derogar y decir que “quien quiera misas que se las pague” y “quien quiera enseñanza religiosa en los colegios” que también se los pague. Según la sacrosanta Constitución que tanto le gusta a la derechona españolista España es un estado no confesional.
Si la Iglesia me parece una institución obsoleta mucho más me lo parece la Corona. En pleno siglo XXI que alguien sea Jefe del Estado sencillamente por nacimiento, aunque en el caso de España, la herencia de la Corona viene dada por la “gracia de Franco” que fue quien la reinstauró en la figura del padre del actual Rey, es todo un anacronismo. Pues bien, ésta obsoleta, anacrónica e inútil institución nos costó, oficialmente, el pasado año 7.818.890 euros. Y digo oficialmente porque dicha cantidad no es el coste real de tener unas figuras decorativas como son los integrantes de la Corona borbónica. A esta cantidad debemos añadir las que desde diferentes ministerios se dedican al servicio de la Zarzuela, como empleados, escoltas, vehículos o viajes, entre otros. Ya sé que un Presidente de la República también tendría un coste para el presupuesto, pero a éste, si no lo hace bien, se le puede cambiar cada cuatro años mediante un sistema tan sencillo como es el de una votación. Al Rey no se le puede cambiar. Y todavía más, es una vergüenza que una niña, que no sabemos si llegará a reina, por el simple hecho de ser la becaria al puesto Real, esté cobrando más de 100.000 euros anuales en un país donde miles de niños pasan hambre.
Durante años se ha hablado del voto de los jubilados como “el voto secuestrado”, los gobiernos de turno en época electoral siempre encontraban algún señuelo para llevar a su urna el voto de los pensionistas, unas veces en el anzuelo ponían un cebo económico y en otras utilizaban el miedo a perder la pensión. Pero hoy, en el siglo XXI los jubilados ya están hartos, han comenzado a pasar de ser vasallos y súbditos a sentirse ciudadanos con derechos y deberes, los deberes los cumplieron trabajando durante años y hoy, cuando ven sus derechos pisoteados por gobiernos indignos que tan sólo se preocupan de mejorar la vida de los integrantes del gran capital representado por el Ibex-35, han decidido dar un puñetazo sobre la mesa, decir basta ante el expolio de sus derechos y salir a la calle para protestar en demanda de pensiones dignas. Mientras las jubilaciones llevan años aumentado un mísero 0,25 % la Casa Real el pasado año subió sus emolumentos en un 0,56%, y todavía lo presentó como un apretarse el cinturón ante sus súbditos, y quienes les creyeron merecen ser nombrados “súbditos de honor”. Loor y prez a los “iaio flautas”, muchos jóvenes tendrían que tomar ejemplo de ellos y volver a tomar las calles reclamando derechos consagrados en esa Constitución ya tan ajada por el uso que de ella hacen los políticos. El derecho a un trabajo y una vivienda digna también son derechos constitucionales aunque ni el Rey, ni los políticos que gobiernan España se acuerden de ellos.
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