“En el fondo, la obsesión de los posmodernos con el poder y las relaciones de dominio refleja sus ansias de poder y su afán de dominio. Niegan la biología porque la biología desmiente su idea de que las personas son de plastilina. Y ellos las quieren de plastilina para poder moldearlas. La existencia de la naturaleza imposibilita la ingeniería social.”
El contenido de este párrafo entresacado de la magnífica entrevista que la periodista Consuelo Álvarez de Toledo ha realizado a Jordan Peterson, psicólogo clínico canadiense, es toda una rigurosa descripción de lo que hoy está ocurriendo en la revolución cultural más agresiva y desestabilizadora desde aquella de mayo del 68 francés.
Como muy bien afirma el intelectual canadiense estamos ante una peligrosa ideología a nivel mundial, tendente a reconvertir la naturaleza humana, cuyo comportamiento viene modulado por la evolución y donde la genética no es una mochila de quita y pon. Es dañino negar la biología de un ser humano, imponiendo y extendiendo a límites insospechables una igualdad de género a todas luces imposible, donde cualquier diferencia alcanza una deriva sexista. Un discurso falso, toda vez que la igualdad incuestionable debe alcanzar las personas, superando la guerra sexista de la que se retroalimenta.
Nadie duda de que la mujer está en su legítimo derecho de reivindicar un reconocimiento de todos sus derechos y obligaciones al mismo nivel que el hombre; la sociedad europea así lo tiene incorporado en la mayoría de sus constituciones y textos legales e incluso forma parte del acervo comunitario a diferencia, por cierto, de otras culturas y sociedades mundiales, que por cierto no se cuestiona por gran parte de la izquierda y de los movimientos feministas.
Por otra parte resulta perverso pretender la supremacía de un género sobre otro o la desnaturalización de la persona para “moldearla” desde el supremo poder del Estado, cuestión ésta que nada tiene que ver con la lucha por la igualdad social, económica o política de hombres y mujeres. Suprimir la biología es precisamente la pretensión de las corrientes feministas, oanti sistemas e incluso se suma a ello la llamada izquierda progresista.
¿Estamos ante una crisis de la masculinidad como acertadamente apunta Peterson? Una simple observación de la realidad, parece indicar que esa es la pretensión de poderosos lobbys o grupos de presión como el LGTB1, que a través de presiones constantes sobre los legisladores de un signo u otro pretenden hacer del sexo, no un componente natural y fundamental de la persona, a través del cual se manifiesta para expresar y vivir el amor humano, sino una elección personal que rompiendo todas las leyes de la genética y de la biología confunda las naturales inclinaciones que un hombre siente por una mujer y así desarraigar de la sociedad los roles que, con arreglo a su personalidad o naturaleza, tradicionalmente le han correspondido.
Palabras, por ejemplo ,como matrimonio, maternidad, feminidad o masculinidad van desapareciendo ya del lenguaje ordinario para ser sustituidas por relaciones de pareja, progenitores, feminismo o machismo. Bajo el paraguas de esta ideología, la escuela pública es el mejor cauce donde adoctrinar en el pensamiento de que los comportamientos sexuales de niños y niñas son ajenos a la dotación cromosómica y naturalmente no sujeta a ningún condicionante. La con fusión está servida.
Finalmente es muy interesante también la vinculación que el psicólogo entrevistado hace entre la crisis de la masculinidad y el auge de la extrema derecha, su respuesta provoca una interesante reflexión: “ Cuando las únicas virtudes sociales son lo fofo e inofensivo, la dureza y la dominación se vuelven fascinantes. Mire el fenómeno de Cincuenta sombras de Grey . Seis meses estuve riéndome cuando se publicó. Pensé: ¡Qué apropiado! La cultura entera arde en exigencias de que el hombre envaine las armas y el libro más vendido de la historia es una fantasía sadomasoquista. Es extraordinario. Freud estaría a la vez horrorizado y exultante”
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