Si me vuelven a llamar “equidistante” en alguna red social me voy a plantear seriamente querellarme contra la sociedad española en su conjunto.
Me resulta agotadora la forma de interpretar las diferencias que tenemos los españoles. No sé si este fenómeno es extensible a ciudadanos de otras nacionalidades porque no tengo la suficiente energía vital para intentar llevar más allá de las fronteras españolas mis discrepancias políticas.
Las redes sociales, como espacio muestral que son, representan perfectamente esto de lo que estoy hablando. En España, salvo muy honrosas excepciones, ni sabemos ni nos gusta debatir. Vemos todo en términos de confrontación y eso, supone nos supone una limitación a la hora de crecer como sociedad además de unos gastos absurdos de energía y pasión que podrían estar dedicados en alguna actividad muchísimo más constructiva y desde luego, mucho más reconfortante a nivel personal.
Entender la vida como una confrontación permanente es algo terrible. Supone enfrentarse a cada una de las facetas de la realidad con un pensamiento dicotómico que nos lleva a necesitar situarnos siempre bajo el paraguas de un grupo de personas con el que sentirnos identificados y asumiendo como propio su sistema de valores aún cuando no coincida plenamente con el nuestro.
Nos horrorizamos cada día cuando tenemos noticia de los casos de acoso que sufren los niños en los colegios e institutos. Nos echamos las manos a la cabeza y nos quejamos de como está el mundo cuando sabemos que un grupo de chavales se han juntado en una pandilla de matones y se han dedicado a maltratar a algún otro por considerarlo diferente o más débil.
Y ahora es cuando no puedo evitar pensar en las tertulias de televisión, en los medios divididos en dos bloques en la interpretación de cualquier noticia y en las peleas entre partidos y me planteo, ¿de dónde habrán aprendido estos chavales de hoy en día eso de que hay que machacar a aquel que es, se comporta u opina diferente?
Los niños no ejercen nunca comportamientos que no hayan visto antes en algún sitio, funcionan por pura imitación. Ahora los adultos tenemos que decidir si queremos admitir que este comportamiento nos lo están copiando a nosotros o si realmente somos unos hipócritas que prefieren seguir peleando en grupo contra los que consideramos “el enemigo” y luego santiguarnos al ver el siguiente caso de acoso escolar.
El pensamiento dicotómico este que tanto defienden la mayoría de los españoles, obliga a tomar parte por un grupo, hacerse un carnet de socio de por vida y permanecer leal a él aunque el comportamiento o los postulados de dicho grupo te produzcan ganas por momentos, de darte de cabezazos contra el primer poste de la luz que te encuentres mientras vas caminando por la calle.
Y si eres de esos seres que no tienen por norma la de adscribirte a un grupo, si funcionas de acuerdo a tu sistema propio de valores que te llevan a posicionarte en cada caso en función de tu propio radar de lo que es justo, entonces te llamarán equidistante.
Equidistante porque no quieras convertirte en un ser gregario. Equidistante porque decides no militar en ninguna pandilla como cuando tenías 15 años. Equidistante porque tener tu propia opinión y no seguir la de ningún código que no sea el tuyo. Equidistante por pretender poder dialogar con todo el mundo, y abierto aprender, de cualquier ser humano que te encuentres por la vida. Equidistante porque no quieras ver a nadie como “el enemigo” aunque piense radicalmente a ti.
Y yo me pregunto, ¿Cómo diablos puedes ser equidistante de nada cuando en cualquier conflicto terminan por pelearse todos contigo por no tomar la posición que ellos quieren que tomes?
|