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Pestíferos y tartufos

Declaremos la alerta roja frente a estos sujetos contaminantes que todavía tanta gente aplaude
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 23 de noviembre de 2018, 09:26 h (CET)

Será verdad aquello del acompañamiento de las desdichas, nunca vienen solas; las rachas penosas nos sacuden sin previo aviso. Siendo mala esta circunstancia, es todavía peor si con eso del acompañamiento nos referimos a las conductas de las personas, si estas, de manera intempestiva promueven o colaboran en la generación de los sucesos desgraciados. Los líimites del empeoramiento no aparecen, lo comprobamos cuando a las acciones maliciosas se les añade el exagerado carácter hipócrita de sus protagonistas. Hoy me refiero a la REPUGNANCIA provocada por esa gente, no sólo colaboradora de la maldad, sino con apariencias de todo lo contrario, incluso como adalides de las excelencias bondadosas.


Hay dos especies perversas en este sentido. Y contra la lógica más elemental, ¡son humanas!. La descripción de Albert Camús denuncia la primera de ellas con respecto a la peste, aplicable a muchas otras maldades. Los PESTÍFEROS pasan por ciudadanos normales, gestores de los bienes públicos, mientras apuntan a intereses contrarios al bien común. De sus dichos al desaguisado de los hechos se precipitaron por su malversación disimulada en posturas falseadas.


La siguiente especie es empalagosa dentro de su versión malvada. Esta la describió bien Moliére. Sus integrantes manifiestan toda clase de cortesías, actitudes ejemplares ante la ciudadanía, con algunas obras benéficas como tapadera; intentan situarse en el pedestal de los mejores, sea en los sectores profesionales, en la religión, en la vida comunitaria Ejercen con esa pafafernalia como TARTUFOS. Mientras tanto sus labores reales van escondidas en la pro moción de verdaderas desventuras. Pienso en la facilidad de encontrar ejemplares con estas tendencias, pero quizá no se les está prestando mucha atención.


El primer ejemplo deplorable nos viene enseguida a la mente. Cómo no considerar ejecutores de la maldad refinada a los extremados tartufos, a los vestidos con ropajes clericales , salen a relucir como consumados PEDERASTAS. El abuso manifiesto de seres indefensos, con ser una actitud nefanda; va precedida o acompañada de los ropajes encubridores. Escudados en las creencias espirituales, en la credulidad bienintencionada de las víctimas, bajo tolerancias inexplicables; quedamos abrumados al conocer sus fechorías. Entran en este epígrafe los abusos de este género escudados en la autoridad de sus cargos, en las profesiones docentes y también en la cercanía de las actividades deportivas.


El camuflaje de estas actitudes maliciosas detrás de la rutilante excelencia, religiosidad o compañerismo, además de los efectos directos sobre sus víctimas; provoca una oleada AMPLIFICADORA capaz de ensombrecer el panorama convivencial. En principio, hacia sus propios sectores de actividad, donde la confianza queda resquebrajada ante las dudas lógicas. Unos porque practican, otros encubridores y también esos acomodaticios de la aparente ignorancia de los hechos. Se resiente el tejido eclesial en sus actividades con los más débiles. El magisterio personal queda en entredicho, aunque la mayoría de docentes reprueben esas prácticas. El disfraz agrava las heridas.


Existen muchas maneras de colaboración con los delincuentes abyectos, desde la permisividad a la complicidad efectiva. En cuanto al tema de hoy, observamos a los que dan un paso perverso al intentar hacerse pasar por gente ejemplar, mostrarse afin a las bondades civilizadas, mientras abctúan con la retranca oculta e ignominiosa. ENCUBRIDORES de asesinatos, desprecios xenófobos; cuando pretenden erigirse como adalides de la libertad, identidad de su pueblo, lenguas o progresos educativos. En los entornos proetarras, en comarcas concretas, en Europa mismo, surgen evidentes muestras de todo ello. Son ambientes repugnantes por la necedad ampulosa de sus gentes.


Cuando tantas recriminaciones recaen sobre diferentes profesionales en servicios de emergencia, valoraciones sociales, funcionarios o referidas a las actuaciones de los jueces; es frecuente que los principales responsables ejerzan como pestíferos y tartufos situados comodamente en sus pedestales, dando lecciones de actuación en cualquier tarea considerada. Desde sus poltronas parlamentarias, esos fatuos LEGISLADORES pergeñaron las leyes permisivas con las actividades bancarias, permisivas con la pronta salida de prisión de violadores, asesinos o permitiendo legalmente las vías de la corrupción que contemplamos a diario. Para lo que quisieron fueron muy diligentes; pero chirría su representación de los ciudadanos.


Como ciudadanos corrientes, parece lógica la intención de mantenerse informado de los aconteceres ; aunque la intensidad del empeño dista de ser uniforme e incluso podemos afirmar que deja mucho que desear. Sin embargo, en gran parte de los sectores informativos los procedimientos farisaicos adolecen de la doble cara comentada hoy. No sirven sus declaraciones de principios; es la realidad de sus TURBULENCIAS informativas, la colaboradora de las peores tramas contra la buena convivencia, alcanzando proporciones degradantes en ese empeño. Es fácil el lenguaje a favor de la libertad de expresión, pero no parece serlo tanto el buen uso de las informaciones pensando en la libertad de todos.


Cuando a los productores de elementos básicos, en la agricultura o en las agrupaciones industriales se les retribuye con los máximos recortes, a los trabajadores de la empresa de cara al público les pagan con salarios a la baja; es chocante la observación de la pujanza de los EMPRESARIOS . Situados como altas dignidades sociales a costa de los recortes reseñados. Saben colocarse como próceres de las altas esferas, porque compran edificios señeros de la ciudad, promueven actividades deportivas de masas, subvencionan eventos de postín, con las desgravaciones consiguientes de cara a su peculio. El zumbido de dignatarios encomiables es una auténtica bola de nieve en fase creciente, que no refleja las miserias subyacentes.


Basta una mirada atenta para la detección de muchas de las engañifas portadoras en sus alforjas del tarro de Pandora, con maldades de las que no hubiéramos creído capaces a sus protagonistas. En las televisiones de orientaciones contrapuestas lo podemos apreciar en las numerosas TERTULIAS organizadas. Entre lo dicho allí y las actuaciones conocidas de los dicharacheros personajes, no hay parecido alguno, les descubrimos pronto contradicciones y necedades penosas; como escribía antes, no es raro comprobar sus simpatías, e incluso colaboración manifiesta con asuntos delictivos. Las tramoyas originadas no dejan de sorprendernos a los incautos observadores.


Proliferan este tipo de actitudes hasta extremos inconcebibles en sociedades donde se supone un cierto adelanto intelectual de sus ciudadanos. Sin embargo, las PREBENDAS obtenidas deben ser jugosas, el placer de dichos comportamientos o la ingenuidad absurda. El hecho rotundo es su permanencia en activo. No disponemos de reconvenciones eficaces contra su imperio.

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