Empezaron por poner en cuestión la religión católica, siguieron atacando el núcleo fundamental de toda sociedad, la familia, y prosiguieron en su labor destructiva pretendiendo darle un golpe mortal al sistema democrático. Aprovecharon el momento en el que España empezaba a remontar, después de una crisis que amenazó con acabar con todo aquello que nos había costado años construir, sin que, desafortunadamente, el gobierno que nos tocó para enfrentarnos a ella fuera capaz de tomar las medidas que eran precisas para intentar contrarrestar sus efectos, antes bien, por el contrario, todas las medidas con las que intentó paliarla, no hicieron más que agravarla. Rodríguez Zapatero ( los gobernantes socialistas actuales, encabezados por Pedro Sánchez, parecen ignorar quiénes fueron los que contribuyeron, con sus errores, a que la crisis en España se cebara más que en otras naciones europeas, que se supieron enfrentar a ella con más decisión y realismo) fue una maldición para España y los españoles y ahora, uno de los que estuvieron con él en aquellos momentos de graves problemas de tipo financiero, económico y social, el actual presidente del gobierno español, el señor Sánchez, parece que quiere emularlo en su comportamiento ante una situación, igualmente grave y amenazante para la unidad del país anteponiendo, una vez más, sus intereses personales y de partido a aquello que necesita con urgencia nuestra nación: unidad de los partidos que defienden la Constitución y unidad de la patria, para hacer frente a la amenaza de una parte de la ciudadanía catalana, que intenta, por medio de una rebelión abierta contra el Estado español, conseguir que claudique ante sus peticiones de independencia.
Y mientras unos y otros, intentan jugar sus bazas políticas, de modo que, el gobierno del señor Sánchez intenta convencer a los separatistas catalanes para que acepten otras soluciones menos traumáticas para el país, aunque igualmente desacertadas e inadmisibles; sus oponentes siguen avanzando en su proyecto, preparándose para iniciar nuevas ofensivas, especialmente en Europa, para intentar pintar, ante las naciones de la UE, al Estado español como un sistema opresor, colonizador e invasor que se hubiera apoderado, para explotarla, a la autonomía catalana y no, como en realidad es lo que está sucediendo, que unos políticos catalanes se han levantado contra la democracia española, para sublevar al pueblo catalán con el objeto de que se levante en contra de la nación a la que llevan perteneciendo desde hace más de quinientos años y que, a mayor abundamiento, fueron los que votaron la actual Constitución española por una gran mayoría de síes. Es evidente que no favorece nada a España que sus gobernantes sigan haciéndoles el juego a los catalanes soberanistas, intentando acceder a todo lo que vienen pidiendo los políticos de Cataluña menos, como es evidente que no podrían aunque quisieran, la concesión de la independencia de su región autonómica de la nación española.
No hay duda de que, los españoles, el pueblo que acude a votar y aquellos que prefieren no hacerlo, ha entrado en una especie de estado patriótico comatoso que, seguramente, utilizando el lenguaje coloquial de nuestra juventud, se podría calificar de “pasotismo” en cuanto a su sentimiento de orgullo por pertenecer a la nación española, algo que, curiosamente, no sucede en países como Francia, Inglaterra o la misma Alemania, en los que el orgullo de sus ciudadanos por su patria, su bandera y sus instituciones resulta patente. Una cuestión que, curiosamente, parece que no sucede en algunas autonomías de España, en las que, el nacionalismo que critican a las derechas españolas, este sentimiento de unidad que desprecian, no tiene nada que ver, en cuanto a sus sentimientos, su fanatismo y su desmedido fervor por todo lo que forma parte de su entorno regional, en lo que se podría considerar como un “nacionalismo” exacerbado, exaltado e intolerante, capaz de llevarlos a cometer los mayores despropósitos sectarios, incluso a utilizar la violencia sicológica, física o verbal con tal de intentar conseguir sus objetivos independentistas.
Luego existe la otra gran amenaza, en este caso de la mano de los comunistas bolivarianos del partido de Pablo Iglesias (un hábil intrigante que ha conseguido con su labia cargada de demagogia anticapitalista, llevarse a un buen puñado de ciudadanos que creyeron ver en él a un mesías que iba a conseguir el gran milagro de enriquecer a todos, cuando la realidad es que, todos estos profetas que ofrecen el oro y el moro, acaban por conseguir sumir al país en el que gobiernan a la más abyecta dictadura, acompañada siempre del empobrecimiento de sus ciudadanos.
En este caso, sucede algo parecido respecto a aquello a lo que nos hemos referido respecto a la lucha en contra del separatismo. Entre la ciudadanía española existe la errónea idea de que el comunismo es un partido que está en sintonía con la Constitución del país. Si en estos momentos hay alguien en España que desee con más fuerza acabar con la Constitución española es, precisamente, Podemos. El partido de P.Iglesias, de Monedero, de Íñigo Errejón y todos los que les siguen ya demostraron cómo entienden ellos el mandato constitucional cuando, en las elecciones andaluzas, salieron trompicados y, en lugar de aceptar con dignidad los resultados y someterse a ellos, lo primero que hicieron fue dar un pateo en el Parlamento y, seguidamente, amenazaron con conseguir a la fuerza lo que los ciudadanos andaluces, con sus votos, no les quisieron dar. ¿Y a estos señores se les consiente que, en cuanto les interesa, abjuren del mandato constitucional intentando lo que, por otra parte es su forma habitual de obrar?, sustituir el imperio de la Ley por las algaradas, manifestaciones, mítines o cualquier otra forma de manejo de masas con el que pretenden sustituir a nuestra Carta Magna. Vaya, lo que podría ser el ejemplo de la “democracia” bolivariana, implantada por el dictador venezolano Maduro, en su propio país.
Y qué les voy a decir, señores, sino que es muy difícil afrontar con optimismo este año 2019 si tomamos en cuenta como, en nuestro país, en aquellos lugares como Madrid y Barcelona, se ha puesto en marcha, por sus respectivas alcaldesas, una campaña apoyada en actuaciones encaminadas a convertir la fiesta navideña en una fiesta cívica cualquiera, en la que el consumismo y la economía sustituyen toda la tradición religiosa que, en otros tiempos, eran la expresión de una forma espiritual de entender esta fiesta eminentemente cristiana; por medio de la cual, ambas féminas políticas intentan, empezando por los motivos de las iluminaciones callejeras en las que vienen obviando cualquier imagen que recuerde el aspecto religioso de la fiesta o que, en una muestra inconcebible de intolerancia hacia la religión, convierten los “belenes” o “nacimientos” tradicionales en complicados montajes surrealistas en los que es imposible encontrar el menor parecido con la habitual cueva con la Virgen, San José, el niño Jesús, el buey y el asno rodeados de pastores. ¡Ah! Y no se olviden de lo que nos espera para la fiesta de los Reyes Magos, la fiesta de la Epifanía, en la que, a medida que el laicismo se va apoderando de nuestro pueblo, todo lo que antes consistía en una representación cargada de simbolismo referente a la natividad; ahora se ha convertido en un escaparate mercantil cargado de personajes irreconocibles y con vestimentas inapropiadas que nos recuerdan más las fiestas paganas de Dionisos que a la tradicional Cabalgata de los Reyes Magos.
Es obvio que, la intención de quienes nos gobiernan en la actualidad y de todos aquellos que, en sus idearios ateos, está comprendida como finalidad principal el erradicar cualquier creencia religiosa de aquellos gobiernos en los que han conseguido implantarse; hoy en día forma parte de los propósitos de socialistas radicalizados y comunistas, que no han entendido que el concepto de aconfesional en nada se puede confundir con laico. La Constitución lo deja claro así como también menciona la existencia de la religión católica a la que se refiere de una manera puntual. Los comunistas vienen intentando cambiar este concepto y pretenden que España es un país laico, lo que supondría que no deberían aceptar como entidades religiosas a las actuales religiones que conviven en la nación española. El concepto de aconfesional significa, por otra parte, que el Estado no tiene, como tal, ninguna religión de las que pudieran existir en el territorio nacional, sin que ello signifique que está en contra de ninguna de ellas, siempre que no actúen en detrimento de la legislación española.
Evidentemente, estamos empezando un nuevo año y nadie sabe lo que nos tiene reservado, pero algo parece que no va a poder evitarse si no cambian substancialmente las circunstancias que nos acompañan y es que, los españoles, se han radicalizado en el sentido de que lo que se pretendió evitar cuando los padres de la Constitución redactaron el texto constitucional, es decir que volviéramos a las andadas como sucedió con la llegada de la República del Frente Popular, en febrero de 1936, después de 40 años de vigencia, parece que ha perdido fuerza o, al menos, hay algunos españoles y otros y que ya no quieren serlo, que están intentando que cambiemos nuestro sistema democrático para que les permitamos que nos conduzcan a otros “paraísos” en lo que las libertades individuales no existen y que el Estado opresor ( estos sí que son opresores, señor Torra y compañía) es quien dicta sus normas sin que ello, como la historia viene demostrando, redunde en ningún beneficio para el pueblo al que gobiernan.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no vemos que este año que acaba de comenzar venga con las garantías de que vaya a ser mejor que el que nos hemos dejado atrás, el 2018; por lo que mucho nos tememos que nos quedan por delante momentos difíciles e incluso cruciales para nuestra nación, España. En todo caso, seguimos pensando en aquello de que la esperanza es lo último que se pierde y, esperando que la suerte nos acompañe, les deseamos lo mejor para este 2019.
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