Valentía que, con los defectos que pueda tener un hecho histórico llevado al cine, hemos podido comprobar en la película Los 300, cuando el rey espartano Leónidas se enfrentó al rey Persa Jerjes, y heroicamente murió en la batalla.
Despojando este hecho histórico de toda la hojarasca de mito y de leyenda, lo cierto es que los espartanos sucumbieron para defender su ciudad. Este rey, cuando ocurrió la batalla, si las fuentes histórica no fallan, tenía alrededor de 60 años, edad en la que los ciudadanos de Esparta estaban libres de prestar servicio de armas. Simónides de Ceos, el poeta más importante de la época, grabó en el lugar en el que se sacrificaron el siguiente epitafio: “Caminante, ve a Esparta y dí a los espartanos que aquí yacemos por obedecer sus leyes.
¿Y cuales eran esas leyes? Las que fueron prescritas por Licurgo, tan duras y rigurosas que, según se cuenta, este legislador propuso a los espartiotas que dejasen de obedecerlas, cuando volviese del destierro que voluntariamente se impuso. Para obligar a sus conciudadanos a obedecer, nada más salir de la ciudad, se suicidó.
Hay quien ha definido a Esparta, no como un Estado con Ejército, sino como un Ejército con Estado. Tan fuerte era el sentimiento del deber para con la patria que las madres, cuando marchaban sus hijos al combate, le entregaban el escudo diciéndoles: “Vuelve con él o sobre él”. Con lo que les decía que preferían a un hijo muerto valiente, antes que a un hijo vivo cobarde.
Dentro de estas normas figuraba la ἀγωγή, en español agogé que, haciendo todas las salvedades posibles significaba la educación.
Soslayando que los niños que nacían con defecto aran arrojados, por orden de los gerontes, desde el monte Taigeto, al río Eurotas para que no sobreviviesen, las criaturas pasaban a propiedad del Estado a partir de los siete años quien, desde entonces se encargaba de su educación y de hacer de ellos soldados fuertes y valientes, reuniéndolos en grupos llamados rebaños en los que aprendían los rudimentos de la lectura, escritura y música.
Aunque eran fuertes, valerosos y esforzados, estaban adocenados y sólo cumplían lo que se les había enseñado: Servir a la Patria.
¿Semejanza de España con Esparta? En que en nuestro País el Estado, al igual que en Esparta quiere adoctrinar a los muchachos desde que, a los seis años, ingresan en la Enseñanza Primaria, hasta que finalice su ciclo docente obligatorio.
La patria potestad es inalienable y nadie puede privar de ella a los padres, pues la familia, primera célula de la Sociedad, es anterior al Estado y éste no puede existir si no se da primero aquella, que también está siendo conculcada y desprestigiada. Así nos encontramos casos de niños de poca edad que denuncian a sus progenitores pos obligarlos a bañarse, hacer las tareas o dejar el móvil, con la consiguiente pérdida de autoridad de sus padres que son, en última instancia, los responsables de la educación de sus hijos y que tienen pleno derecho para inculcarles los valores que ellos consideren más convenientes y necesarios.
Según el punto 3 del Artículo 27 de nuestra Constitución, los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
La misión del Estado es proporcionar los instrumentos necesarios para que los padres elijan la educación que consideren ineludibles para sus hijos, no como en Esparta, sustituirlos y crear unos ciudadanos según las premisas que los poderes públicos crean convenientes.
Esta suplantación de funciones comenzó cuando se desposeyó de autoridad al maestro y le asignó el papel de colega quitándole toda capacidad para poder dirigir la clase.
Cuánta denuncias han presentado los docentes porque han sido agredidos por los alumnos o sus padres.
Los ciudadanos hemos de luchar para que los gobiernos no ocupen el lugar de los padres y no se nos prive del derecho que por Ley natural nos corresponde.
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