Cuatro años pueden significar mucho tiempo para un anciano y apenas un soplo en la vida de un adolescente. Pero cuando estamos hablando de un cuatrienio de un gobierno, de toda una legislatura en manos de quienes el único programa de gobierno que tienen es el de asegurarse el poder, dilapidando sin medida el dinero del Erario público, para así congraciarse y atraer a aquellos ciudadanos que piensan que, los que tienen la misión de administrar los bienes públicos, tienen en sus manos hacer milagros como el de los panes y los peces, para que los recursos que capta el Estado, a través de los impuestos, son elásticos, se pueden estirar a sin medida y , en consecuencia, que no tienen tope alguno las posibilidades que tienen los gobernantes para aumentar a voluntad los salarios a los funcionarios, mejorar los servicios sociales, acrecentar las prestaciones sanitarias, incrementar las pensiones de las clases pasivas a voluntad y atender a todos aquellos servicios que, cualquier ciudad o colectivo humano, precisan para mantener un estándar de vida razonable.
Podríamos decir que, hasta cierto punto, se puede entender que, cuando se ha pasado por una crisis como la que toda Europa y otros países del resto del mundo tuvieron que soportar y, los ciudadanos, especialmente todos aquellos a los que se les exigió durante el periodo de sequía económica que se ajustaran el cinturón, que tuvieran que renunciar a una parte de sus emolumentos, que se quedaran sin trabajo o que toda su familia se encontrara en situación de paro forzoso y llega un momento en el que las cosas se empiezan a arreglar, que las empresas que fueron las que más tardaron en notar los efectos dañinos de la recesión económica empiezan a tener síntomas positivos, aunque suelen ser las que, a la vez, más tardan en notar los efectos de la recuperación y las que en peores condiciones se encuentran para rehacerse y recuperar la normalidad de su producción. Pero este periodo, durante el cual los economistas hablan de recuperación industrial, económica o financiera, sin que todavía aquellos ciudadanos que fueron afectados por la crisis noten en sus bolsillos la tan esperada recuperación de sus ingresos, son los que, los avispados activistas, agitadores de masas, terroristas de la información deformada, expertos en movilizar a las clases más perjudicadas de la sociedad, aprovechan para hacer su labor de captación basada, precisamente, en explotar el descontento de todos aquellos que están ansiosos de recobrar un nivel de vida del que fueron privados y que, con toda posibilidad, aun yendo bien la economía, nunca consigan recuperar; ya que la sociedad, cada vez está más limitada por una serie de contingencias que se producen, incluso al margen de la crisis o recesión, pero que son inherentes a los cambios que se anuncian en las sociedades, debidos a los avances en la tecnología, los efectos de las ciencias digitales en las comunicaciones, la introducción de la ofimática, la robotización de las industrias, los aumentos de la producción debidos a las innovaciones aportadas por mejoras técnicas que han llevado a una revolución en los sistemas productivos, cuyas consecuencias todavía no parece que hayan sido convenientemente analizadas, pero que hacen suponer que, en no mucho espacio de tiempo, la sociedad quedará descargada por la mecanización de muchos de los trabajos de los que, hasta ahora, veníamos desempeñando los seres humanos.
Sea como fuere nos encontramos, especialmente en nuestro país, ante una circunstancia especial derivada de la conjunción de varios factores, cada uno de los cuales lo suficientemente preocupante como para que se le preste una especial atención ya que, de cómo se lleguen a resolver, de la salida que se les encuentre, de la habilidad con la que sean tratados y de la firmeza del gobierno de turno, que se termine ocupando de ellos; dependerá que nuestra nación consiga mantenerse en el puesto que actualmente tiene asignado dentro de la CE; que nuestra economía, nuestras industrias, nuestro comercio, nuestras exportaciones, nuestras expectativas de progreso y el trabajo de los españoles entren en un periodo de regeneración y sostenibilidad o, por el contrario, si se desaprovecha la ocasión y seguimos la senda del endeudamientos, el déficit público exagerado o la aplicación, como se nos anuncia por los sectores de las izquierdas, un incremento desorbitado de los impuestos y de sus tarifas, amén de la tentación de intrusismo del Estado en lo que hasta ahora viene siendo la libertad de la iniciativa privada, que dejen reducida las libertades de iniciativa privada y coarten posibilidades de los ciudadanos para invertir, consumir, y crear demanda, entonces es muy posible que los cuatro años venideros puedan convertirse en un penoso Vía Crucis para las familias de todos los españoles, incluidas las que, con sus votos hayan elevado al poder a quienes son los que, en sus programas intervencionistas y alejados de lo que, la UE, considera que se debe llevar a cabo ( por ejemplo hace poco que se repitió en Bruselas la necesidad de que se vaya siguiendo en las reformas laborales, precisamente en sentido contrario a lo que solicitan nuestros sindicatos de trabajadores) amenazan con dar al traste con todo lo que se había conseguido por el PP de Rajoy ( que otros defectos habrá tenido, pero que, en este aspecto concreto, llevó a cabo una encomiable labor, al impedir que nuestra nación tuviera que someterse a los draconianos rescates de mano de los famosos hombres de negro).
En cuatro años señores, si el país cae en manos de esta izquierda en la que Podemos vienen apoyados por el tirano Maduro, de Venezuela, un sujeto peligroso, un verdadero dictador que se rige por sus propios instintos sin que le importen las leyes, la Constitución, el bienestar de sus ciudadanos o la aplicación de la justicia en su propio país; un villano al que no le importa torturar, asesinar o encerrar en lúgubres calabozos a cualquiera que intente plantarle cara; manteniéndose, en contra de lo que le está pidiendo mayoría de su pueblo, en el poder y siendo el único responsable de que, en un país con una naturaleza privilegiada, solo unos pocos, él y toda su camarilla de enchufados y generales del Ejército, se libran de una hambruna , como nunca se había conocido en el país, y de una falta absoluta de medicamentos esenciales, para que las clínicas puedan atender a sus enfermos más graves, junto a un desabastecimiento general, que obliga a muchos venezolanos a tener que acudir a Colombia para poder adquirir lo imprescindible para sobrevivir.
El señor P.Sánchez tiene en mente un concepto de lo que, según su criterio debe ser España, que no cuadra con el que sigue vigente en nuestra Constitución. Su resentimiento, su rencor y su egolatría le incitan a evitar que, en lo futuro, puedan seguir amenazando su idea de convertir al país en una federación de naciones, con la peregrina idea de que nos encontraríamos ante una nación a semejanza de los EE.UU de América pero, sin el patriotismo que en aquella gran nación americana se puede palpar en cualquier lugar por donde se transite desde el Este al Oeste donde, en cualquiera de sus estados, podrán ver que no hay ciudad donde la bandera americana no luzca por todas partes. Viajen ustedes por Cataluña y díganme cuantas banderas nacionales se encuentran en las calles y en las ciudades catalanas, como no sea en cuarteles de la policía nacional, la guardia Civil o el Ejército; el resto, banderas catalanas constitucionales y por encima de todo grandes despliegues de la bandera revolucionaria que se puede ver, tanto en organismos oficiales de la Generalitat como en cualquier vivienda particular, sin que ninguna autoridad se tome la menor molestia en evitarlo. Cuatro años en los que puede convertir al Congreso y el Senado en meros ejecutores de los caprichos de esta combinación de las izquierdas, seguramente liderada por el PSOE y, posiblemente, si el señor Rivera se mantiene firme en sus promesas de no colaborar con un posible gobierno del señor Sánchez, con ministros de Podemos e IU y, quién sabe, si alguno de los soberanistas indultados (es evidente que tiene previsto utilizar alguna de las posibilidades de las que ya hablamos en otro comentario, para impedir que los encausados por el TS, sigan en la cárcel si, como se prevé, son condenados por todos o algunos de los delitos que se les imputan).No nos olvidemos de lo que dejó caer este señor Iceta, con más influencia sobre Sánchez de lo que se quiere aparentar, cuando habló de la posibilidad de que, después de un tiempo, si se demostraba que el independentismo iba progresando entre los catalanes, se pudiera empezar a conversar sobre posibles concesiones del Estado español a los separatistas catalanes. Nadie puede poner en duda, ante las reticencias del propio señor P.Sánchez a contestar con firmeza cuando se le habla de lo que tiene pensado hacer en caso de condena de los sublevados contra España o cuando se le comenta sobre el futuro de Cataluña. Primero la sentencia del TS y luego, será la política la que hablará. El actual Presidente del gobierno no se escondió y dejó meridiana la idea de que, si el tribunal decidía imponer unas penas graves, en sus sentencias condenatorias (si las hubiere) a los separatistas imputados, una vez firmes, entonces sería la política, el Gobierno, el que sopesaría si aplicaba el indulto, producía una amnistía fiscal o arbitraba medidas penitenciarias que dulcificaran los efectos de las penas impuestas.
Cuatro años que pueden parecer cuatro siglos si, a estos señores del PSOE, entregados a lo que las izquierdas extremas les van a imponer si necesitan, como parece inevitable, de su concurso para gobernar, suponiendo que las encuestas no anden descaminadas en sus pronósticos (algo que todavía no acabamos de ver con suficiente claridad) y, presionados por los independentistas catalanes, empeñados en avanzar en sus proyectos secesionistas. Si se confirman las cifras que corren por los mentideros políticos, respecto al coste que se calcula que va a tener el implantar todas las concesiones que el actual gobierno socialista, por medio del sistema utilizado hasta ahora de ir legislando por medio del decreto-ley, entonces hablamos de una horquilla de entre 16.000 millones de euros y 80.000 millones, dependiendo de si se llegaran a poner en práctica todas o sólo algunas de las medidas que el Gobierno ha decidido poner en marcha.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos el panorama que se nos presenta, si los que están decididos a que haya un cambio, sin que les importe las consecuencias que va a tener el experimento, se reafirman en dar sus votos a la izquierda; un panorama que, sin duda alguna, iba a tener importantes consecuencias en cuanto a la carga fiscal que, como siempre, deberíamos soportar sobre nuestras espaldas los ciudadanos de la clase media. ¿Hay quien pueda pensar que sin una subida incautatoria de los impuestos, se pueden hacer las concesiones a la galería, que ha anunciado y puesto en práctica el señor P.Sánchez? o ¿queda algún iluso que piense que no se va a seguir acudiendo a la Deuda Pública (ya estamos a punto de sobrepasar el importe del PIB nacional en deuda pública) para cubrir las cantidades necesarias para poner en marcha semejante despilfarro, a todas luces insostenible y con la particularidad de que es muy posible, si no aceptamos la certeza, de que desde Bruselas se nos advierta, como ya nos han venido haciendo, de las consecuencias de saltarse las normas comunitarias en materia de DP, gasto público y déficit público. Luego van a venir las quejas y las decepciones cuando, con toda probabilidad, ya sea tarde para rectificar, por eso es tan importante votar con sentido común.
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