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El negocio de la muerte

Las funerarias hacen su agosto todo el año
Octavi Pereña
lunes, 15 de abril de 2019, 17:01 h (CET)

La muerte por ser un hecho tan común que nos afecta a todos está presente cada día en las noticias. Las muertes se incrementan en las carreteras y las autoridades competentes diseñan campañas dramatizando la muerte para concienciar a los conductores que deben extremar la prudencia. Las mafias se encuentran detrás de la muerte de tantos emigrantes que intentan cruzar el Mediterráneo para mejorar su nivel de vida en Europa. La muerte, por el mero hecho de ser un suceso inevitable se ha convertido en un gran negocio que mueve miles de millones de euros. Al ataúd básico se le han añadido complementos que por la necedad familiar del difunto encarece todavía más la factura del sepelio.

Ateos y agnósticos culpan a la religión de la banalización que se hace de la muerte porque consideran que la promesa que hacen de la existencia más allá de la muerte esconde un interés económico y de ansia de dominio sobre las personas. ¿Y si es cierto que la existencia continúa más allá de la muerte? ¿Si es verdad que hay salvación y condenación eterna? Ante la duda de lo que hay en la otra orilla del río de la muerte, lo cierto es que la religión especula sobre este hecho y como buena negociante que es sus gabinetes de expansión comercial diseñan la existencia de un lugar llamado Purgatorio en donde las almas de los difuntos deben pasar milenios purgando los pecados que no hayan sido perdonados en el confesionario. Distinguiéndose del infierno verdadero, que es eterno, en el Purgatorio las almas que hacen un alto en el camino hacia la gloria sufren dolores infernales de limitada duración hasta que los sufrimientos debido al pecado no perdonado hayan purificado sus almas y puedan así presentarse ante el Dios tres veces santo. El departamento de expansión comercial no permanece inactivo. Habiéndose la religión auto otorgado el poder de perdonar pecados que no le corresponde, en los perdonados queda la duda de si el perdón que le otorga el sacerdote es efectivo. Ante esta duda los cerebros pensantes del departamento de expansión comercial se sacan de la manga, como si magos fuesen, que a cambio de dinero se pueda acortar la estancia en el Purgatorio e incluso conseguir la salida inmediata de él. Con los emolumentos conseguidos por esta vía se han construido magníficas catedrales e incluso el Vaticano, que por cierto, la venta de indulgencias para financiar su construcción motivó la denuncia que hizo el monje Martín Lutero que dio inicio a la Reforma protestante. ¡El miedo a la muerte produce muchos beneficios!

Los detractores de la existencia de salvación y condenación eterna argumentan con desconocimiento de causa que es un engaño porque de la muerte no ha regresado nadie para dar testimonio, para dar cuenta de lo que existe en este mundo desconocido.

Los cristianos creemos que el relato bíblico es creíble. A pesar que el texto lo hayan escrito personas separadas por el tiempo, lo que redactaron fue inspirado por el Espíritusanto, lo que hace que la Biblia contenga un mensaje atemporal, necesario para el hombre de cualquier época.

Del mundo de los espíritus ha venido Jesús, el Mesías anunciado en los albores de la historia. En el momento en que pecó Adán, como representante de toda la humanidad, fue necesario que supiese cómo podría salir del lodazal en que había caído por su necedad de querer ser como Dios comiendo del fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Sabemos cuál es la causa de la existencia de la muerte y como recuperar la vida perdida nos lo enseña Génesis 3: 15, que anuncia el Mesías que “llegado el cumplimiento del tiempo Dios envió a su Hijo, nacido de mujer” (Gálatas 4:4). El linaje de la mujer nació en Belén en la persona de Jesús. A lo largo de su ministerio Jesús resucitó temporalmente a diversos muertos que evidenciaban que Él era la resurrección de los muertos que se produciría en el día final cuando vendría en su gloria a buscar al pueblo de Dios a pasar la eternidad con Él.

La resurrección más destacada es la de Lázaro que va acompañada de doctrina explícita respecto al tema que nos ocupa. Hacía cuatro días que Lázaro había fallecido. Marta y María sus hermanas estaban tristes. Familiares y amigos las acompañaban en su dolor. Jesús que había recibido la noticia del deceso de su amigo, a sabiendas retrasa visitar a las hermanas del fallecido para consolarlas en su aflicción. Con Marta Jesús mantuvo un diálogo muy iluminador respecto al tema de la muerte. Marta le dice: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pides a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. María le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí aunque esté muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido al mundo” (Juan 11: 21-27)

En la conversación que Jesús mantuvo con Marta hace una declaración que disipa las dudas sobre la muerte y la vida eterna: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí aunque esté muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente”. Jesús no dice que los que creen en Él no vayan a morir. Asegura que morirán, pero que vivirán.

En el diálogo con Marta Jesús hace la distinción entre las dos etapas de la salvación. En el momento en que se cree en Él se recibe la vida eterna. El alma pasa de muerte a vida. A partir de este instante conviven en el creyente la vida eterna del alma y la muerte física que se aplaza hasta el momento del deceso. Cuando se produce la muerte del cuerpo el alma es llevada por los ángeles al seno del Padre, quedándose el cuerpo en el sepulcro en espera del día de la resurrección, momento en que se producirá la reunión del cuerpo y del alma, separados temporalmente, para pasar la eternidad en el Reino de Dios gozando de la presencia de Dios.

En el momento de la conversión a Cristo el más allá cesa de ser una duda angustiosa para convertirse en una certeza garantizada por la resurrección de Jesús al tercer día como anuncian las Escrituras

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