Dos viñetas de El Roto que podemos relacionarlas. En la una todo está a oscuras que bien puede representar un tormenta inminente. El texto: “Una sobrecarga de mentirás provocó el apagón informativo…” La otra muestra a un hombre contemplando el panorama des de una terraza. Lo que ve representa el elevado nivel de contaminación que produce el amenazador cambio climático. El lema: El aumento el nivel del mal, ese no lo miden”. Ambas viñetas tienen que ver con la moral y las tinieblas espirituales que envuelven nuestro mundo. “Él (Dios) guarda los pies de sus santos, mas los impíos perecen en tinieblas” (1 Samuel 2: 9). El texto contrasta a dos tipos de personas: los santos y los malvados. A los primeros los protege Dios. A los segundos sin la protección divina los engullen las tinieblas.
El profeta Isaías anuncia la venida del Mesías con estas palabras: “El pueblo que estaba en tinieblas vio gran luz, los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz les resplandeció sobre ellos (Isaías 9:2). A un pueblo inmerso en muchos conflictos le envía un mensaje de esperanza anunciándoles la venida del Mesías que en la persona de Jesús es “la luz del mundo: el que le sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8: 12). El ser humano parece ser que tendría que rehuir la oscuridad como el gato el agua fría i que ansiosamente buscaría la luz espiritual que disipase las tinieblas espirituales que tantos perjuicios le provocan. No es así. En la introducción del evangelio de Juan el apóstol presenta a Jesús como el eterno Hijo de Dios y, refiriéndose a las tinieblas espirituales, escribe: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1: 4,5). El ser humano es un saco de contradicciones: a lo bueno lo llama malo y a lo malo bueno. A la impresión de que se alegraría de poder salir de las tinieblas. La cosa no es así. Refiriéndose el apóstol Juan a Jesús que es el Mesías que es la vida y la luz del hombre, escribe: “Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (el Bautista). Éste vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen en Él (Jesús). No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera (Jesús) que alumbra a todo hombre, vino a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por Él fue hecho, pero el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” 8vv. 6-11).
¿Por qué no creyeron en el Mesías, el Hijo de Dios que en la persona de Jesús se hizo hombre con el propósito de morir en la cruz y así transportarlos de las tinieblas a la luz? ¿Por qué no le dan la bienvenida en sus almas los hombres del siglo XXI y así desaparecen las tinieblas que hay en sus almas? La explicación es muy sencilla. Hela aquí: “El que en Él (Jesús) cree no es condenado, pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no a creído en el Nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece a la luz y no viene a la luz para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3: 18-20).
Dos días antes de Viernes Santo me mostraron un Whatsapp en el aparecía Jesús clavado en la cruz. Las otras dos cruces estaban vacías. El texto que acompañaba a la imagen decía: “¿Dónde están los ladrones?” En la crucifixión histórica junto a Jesús se crucificaron dos malhechores. A uno de ellos erróneamente de le ha dado del nombre de “buen ladrón” porque creyó en Jesús instantes previos a su muerte. No creyó en Jesús porque fuese una buena persona. Sus palabras desmienten la etiqueta de buena persona que se le ha colgado. Uno de los bandidos injuriaba a Jesús diciéndole: “Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”. El conocido como el “buen ladrón”, le reprende: “¿Ni aún temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos, mas Éste ningún hizo”. Después de amonestar a su compañero de fechorías se dirige a Jesús y le dice: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. El bandolero que es iluminado por Jesús que es la luz del mundo confiesa su pecado a Jesús que dijo: Al que a mí viene no lo echo fuera” (Juan 6: 37). ¿No lo va a perdonar? Sí que lo hace con estas palabras de aceptación: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Hoy, no mañana. No de aquí a mil años. Hoy. Entre la tierra y el reino de Dios no hay un entremedio.
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