Quienes más se esfuerzan en desacreditar a las derechas, quienes más critican a aquellos partidos a los que intentan ningunear y quienes ven la paja en el ojo ajeno de los pactos pos electorales y no ven la viga en los suyos propios, son los que pretenden erigirse en los moralistas de la vida política española, siempre desde la óptica de las izquierdas extremas e intolerantes.
Para la señora ministra, señora Celáa, solamente lleva el San Benito de rechazable, únicamente quien debe ser excluido del banquete político y aquella formación que merece la “reprobación” del resto de partidos, no de los de izquierdas, algo que podría entenderse como lógico, sino de todos los partidos derechas, izquierdas y centro, debería ser la “apestada” formación de carácter derechista conocida como VOX; no, precisamente, porque haya incumplido alguna parte de la Constitución, ni tampoco porque se haya negado a pagar sus impuestos o haya irrumpido en las calles para provocar destrozos, maltratar a las personas o, como están haciendo cada día los separatistas catalanes, pedir que se le otorgue la independencia a una parte significativa del territorio español; no, de ninguna manera, su gran “pecado” consiste en pensar de forma distinta a la de los comunistas de Podemos, los separatistas catalanes y vascos, la alcaldesa antisistema, señora Colau o este personaje, titiritero, émulo de Cantinflas en “La vuelta al mundo en 80 días” del genial Julio Verne, pero sin su gracia, su carisma y su profesionalidad, conocido como el prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont. Todos estos personajes, verdaderos saltimbanquis del oportunismo político, seguramente merecen los parabienes de la hierática Celáa, puesto que para ella los partidos separatistas catalanes y vascos, por mucho que renieguen de nuestra Carta Magna, se encuentran dentro de los favorecidos por su reconocimiento como partidos constitucionalistas. Pero el infectado de “lepra derechista”, el VOX del señor Abascal, no, de ninguna manera, ¡Habrase visto semejante impertinencia!
Sin embargo, en el caso de Bildu, la sucesora de la banda criminal ETA, para la señora Celáa ya es otra cosa. Y es que Bildu, para los socialistas de Navarra es lo que se podría considerar como un talismán, el santo Grial del poder: con Bildu hay gobierno socialista y, en consecuencia, la autonomía navarra pasa a formar parte de su zona de influencia del PSOE; aunque es verdad que, al principio, cuando los socialistas navarros hicieron amago de entenderse con los abertzales, torcieron el gesto e hicieron amago de impedirlo, más tarde se impuso el “sentido común” y las lanzas se tornaron flexibles varas florecientes de Aarón y todo fue paz y luego gloria. ¿Cómo la señora Celáa, tan suya y tan recatada, podría incluir entre las formaciones políticas rechazables a los angelicales de Bildu? ¡Qué horror!
Qué Bildu va a lo suyo y que lo que buscan es clavar su zarpa en tierra navarra, vieja aspiración del vasquismo más independentistas, nadie lo pone en duda; lo mismo que Navarra seguramente sería la tercera parte de este tridente imaginario sobre el cual, el señor Sabino Arana, pensaría construir la futura “patria vasca”. Pero estamos en la tierra de Pinocho, este muñeco de madera que, a falta de mejor entendimiento, aprendió a mentir con la facilidad de un experto, aún a costa de que su nariz creciera constantemente. El pinocho español, el señor Pedro Sánchez, ha tenido la suerte de que su probóscide olfativa no fuera aumentando a medida que ha ido mintiendo a los españoles con promesas que, él sabe perfectamente, que no podrá cumplir aunque, con ello, haya conseguido tiempo que es lo que suelen precisar todos aquellos que dan gato por libre, sea en lo alto de una carreta vendiendo remedios milagrosos o sea desde la tarima del Congreso de Diputados español. Veamos si nos entendemos porque, como no tenemos la inteligencia de quienes nos gobiernan, necesitamos que se nos aclaren las ideas para intentar entender que, dentro de un mismo país, se pueda llegar a juzgar a sus ciudadanos por las ideas y no por los hechos. Si los partidos catalanes y vascos no han sido declarados ilegales por el Tribunal Constitucional, a pesar de que es evidente que ambos estarían dispuestos a luchar por su independencia y, de hecho, a través de la Historia, ambos ya lo han intentado en varias ocasiones ¿cómo se puede intentar hacerlo con un partido que no ha cometido ninguno de semejantes delitos? Y si, los señores de Podemos entraron como elefante en cacharrería cuando tuvieron su momento de expansión, pidiendo a gritos la derogación de la Constitución y la puesta en marcha de una recidiva del famoso Frente Popular, de tan ingrato recuerdo, fruto de aquel estalinismo expansionista que intentó implantarse en toda Europa y que, afortunadamente para ella, fue erradicado de ella gracias a los esfuerzos de valientes patriotas, entre ellos el general Franco, que consiguió expulsar de España a las huestes del señor Negrín y a los chequistas, venidos de la KGB rusa, entre otros el sanguinario torturador de prisioneros nacionales, André Marty.
Tenemos la impresión de que, estas izquierdas, que han conseguido hacerse con el poder en España, tienen la intención de implantar en nuestro país esta doble moral y vara de medir que tan familiar les venía resultando a los ciudadanos de aquellos países comunistas de detrás del Telón de Acero y que, ahora, en virtud de las vueltas que viene dando la historia, se han trasladado a Suramérica, donde la miseria sigue vigente formando un magnífico caldo de cultivo para que aventureros de la calaña de Maduro, los Castro o Daniel Ortega, con sus soflamas comunistas y sus métodos inquisitoriales se hayan hecho con el poder y estén dominando a pueblos que, pese al régimen que se les ha dado, siguen en la miseria y la pobreza. Una justicia más laxa, menos intensa y más tolerante para aquellos que pertenecen a los partidos que vienen ostentando el poder, naturalmente de izquierdas y otra, más dura, intransigente y draconiana para quienes no compartan las ideas del régimen vigente en el momento e intentan sobrevivir sin ser aplastados.
No he votado ni voy a votar a Ciudadanos, pero ello no me permite criticar al señor Rivera, a pesar de su volatilidad política, porque se haya decidido a no apoyar al señor Sánchez en su camino hacia la Moncloa. Resultan patéticas las ministras Celáa y Calvo cuando hablan de actos de irresponsabilidad del PP y Ciudadanos porque se niegan a apoyar la investidura del candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno. ¿Es que hay todavía alguien que no recuerde perfectamente aquel “no es no” o aquel “es que hay alguien que todavía no entienda que no es no” palabras, en ambos casos, salidas de la boca del actual aspirante a presidente de la nación española? No hace tanto tiempo para que a las ministras se les haya olvidado aquella postura extrema que motivó la expulsión, de la dirección de su partido, del señor Pedro Sánchez. Parece hasta contradictorio que cuando, por fin, el señor Rivera parece adoptar una posición clara respecto a la orientación política que tiene intención de darle a su partido, parte de los suyos se lo critiquen y, no obstante, estuvieron de acuerdo cuando se daban de abrazos con el señor Sánchez en aquellas circunstancias en las que estuvieron a punto de formar coalición de gobierno con él.
Parece ser, y no acabamos de entender cómo, el señor Mariano Rajoy, sin venir a cuento, cuando ya parecía haber renunciado definitivamente a la política y después de sus fracaso del su último año de Gobierno, dejando a España poco menos que a merced de los separatistas catalanes, tuvo que meter baza en el tema de los apoyos a Sánchez, una persona con la que tuvo enfrentamientos, cara a cara y con la que estuvieron a punto de agredirse; manifestándose, decididamente, en apoyo de que Ciudadanos apoyase a Sánchez para formar un nuevo gobierno que, para él, sería de estabilidad. ¿Con qué programa de gobierno, señor Rajoy? Porque todos sabemos la orientación de aquella andanada de decretos-ley que se fueron promulgando cada viernes durante el tiempo de campaña, todos ellos cargados de dinamita propia de presupuestos expansionistas, sin los cuales sería de todo punto imposible cubrir el aumento del gasto público (los más optimistas fijaban la cifra en 16.000 millones de euros y los más realistas, en cifras superiores a los 40.000millones de euros) previsto como consecuencia de todos los beneficios concedidos y aumentos previstos en toda aquella verdadera feria de regalos a los señores votantes, antes de pedirles su voto en las elecciones que se acercaban.
Todavía España no ha empezado a notar en su economía, en sus finanzas, en sus exportaciones o en su importaciones, lo que serán, en un tiempo, los efectos de una política expansionista en el gasto, de aumento de impuestos, de reducción de la demanda interna, de incumplimiento de promesas, de colapso de las pensiones o de aumento de los déficits nacionales y autonómicos, si alguien con autoridad no es capaz de poner coto a algo que, hasta un niño pequeño, sería capaz de comprender: no se puede repartir más de lo que se produce.
Con una sola ojeada, es fácil darse cuenta de que, con los amigos a los que va a tener que llegar a pedir ayuda el señor Sánchez, condicionado por los separatistas catalanes con los que se ha negado a romper definitivamente, sujeto a compromisos con los vascos del PNV que han encontrado el sistema de irle exprimiendo al Estado, recorte tras recorte del famoso cupo vasco y viéndose obligado a mantenerse en la línea europea que vigila nuestros gastos y desconfía de la cantidad de impuestos que va a ser capaz de recaudar el nuevo gobierno socialista para que, como ha prometido el señor Sánchez, puedan cubrir todas las mejoras sociales que ha asegurado puede conseguir a base de aumentar la fiscalidad nacional. Estará por ver, somos muy escépticos, si finalmente conseguirá que España, sin poner en peligro a su industria, su comercio, el consumo de sus ciudadanos y sus exportaciones, será capaz de cubrir, sin que ello redunde en su perjuicio y en su marcha económica, todos los dispendios previstos lo que, sin duda, puede resultar más difícil que la cuadratura del círculo.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, es posible sacar determinadas conclusiones acerca de lo que nos espera a los españoles en estos cuatro años que nos quedan por delante, en manos de unos señores que han empezado por prometer al pueblo algo imposible, que siguen en sus trece, pretendiendo que en Europa se traguen las mismas píldoras y que proyectan que nuestra nación con más impuestos, gravámenes, impedimentos y legislaciones sociales caras e imposible de seguir; siga teniendo una marcha floreciente cuando aún no habíamos conseguido salir por completo de las consecuencias derivadas de la crisis pasada. ¡Dios proveerá, porque si no lo hace, estaremos servidos!
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