En ocasiones es difícil hacerse una idea cabal de aquello que se nos vende como altruista, justiciero, caritativo o deseable cuando, todo aquel entorno en el que se desarrolla la operación con la que se pretende justificar una cierta actuación, aparentemente inobjetable desde el punto de vista ético y del sentimiento de las personas. Es por ello que, cuando hablamos de estos señores que se han lanzado a la mar con sus barquichuelos en busca de personas a las que salvar de ahogarse, víctimas inequívocas de la rapacidad, el egoísmo, la mala fe y la falta de sentimientos de estas mafias que están convirtiendo el continente africano en lo que se podría considerar como un “dejá vu” de aquellos años en los que los barcos negreros hacían su agosto trasportando, en condiciones infrahumanas, a los pobres esclavos que arrancaban de sus aldeas, en ocasiones con la colaboración de los jefes de las mismas, para conducirlos encadenados hacia los puertos de la costa africana en los que los embarcaban, hacinados, para su trasporte hacia las naciones en los que eran vendidos, en pública subasta, como si fueran bestias y no personas humanas.
Sin embargo, si uno se toma la molestia de intentar penetrar en lo que se pudiera considerar como el “bag stage” que se pueda esconder detrás de estas empresas de salvamento, es muy posible que, con toda probabilidad, se pudiera descubrir cómo se cocinan estas operaciones de “salvamento de vidas inocentes”, tal y como son consideradas por la mayor parte de las personas que se dejan arrastrar por sus instintos primarios, como podrían ser: la compasión, el apoyo, la piedad o la conmiseración hacia nuestros semejantes; cuando, detrás de una pantalla de honorabilidad y altruismo, es muy posible que se les pudiera poner más de un “pero” a lo que, aparentemente, debería ser una actividad irreprochable, caritativa y carente de cualquier posible intención política o sospecha de encubrir cualquier actividad lucrativa que pudieran ensombrecer los verdaderos fines de una tarea con todos los visos de ser completamente limpia, altruista y cargada de buenas intenciones.
Quizá pudiéramos intentar observar este fenómeno de la inmigración, procedente de África, desde el punto de vista de lo que pudieran ser los intereses de los países europeos en los que, teóricamente, debería encontrarse la solidaridad para asumir parte del peso de acoger a toda esta avalancha de migrantes que nos llegan desde la frontera sur de Europa. Es evidente que hay una parte importante de Europa que prefiere no enterarse de la importancia de este fenómeno y a la que le gustaría que fueran los países del Sur los que apechugasen con los problemas, gravísimos problemas, que este éxodo africano hacia la próspera Europa, dirigido por diversas mafias que han encontrado la manera de ganar dinero a espuertas dirigiendo tan lucrativo negocio, han convertido a los europeos en los receptores directos de la incesante llegada de miles de migrantes. Estos países norteños -posiblemente excluyendo a la Alemania de la señora Merkel de aquellos tiempos en los que, la mandataria alemana, todavía mandaba sobre el país, cuando tuvo la equivocada idea de abrir las fronteras de su país a una inmigración indiscriminada, que acabó por convertirse en un grave problema de convivencia con el resto del pueblo alemán – tales como Holanda, Dinamarca, Austria, Ungría, Rumanía y Suecia, que quizá se consideran por encima del resto de países de la zona sur y, en consecuencia, cuando se trata de asumir cargas, como la admisión de una parte de los inmigrantes que reciben las naciones más meridionales, procuran hacerse los desentendidos, alargar lo que se pudieran considerar como reuniones para intentar solucionar el problema y, si es necesario, dejar que el tiempo se encargue de convertir en agua de borrajas aquellos acuerdos que no les interesa llevar a la práctica, sin importarles el impacto que, esta falta solidaridad, puede significar para la economía y la convivencia de los países directamente afectados por el fenómeno migratorio.
Si intentamos entender cómo se está tramitando el caso del Open Arms desde la España del gobierno provisional encabezado por Pedro Sánchez, todavía se hace menos comprensible lo que está sucediendo. Europa tiene sus reglas respeto a la admisión de migrantes de las que se puede deducir que los únicos migrantes que se deben acoger son aquellos que huyen de persecuciones políticas en sus respectivos países. No se habla de aquellos que, por otras circunstancias, como la miseria o la falta de trabajo, que sin duda pueden impulsar a muchas personas a buscar lugares mejores para vivir, pero que no deberían admitirse y ser devueltos de inmediato a sus países de origen (algo que, en teoría, parece que se hace pero que, en la práctica, pocos son los que acaban abandonando España de los miles que, cada mes, van entrando en ella) si se siguieran escrupulosamente las normativas europeas. El señor presidente, Sánchez, dando una vez más muestra de sus veleidades, de su falta de un criterio fijo y de regirse únicamente por lo que considera que le va a favorecer en cuanto a conseguir los votos de los ciudadanos, primero denegó el permiso para que Opens Arms atracara en ningún puerto español y así lo estuvo manteniendo hasta que, sus consejeros, seguramente le advirtieran de que seguir una política parecida a la del señor Salvini en Italia, le iba a crear defecciones entre aquellos que lo vienen votando. Lo peor que le podían decir para que cambiase de opinión de inmediato. Así pues, puestos a deshacer entuertos, no se ha quedado corto; de modo que, en el plazo de 24 horas, les ha ofrecido a los de la ONG la posibilidad de desembarcar a los rescatados del mar en el puerto de Algeciras (por cierto, sin hablar primero con las autoridades de la ciudad ni ofrecerles ayuda para el caso de que tuvieran que hacerse cargo de los embarcados). Lo curioso y lo que comentaremos más adelante, ha sido que el señor Oscar Camps, capitán del Open Arms, rechazó la oferta alegando que ello supondría 6 días de navegación, algo que era impensable en las actuales condiciones de los rescatados. Pero, una vez decidido, Sánchez no parece dispuesto a aceptar un no ya que está convencido de que le va a perjudicar y para dar más facilidades ha ofrecido el puerto de Mahón y el de Palma de Mallorca, evidentemente a una distancia más corta, aunque no despreciable, lo que ha motivado otra respuesta negativa del capitán del barco que sigue obcecado en que todos los pasajeros del barco deben desembarcar en Lampedusa, la isla italiana, pese a la negativa tajante de Salvini. Y aquí conviene hacer una mención a estos jueces, como este juez italiano, que toman decisiones de carácter político, olvidándose de que hay temas que son de competencia exclusiva del Gobierno del Estado en los que, para el bien de su nación, sería mejor que se abstuvieran de intervenir. Es evidente que la decisión del juez italiano de que se debía permitir que el Open Arms penetrara en aguas territoriales italianas resulta poco comprensible, si es que se mira desde el punto de vista competencial. Lo de los menores, otra decisión judicial, aunque más comprensible choca directamente con lo que demostraron las imágenes de unos hombretones que cuesta creer que fueran menores, que entraron mezclados con el resto de los menores que fueron desembarcados en Lampedusa. No parece que los jueces se tomaran la molestia de comprobar si, en realidad, los que entraran en Italia eran menores o no. Las posibles antipatías que estos magistrados sintieran hacia el señor Salvini y sus procedimientos, no parece que les permitiera entrar en un tema de Estado que tanto podía influir en el prestigio de su nación. En todo caso, las apariencias de esta intromisión judicial, no parece que digan mucho en favor de la Justicia italiana.
Pero otra consideración merece el comportamiento del capitán del Open Arms. Si la cara es el espejo del alma la del capitán Oscar Camps, no debe ser tan limpia como los que apoyan su misión de rescate pretenden que sea. Le escuchamos directamente a través de una entrevista que le hicieron en la COPE y debemos decir que la forma en la que se expresó más parecía un sindicalista que una persona a la que se le atribuyen fines humanísticos. Choca mucho que, para defenderse de las preguntas que se le hicieron el único argumento que fue capaz de dar era que, para él la vida de las personas era lo más importante. Si esto es así nos extraña que se negara a desembarcar a los migrantes en Túnez como se le ofreció y luego en Malta o cualquiera de los puertos españoles en los que se le ha permitido hacerlo. Resulta extraño que lo que pretende es que Europa tome cartas en el asunto en contra de Italia o conseguir otra sentencia judicial que, de alguna forma, pusiera en un aprieto a Salvini y a la administración italiana que le permitiera una victoria judicial contra el gobierno italiano. ¿Estamos ante un señor cuya finalidad es salvar vidas humana o ante un pirata al que no le importa que sus pasajeros pasen penurias para obligar al gobierno italiano a claudicar ante sus pretensiones de un evidente carácter político? Si tuvo ocasión de desembarcar a los migrantes en Túnez ¿a qué viene negarse para dirigirse a Italia a pretender desembarcar en la mítica Lampedusa? Debemos recordar, a quienes parece que han perdido la memoria, que los italianos estuvieron sufriendo durante mucho tiempo una constante invasión de miles de migrantes que, constantemente, acudían a refugiarse en la isla sin que nadie, en Europa, se tomara en serio que se debían tomar medidas urgentes de apoyo a los italianos ante una circunstancia anormal y que causaba un evidente perjuicio a quienes se veían obligados a atender a una migración que era evidente que no podían soportar. Ahora podríamos decir que, en cierta manera, el Sur de España está pasando por una situación semejante sin que, en esta ocasión nuestro Gobierno provisional, ante el hecho de que Andalucía está gobernada por una coalición de partidos presidida por el PP, parezca estar dispuesto a intervenir para evitar que esta invasión procedente de África acabe por colapsar aquella parte de España.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con asombro como nadie parece darse cuenta de que es imposible que, Europa, se convierta en el refugio de toda una avalancha de nuevos invasores que, si no se hace nada para pararla, es muy posible que acaben por crear graves problemas de convivencia con los oriundos de las respectivas naciones que ahora, por meras cuestiones de falsas sensibilidades, siguen ajenos a considerar el problema en su verdaderas magnitud que, a menos que nos descuidemos, puede llegar un momento en el que. estos que vienen a España a beneficiarse de todos aquellos progresos que, con el esfuerzo de millones de españoles y a costa de grandes sacrificios, se lograron conseguir; llegue a ocurrir que se acabe perdiendo nuestra identidad como ciudadanos españoles, para acabar conquistados y relegados por quienes llegaron de fuera para acabar desalojándonos de nuestra propia nacionalidad.
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