La autoridad moral que ha de guiar a los pueblos, ¿dónde se encuentra? Según Josep Borrell: “El juicio moral de alcance comunitario, que es el que prevalece en todo pacto social de convivencia y el que fundamenta las leyes y las normas que se derivan, las impulsa el poder, sin subterfugios, ahora y siempre”. Para Josep Borrell, la autoridad máxima “la ostenta el poder económico del que derivan los otros poderes”. Esta es la realidad incontestable que hoy impera. Los poderes económicos y políticos que hacen y deshacen a medida de sus intereses particulares leyes de corta duración para salir del paso ante situaciones inesperadas. Estas leyes que se modifican según sea la dirección en que sople el viento, no sirven para establecer estabilidad duradera que permita levantar una sociedad en que impere la justicia. Esta es la razón por la que las democracias occidentales se tambalean y caerán rotas en mil pedazos. Con estas leyes que son de corta vigencia se construye un edificio sobre cimientos de arena. La casa construida sobre base tan débil no puede resistir las embestidas de las aguas impetuosas ni las acometidas de los vientos huracanados. El edificio se hunde. Las democracias occidentales hacen agua por la inconsistencia de sus leyes.
El símil del cimiento de arena y de la casa que se desmorona al no poder resistir el encontronazo con las aguas turbulentas y el viento huracanado lo he tomado prestado de las palabras que Jesús cita al finalizar su conocido Sermón de la Montaña. He aquí la cita: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y <b>las hace</b>, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa, y no cayó, porque estaba edificada sobre la roca” (Mateo 7: 24,25). Jesús nos está diciendo que el hombre prudente que escucha sus palabras y las hace construye su casa sobre la roca. Es decir, sobre el cimiento que es Jesús.
Toda la Biblia gira alrededor de Jesús. Es el protagonista principal. No puede jugar papeles secundarios. Fuera de Él únicamente tinieblas. Los legisladores se consideran muy sabios porque han estudiado derecho y han hecho másteres para ampliar sus conocimientos legales. Todo el bagaje de conocimientos académicos no sirve para legislar leyes justas que aporten justicia social. A menudo dichas leyes son tan complejas que ni los mejore juristas se ponen de acuerdo en cuanto a su interpretación.
Toda la enseñanza ética de la Biblia se concentra en los Diez Mandamientos (Éxodo 20: 1-17). No basta con conocer la letra de la recopilación de la ley de Dios para que los gobiernos apliquen su contenido y los legisladores no legislen leyes que infrinjan las enseñanzas que se desprenden de ellos. Es necesario que se produzca un milagro. Sí, un milagro que consiste en que Dios grave su Ley en nuestros corazones y la escriba en nuestras mentes (Hebreos 10: 16). En tanto los mandamientos divinos que han sido proclamados para llevar justicia a los pueblos permanezcan escritos en el papel en que se imprime la Biblia, estas instrucciones serán papel mojado. Poco a poco van desapareciendo en la papelera, siendo sustituidos por otros de invención humana. Con el tiempo los sustitutos de los mandamientos de Dios en vez de aportar felicidad y prosperidad a los pueblos se convierten en instrumentos legales para oprimir a los pueblos y que unos pocos acaparen el 90% de la riqueza mundial.
De este ultraje, en buena parte es responsabilidad de la iglesia cristiana en su diversidad confesional. No enseña que Jesús es el corazón del mensaje cristiano y que sin Él la enseñanza de la iglesia se convierte en una ideología más que no contribuye a solucionar los problemas sociales que nos abruman. Las iglesias tienen que tener muy claro que no hay ningún Nombre dado a los hombres en que puedan salvarse si no es el Nombre Jesús (Hechos 4:12).
La regeneración colectiva empieza con la regeneración individual. Son muchas las iglesias que no asumen que Jesús tiene que ser el centro de la predicación y que tienen que deshacerse de todo el oropel en que se ha convertido el ceremonialismo y que distrae a los feligreses de poner en Jesús su mirada de fe. La religiosidad vacía de contenido no sirve para regenerar a la cristiandad y, sin dicha regeneración los futuros dirigentes políticos, económicos y religiosos, seguirán considerando papel mojado los principios éticos que enseña la Biblia. Las democracias occidentales avanzan hacia su desaparición.
|