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Los vencidos de la guerra ahora son profanadores de tumbas

El resentimiento es como tomar veneno esperando que la otra persona muera” Carrie Fisher
Miguel Massanet
jueves, 26 de septiembre de 2019, 10:46 h (CET)

La pírrica victoria de aquellos que, con la colaboración del TS, han decidido vengarse de Franco por haber sido derrotados por él en la Guerra Civil española y, después de más de cuatro décadas de su muerte, abriendo la tumba donde están reposando sus restos, en el Valle de los Caídos, resucitando con un acto tan repulsivo, una época en la que estuvimos a punto de caer bajo la bota subyugadora de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, bajo la dictadura implacable de Josef Stalin, uno de los más grandes depredadores y violador de los derechos humanos que la Humanidad haya podido conocer; han decidido emprender una acción de una bajeza moral y revanchismo que demuestra el grado de deterioro de la política española, en manos de unos dirigentes y politicastros que han conseguido gracias a sus errores, su incapacidad, su egoísmo y su desprecio por los españoles haberse convertido en el segundo problema que, según las encuestas, preocupan a los españoles. Estupidez, resentimiento, bajos instintos y falta de sentido común de estos personajes que nos gobiernan y de todos aquellos que vencidos por la envidia, la ignorancia, la sed de venganza y el rencor que los perdedores fueron capaces de trasladar a las sucesivas generaciones de sus descendientes, de modo que ochenta años después de aquellos lamentables sucesos de la Guerra Civil, todavía hay personas que han mantenido en sus corazones el resentimiento y el odio que se deriva de aquellos, ya remotos, tiempos en los que sus antepasados tuvieron que rendirse y deponer las armas ante la apabullante victoria de las fuerzas “nacionales”, en abril de 1939.

Cuando nuestro Presidente en funciones, incapaz de haber logrado ser investido pese a tener todas las circunstancia a su favor, tiene que irse a Nueva York para explicar en la ONU su “proeza” de haber conseguido sacar los despojos de un muerto del lugar donde estaban sepultados desde hacía 40 años, exultante de la victoria que, para toda esta tropa de incompetentes que llevan más de cinco meses teniendo paralizada a toda España, que se encuentran a las puertas de tener que enfrentarse a una revolución latente en Cataluña y, solamente por su incapacidad para negociar hasta con los partidos de izquierdas, los que debieran haber sido sus apoyos naturales han tenido que recurrir a unas nuevas elecciones. Parece que se quiere vengar de su fracaso de conseguir apoyos, volviendo a poner de actualidad, con la complicidad de todo sus ministros en funciones, de los partidos de la oposición de derechas y centro derecha, mediante el recurso de humillar a la familia del general Franco, profanando la tumba del general e impidiendo que la familia, como sería razonable, pudiera enterrarlo allí donde les viniera en gana. Choca que el TS haya llegado al extremo de querer pormenorizar llegando al detalle, dejando explicitado en la sentencia, entrando en un tema tan delicado como es el querer limitar los derechos de la familia Franco a enterrarlo en el lugar que les parezca una vez desalojado de su tumba en el Valle de los Caídos; hasta el límite de colaborar con el Gobierno socialista en su oposición a que fuera enterrado en la tumba que tienen en la Almudena, simplemente porque, como dice la leyenda del Cid Campeador, deberán tener miedo a que se levante de su tumba y monte de nuevo al frente del ejército español. Lo que sí es evidente es que siguen temiendo a que la Almudena que se convierta en un lugar de peregrinaje para todos aquellos que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, y no soy yo quien les vaya a quitar la razón a los que piensan así. El miedo cerval de socialistas y comunistas, sin olvidarnos de independentistas a que, después de muerto, el general Franco siga ganando batallas, ha convertido el tema del Valle de los Caídos, de la tumba de la Almudena, de las peticiones de la familia del general y el empeño, podríamos decir que enfermizo, de los actuales gobernantes a que se pudiera repetir algo parecido a lo que sucedió entonces, en un desagradable e inapropiado episodio en el que todo ha derivado en una especie de sainete o drama en el que, los protagonistas, luchan entre sí sólo para que la audiencia que presencia con pasmo el lúgubre enfrentamiento, acabe aplaudiendo y votando al vencedor que, como es evidente, será el que más poder tenga.

Para esta tropa que nos gobierna el primer problema y el más urgente no se centra en las sombras de parón económico que nos amenaza o el brexit inglés que nos advierte de posibles pérdidas multimillonarias o un aumento del paro, la quiebra de empresas relacionadas con el turismo, directamente afectado por el brexit inglés y, recientemente, por la gran amenaza causada por la suspensión de pagos de la agencia de viajes Cook y las dificultades que ello va a crear para el turismo inglés en España; la invasión de migrantes que nos llegan por el sur y aquellos otros que se nos asignan por Europa, amenazando con crear en España graves complicaciones de convivencia y problemas derivados de las creencias religiosas de algunos grupos, en los que religión y política van unidas de la mano.

Si señores, la urgencia de desenterrar a Franco, no fuera que por perder unos días les fallara el efecto que para los socialistas va a tener en las urnas, favorable por supuesto, se les escapara de las manos si, por cualquier motivo ( que parece que los continúa habiendo pese a la sentencia del TS) retrasara el poder de documentar a través de la TV, las radios públicas y la prensa escrita, el acontecimiento de mostrar a un público visiblemente morboso, lo que quede de los huesos de Franco, para solaz y revancha de todos aquellos a los que el general, con su levantamiento, impidió que, como ahora intentan hacer de nuevo los que parece que acabarán haciéndose de nuevo con el poder, España acabara en manos de los comunistas soviéticos que fueron, en definitiva, los que consiguieron alargar la duración de una guerra que ya estaba perdida, intentando resistir hasta que se declarara la guerra que ya todos esperaban como inevitable en Europa, ante la postura anexionista de Hitler. Los comunistas españoles pensaron que entonces los franceses ocuparían España y que ello les favorecería. Erraron y España, aunque nadie se lo agradezca a Franco, permaneció neutral durante todo el tiempo que duró la II Guerra Europea (que acabó siendo mundial).

También les podemos “agradecer” a los políticos republicanos que todavía quedaban en España, el que se dejaran intimidar por los generales rusos y Negrín, partidarios de resistir lo que, con la guerra perdida, sin embargo, costó a España miles de muertos de un bando y otro que se hubieran podido evitar si los republicanos se hubieran rendido cuando ya era evidente que la república no estaba en condiciones de ganar la guerra ni, tan siquiera, de oponer a las tropas del general Franco una resistencia razonable y útil algo que, evidentemente, pese a todo, no ocurrió.

Mucho nos tememos que, al fin y al cabo, toda esta movida organizada por los socialistas y comunistas, en relación a la tumba del general Franco y al eventual traslado de sus restos a otro sepulcro; en lugar de favorecer a las izquierdas, en vez de desanimar a los numerosos partidarios del general Franco que todavía quedan en una parte sensible de la ciudadanía española, que todavía vota, puede dar lugar a que les anime a acudir a las urnas ante la evidencia de que todos estos actos, encargados de agraviar las derechas, no son más que anticipos de lo que nos va a ocurrir a los españoles si, el 10 de noviembre, cuando se produzca la cuarta votación en este país en cuatro años, resulta que España cae otra vez en manos de aquellos que no se diferencian en absoluto a todos aquellos otros partisanos que, en 1936, se apoderaron de las calles, se levantaron en contra del orden establecido, quemaron iglesias y acabaron asesinando a todos los que se oponían a sus proyectos totalitarios y seguían empeñados en mantener la unidad de la nación española.

Cuando escuchamos a la señora vicepresidenta en funciones, la señora Carmen Calvo, podemos adivinar a través de sus palabras, de su fanatismo que le rezuma por los poros de su piel; de su mirada amenazante en la que se le nota que lo único que le importa es trasmitir a los votantes la idea que sin ellos, sin los socialistas, sin la reforma que intentan hacer en España y sin eliminar a todas las fuerzas que se les oponen, el país no va a poder sobrevivir. Lo que no nos dice es si, después de las advertencias que les ha hecho el Banco de España respeto al gasto público, sin tener en cuenta que Europa está amenazada por un paro económico que nadie sabe si va a ser breve o si, por el contrario, va ser el prolegómeno de una nueva crisis que pudiera complementar la que se nos anuncia a causa del “brexit” de la GB. En estas condiciones, ante una recesión que ya parece que se está produciendo, ante la posibilidad de que volvamos a tener un aumento de paro ( las estadísticas ya advierten de esta posibilidad) y que nuestras exportaciones queden recortadas, no sólo por el parón que pudiera producirse en Europa sino, por la posibilidades de que los norteamericanos sigan en su política de enfrentamiento con China o que, como ya hay quien lo advierte, se produzca lo que allí se denomina como impeachment, contra Trump¸ que pudiera alterar la confianza de los proveedores y consumidores en la gran nación americana.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos preocupa que lo que parecía que sólo se iba a producir en Cataluña donde, en virtud de las política soberanista que han entrado en juego y que han motivado el enfrentamiento de una parte de los catalanes con los que defienden ser españoles; ahora, por añadidura, se puede añadir que, en virtud de estas provocaciones por parte de la izquierda y del partido que actualmente está al mando del gobierno de la nación, se vayan profundizando, maleándose, enconándose o entrando en confrontación directa estas diferencias que se van creando por los políticos de modo que, antes de que podamos darnos cuenta, la situación de nuestra nación pueda llegar a ser insostenible; algo que, por mucho que se quiera obviar y negar, nadie puede desechar porque el derecho de quienes seguimos confiando en nuestra constitución y que no entendemos que se quiera hacer de España un país marginado de Europa y entregado a un sistema que nunca ha servido para mejorar el nivel de vida de sus habitantes, puede crear un rechazo tal que, en algún momento determinado, pudiera convertirse en la yesca que enciende la pólvora. Luego habrá lamentaciones, quejas y recriminaciones, pero nadie podrá alegar que no han sido advertidos de los efectos de políticas que, de su simple enunciado ya se sabe que no van a ser posibles y que, en todo caso, acaban por ser insostenibles en aquellos estados donde se ha intentado implantarlas.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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