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Un Papa que no ha sido nunca de derechas

Se abre necesariamente una doble brecha en el entendimiento antropológico y teológico de la realidad del hombre y de Dios en el mundo
Domingo Delgado
lunes, 23 de septiembre de 2013, 09:11 h (CET)
Una extraordinaria entrevista publicada por las revistas de información religiosa de la Compañía de Jesús (“Razón y Fe”, y “Civiltá Cattolica”) concedida por el Papa Francisco al jesuita Antonio Spadaro, pone de manifiesto el núcleo central del pensamiento del actual Papa, que es de máxima actualidad por cuanto representa una importante y profunda expectativa de cambio eclesial en su intención de acercar más la Iglesia al Evangelio se Jesús.

Esta entrevista que ha constituido una gran noticia en el orbe, ha dado de sí importantes aportaciones sobre el pensamiento del Pontífice Francisco, empezando por su afirmación que él nunca ha sido de derechas, algo que ha generado infinidad de titulares, a modo de sorpresa, que ha motivado no pocas reacciones conservadoras de escándalo (a modo del conocido “escándalo farisáico”), que no parecen querer enterarse de otros aspectos muy importantes que también señala el Papa, señalando fundamentalmente esta declaración –que como si les hubiera pillado por sorpresa- les conmueve y escandaliza.

Suele ser ese sector eclesiástico y laical –unido a aquel- que basan su fe en leyes, ritos, espiritualismo, doctrina y juicios morales (habitualmente descalificadores para los demás, especialmente centrados en moral de la persona, ignorando el ámbito de la moral social).

Un sector conservador y tradicionalista que concibe el cristianismo en el ámbito conservador de pura tradición, de ritos y normas a cumplir, de seguridades humanas y de un espiritualismo enajenante de la realidad cotidiana, por esencia humana. Y por consiguiente, no conciben un cristianismo existencial, biográfico, de diálogo sereno y profundo con el Padre, de gratuidad y fraternidad, en el que más que seguridad se da la confianza en Dios sobre la base del reconocimiento de la precariedad pecadora de la naturaleza humana, y de su itinerancia compleja por esta vida, en la que ya hay que trabajar por la implantación del Reino de Dios (de justicia, igualdad y fraternidad), que requiere desterrar las injusticias y promover una convivencia fraternal.

Por consiguiente, se abre necesariamente una doble brecha en el entendimiento antropológico y teológico de la realidad del hombre y de Dios en el mundo, una de porte conservador, tradicionalista, en la que prima un catolicismo de normas, de jerarquía y por ende autoritario, de obediencia, ritualismo y doctrina con planteamientos de verdades absolutas, que prioriza las realidades trascendentes al punto de ignorar o enajenar al hombre de su entorno comunitario, de la realidad sufriente del prójimo –que se justifica incluso sobre la base de la voluntad divina-, este cristianismo responde a un paradigma conservador, tradicionalista, que habitualmente se ha identificado él mismo con la derecha política (también conservadora, tradicionalista y autoritaria). Y por otra parte, un planteamiento creyente cristiano con una visión antropológica y teológica de la realidad del hombre y de Dios, sobre la base bíblica judeo-cristiana, que contempla más el sentido de la Palabra de Dios, su encarnación en la historia humana, que da lugar a una fe providencial de tipo existencial, biográfico, menos ritualista, menos doctrinal, más libre, que busca discernir la voluntad de Dios en los acontecimientos de la vida –justo para cumplirlos-, que contempla la precariedad humana, su pecado, pero al tiempo el amor misericordioso de Dios en quien confía, y en cuyas manos se pone, sin más certezas que esa realidad, en la esperanza creyente de conseguir la gracia de la salvación por puro don de la liberalidad divina, y que por tanto, no juzga al sentirse perdonado, y no exige al no sentirse perfecto –si no pecador-, dando pie a la misericordia humana, al amor fraterno –como consecuencia del amor a Dios- y a una conversión auténtica en la que se hace realidad el propio Evangelio de Cristo, que es la vida para ese creyente, que sabiendo que ha encontrado la “perla preciosa” lo abandona todo y va en busca de la misma, en busca de la implantación del Reino de Dios –que rompe las estructuras tradicionales de poder, y por tanto de dominio de unos hombres sobre otros-, que es la única manera en que podamos reconocer de verdad a Dios como Padre y al prójimo como hermano, sin más interés que lo que le beneficie, y hacer la voluntad del Padre. ¡Ese es el Evangelio de Jesús!. ¿Es de derechas, o es de izquierdas?. Es algo diferente, superador de cuanta estructura humana de poder y dominio pervive. Lo cual es distinto al paradigma de derechas. Por tanto el Papa ha afirmado con razón lo que ha dicho, y no debe escandalizar a ningún cristiano de bien, de fe madura, y buena intención.

Ahora bien, eso tampoco quiere decir que sea necesariamente de izquierdas (cosa que el Papa no ha afirmado tampoco). Pues lo mismo que no encaja en el paradigma conservador y tradicionalista propio de derechas, tampoco encaja bien en el paradigma revolucionario, a veces violento, de puro progresismo del hombre por el hombre, en un “humanismo ateo” que encarnó horrorosos regímenes de explotación de Estado, por vía de dictaduras proletarias tan violentas e inhumanas como las dictaduras militares que servían a los grandes terratenientes del otro extremo del arco político.

De hecho, el Magisterio de la Iglesia ha condenado al capitalismo inhumano como al comunismo, como contrarios a la fe cristiana. Así que nadie atribuya al buenazo del Papa Francisco lo que no ha dicho, y sepamos interpretar sus palabras en el contexto en que se ha referido, pues guardan plena coherencia evangélica, pese a que se escandalicen los nuevos fariseos.

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