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El ensañamiento del Gobierno con Franco y su familia

"El rencor no tiene disculpa. El rencor oscurece el alma. El rencor ofende especialmente a Dios. Por eso es muy importante diferenciar la dignidad del rencor.” Alfonso Paso.
Miguel Massanet
sábado, 26 de octubre de 2019, 11:35 h (CET)

Si es cierto eso de que la cara es el espejo del alma, con toda seguridad que hay alguna persona del sexo femenino del actual gobierno en funciones que, a juzgar por sus expresiones, por el rictus que acompaña constantemente a sus labios, incapaces de sonreír o al ceño que frunce en forma de profundos surcos su frente; tendríamos que colegir que se trata de un alma que no sabemos si es obscura o simplemente malvada, pero lo que sí se puede deducir es que, a juzgar por sus actos, por la forma inhumana con la que se comporta con los familiares del general Franco y por su obsesión en infringir el máximo de sufrimiento, incomodidad y humillación a sus deudos y amigos, parece que ha tomado directamente, como una cuestión personal, la tarea de hacerse cargo de los trámites del entierro del que fue, durante más de 40 años, Jefe del Estado español.

En efecto, la ministra Carmen Calvo parece que, no contenta con cooperar con su jefe directo, el señor Pedro Sánchez, en conducir a España por los senderos del error, el enfrentamiento entre españoles y los coqueteos con el comunismo de Maduro; problemas que pensábamos que, con la finalización de la Guerra Civil y las leyes de amnistía, ya se habían convertido en algo del pasado, que convenía olvidar cuanto antes, parece que, vayan ustedes a saber por qué oscuros e inconfesables designios de quienes nos gobiernan ahora, decidieron que, el general Francisco Franco, no debía seguir su descanso eterno en la tumba que le fue asignada, no pedida por él, en la basílica del Valle de los Caídos; por considerar que aquel lugar de peregrinación de muchos españoles adictos al anterior régimen, que gustaban de acudir a visitarlo, una costumbre que, por lo visto, les producía escozores a nuestros gobernantes en determinadas partes de sus respectivos físicos. Lo malo es que, ya casi nadie hablaba de Franco y muchos ya no sabían quién era. Al hablar de desenterrarlo, la curiosidad, las simpatías de muchos que vivieron la dictadura como una liberación y el interés en una parte de nuestra historia en la que muchos no habían profundizado; ha elevado a un primer plano de la curiosidad ciudadana, la figura del general Franco.

No obstante, cuando los profanadores oficiales de tumbas de sus enemigos, aquellos políticos que, por cierto, no fueron capaces de vencer en las trincheras y tuvieron que abandonar España por piernas para salvarse, sin que les importara un ardite a los cientos de miles de españoles republicanos que les siguieron en la huida y que fueron tratados a baqueta en los campos de concentración franceses, en los que fueron internados. En cuanto el Gobierno socialista tuvo noticia de que, la familia Franco, disgustada por la humillación a la que se intentaba someter al general, aunque lo aceptaron a regañadientes; sin embargo, como lugar nuevo para el reposo de su antecesor, la familia decidió que fuera enterrado en el nicho que tenían en propiedad en la catedral madrileña de la Almudena; se apresuró a poner el grito en el cielo, porque les desbarataba sus planes al estimar que, el nuevo lugar para inhumar los restos de Franco, se prestaba a que sus antiguos adictos le fueran a visitar y celebraran en el mismo oficios religiosos en favor del difunto.

Nuevas discusiones y más recursos ante los tribunales. Todo este artificioso drama funerario, no sólo ha sido favorecido por la curia española, de la que dependían los monjes benedictinos del santuario del Valle de los Caídos, sin que excluyamos a los prebostes vaticanos posibles cómplices en esta encerrona macabra, organizada por la entente comunistoide-socialista, de la que me es imposible exonerar al actual Papa, Francisco I que, seguramente, hubiera debido mediar e imponer su autoridad, como máximo responsable de la Iglesia católica en España, para defender los derechos de la familia Franco, a la vez que hacía valer la tradicional invulnerabilidad de las iglesias, siempre respetada en España, cuando alguien, cualquiera que hubiera sido su falta o crimen cometido, se acogiera a su amparo, para evitar que un lugar sagrado pudiera ser mancillado por las manos profanas e impuras de los laicos socialistas y comunistas españoles.

Sin embargo, este folletín que, si no fuera por lo serio, impactante y desagradable del tema que nos ocupa, parecería una superchería de unos que no han sabido digerir, pese a los años transcurrido, que un Ejército de dos mil efectivos pasara el estrecho de Gibraltar y, al poco tiempo ya tuviera ocupada media España0. Algo que, a los que ya tenemos una edad suficiente para haber sido testigos de la Guerra Civil española, nos viene a recordar las profanaciones que los republicanos, durante la República de1931, hicieron en las iglesias y conventos de Cataluña, especialmente de Barcelona, en las que, además de causar destrozos irrecuperables en las obras de arte que adornaban sus paredes y altares, aquellos milicianos, en su insania y afán de venganza, se dedicaron a exhumar los restos de las monjas y frailes enterrados en tierra sagrada, para exponerlos en las paredes de las iglesias para burlarse de ellos y cometer groseros sacrilegios y salvajadas con ellos.

La diferencia está en que, aquellas turbas exaltadas, en las que posiblemente podríamos encontrar a algún antepasado entre los afiliados a los partidos de izquierdas actuales, se movían en un ambiente incendiario, parecido al que estos días pasados se ha podido constar en Barcelona en lo que, para Quim Torra, seguramente eran manifestaciones de sonrisas y flores pero, es posible que no lo vieran así los trescientos heridos, entre los mossos y la policía, que se tuvieron que enfrentar a aquellas algaradas terroristas, donde volaban por los aires adoquines, tornillos de metal, botellas de gasolina incendiadas y bolas de metal, lanzadas mediante tiradores de goma. Por el contrario, en esta ocasión quienes han provocado, motivado, alentado e inducido a la algarada callejera, han sido las propias autoridades catalanas dirigentes de la Generalitat y de todas estas agrupaciones subvencionadas por ella, como el Omnium Cultural o la ASC con el apoyo, la agresividad y la organización de estos nuevos terroristas urbanos que se hacen denominar CDR.

Pero, en esta ocasión, les deberemos conceder todo el “honor” de la autoría a los señores del PSOE y de Podemos, que han puesto toda la carne en el asador para centrar todo su odio acumulado de aquellos años de la guerra, todas sus propias incapacidades y todo el rencor que han sido capaces de transmitir de padres a hijos desde aquellas lejanas fechas (ya hace más de 80 años que finalizó aquella contienda) en la figura del general Franco en su lugar de reposo eterno. Debemos destacar que Franco murió de muerte natural, en la cama, sin que ninguno de sus enemigos fuera capaz de vencerle en vida. Solamente la Historia, no este remedo de historia amañada que quieren hacernos tragar estos impresentables de la memoria histórica, podrá, cuando pase el tiempo y la verdad, como siempre ocurre, salga a flote, explicar lo verdaderamente ocurrido en aquellas fechas de crímenes y terror, por encima de las maquinaciones, embustes y amaños de estos falsos historiadores, se le reconocerá al general el mérito de habernos librado de participar en la II Guerra Mundial; de haber conseguido sacar adelante un país que fue boicoteado ( por anticomunista) por los “Aliados”, que nos condenaron a no recibir ayuda alguna y una época de hambruna. Solamente el general Perón fue capaz de ayudarnos enviando carne y trigo argentino. Nunca se lo agradeceremos lo suficiente.

Y un añadido, desde lo que fue mi actividad en el campo laboral durante muchos años del llamado franquisrmo, a todos los que despotrican en su contra, les puede afirmar que aquellos sindicatos verticales y las llamadas magistraturas de trabajo, garantizaban con más garantía, firmeza, efectividad y mejores resultados los derechos laborales de los trabajadores, sin que los empresarios pudieran despedir a un trabajador, sin motivo, porque los magistrados obligaban a su reincorporación a la empresa y al pago de los atrasos. No existía la posibilidad de despidos o expediente de reducción de plantilla pagando una cantidad, como sucede ahora, de 45 días por año de servicio, sino que era el magistrado el que, si consideraba que aquel despido tenía un motivo extra-laboral, se ocupaba de que la indemnización que recibiera el trabajador despedido una indemnización justa que, habitualmente superaba, con mucho, los importes que actualmente se acostumbran a pagar. Teniendo en cuenta que estamos hablando de hace muchos años y el distinto poder adquisitivo de la moneda.

Lo cierto es que, no olvidemos que estamos en periodo electoral y el que el traslado de los restos del general Franco se haga, precisamente, unos pocos días antes de la celebración de los comicios, nos da una pista del porqué la señora Carmen Calvo y todos el resto del gobierno que se ha sumado a esta torpe maniobra, piensan que van a sacar provecho de esta humillación que se le hace a una persona que hace muchos años que murió y que fue la que dio paso a la instauración de la monarquía en España. No queremos decir que todos los españoles estén de acuerdo con aquellos años de la dictadura pero, así como digo esto, tampoco es justo que sólo se saquen a relucir los defectos que, como todas las personas pudiera tener el antiguo Jefe del Estado. En cuanto a los crímenes que se le achacan durante los primeros meses de la posguerra, no tienen comparación con los que los milicianos y comunistas cometieron, sin juicio previo ni derecho a defensa alguna, durante los primeros meses del llamado Movimiento Nacional. Miles de sacerdotes, monjas, católicos y personas ricas o jueces fueron masacrados por las turbas republicanas, que aprovecharon la coyuntura para “pasar cuentas” con aquellas personas con las que tenían contenciosos, habían sido causantes de su despido del trabajo o, simplemente, porque se trataba de personas ricas lo que, en aquella época, significaba ser un serio candidato a ser ejecutado o asesinado.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no me duele hablar con claridad precisamente porque soy uno de los pocos que ya quedamos de aquellos tiempos y, como es natural, todo lo que se escribe por personas que sólo se fían de lo que oyeron a otros o por los documentos que han encontrado, sin consultar aquellos otros que los contradicen, sólo me producen pena, desasosiego por la falsificación intencionada de los hechos y preocupación por el hecho de que la enseñanza que van a recibir las nuevas generaciones va a estar marcada por las falsedades que unos incompetentes, resentidos y aprovechados, que se dedican a propagar error3es históricos, falsedades e inexactitudes, amparados en una Ley que ya nació herida de muerte al ser confiado su estudio a una serie de antiguos represaliados de la Guerra Civil. ¿Juez y parte? ¿Dónde hemos oído hablar sobre esto? Pero, por mucho que hagan para enterrar a Franco, su figura histórica continuará siendo la de un señor que consiguió evitar que el comunismo soviético se hiciera dueño de España.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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