El 23 de agosto se cumplen 45 años del secuestro de Estocolmo que dio nombre a un fenómeno psicológico paradójico por el que se desarrolla una vinculación afectiva entre un rehén y sus captores.
Esta reacción, conocida como Síndrome de Estocolmo, puede considerarse “una respuesta instintiva universal de supervivencia, aunque la falta de estudios empíricos podría llevar a la conclusión de que muchas de las características del término se deben a un sesgo informativo”, según una revisión publicada en la revista “Clínica y Salud”, editada por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
El trabajo, firmado por Lucía E. Rizo-Martínez, de la Universidad de Guadalajara, en México, aclara que algunos expertos cuestionan la existencia de este síndrome, que es más una excepción que una regla, considerándolo como una conducta no generalizada ni generalizable o un mito. De hecho, los manuales internacionales de clasificación de trastornos psicopatológicos, el DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría y el CIE de la Organización Mundial de la Salud, no lo incluyen.
La amenaza percibida para la supervivencia, la creencia de que el captor está dispuesto a acabar con la vida del secuestrado, la percepción en el cautiverio de alguna pequeña bondad por parte del secuestrador dentro de un contexto de terror, el aislamiento y el convencimiento de que es imposible escapar podrían explicar este síndrome, acuñado en Suecia, en 1973, por el psiquiatra Nils Bejerot para describir un fenómeno paradójico de vinculación afectiva entre una de las rehenes y su captor en el transcurso del asalto a un banco en Estocolmo.
Ocurrió el 23 de agosto de 1973, hace ahora cuarenta y cinco años. Erik Olsson entró en una sucursal del Banco de Crédito de Estocolmo para atracarlo. Después de disparar a dos agentes, Olsson tomó como rehenes a cuatro empleados, tres mujeres y un hombre. Tras seis días de negociaciones, la policía puso fin al asalto sin que nadie más resultara herido.
Pero lo peculiar de este atraco fue que una de las rehenes, Kristin Enmark, de 23 años, que había sido la portavoz de los retenidos, paradójicamente mostró abiertamente su simpatía y plena confianza hacia el secuestrador, a pesar de que Olsson había amenazado con matar a los rehenes durante los seis días de cautiverio y había llegado a ponerles una soga al cuello. Pese a todo, la joven Kristin Enmark se ofreció a acompañar a Olson en un viaje, a cambio de que liberara a dos de los rehenes, algo que las autoridades suecas descartaron.
El psiquiatra Nils Bejerot, que asesoró a la Policía sueca durante el atraco, acuñó el término «síndrome de Estocolmo» para referirse a la desconcertante reacción de la rehén. Pero el nombre de ese extraño comportamiento saltó a la fama un año después, en febrero de 1974, con motivo de otro célebre secuestro por parte del Ejército Simbiótico de Liberación, el de Patricia Hearst de 20 años, nieta de un magnate de la Prensa estadounidense William Randolph Hearst.
Discrepancias
Sin embargo, 45 años después de que se acuñara este término, no existe actualmente una unificación de criterios con respecto a su diagnóstico y características e incluso a su denominación de “síndrome”.
Para algunos investigadores, el síndrome de Estocolmo representa una valiosa aportación que explica conductas y actitudes de víctimas hacia sus agresores que, en teoría, ayuda a dar sentido a hechos y predecir de alguna manera el comportamiento futuro, lo que impactará también en el descubrimiento de formas de mejorar situaciones que puedan darse después de un secuestro. En cualquier caso, la etiqueta síndrome de Estocolmo se aplica a un rango de situaciones cada vez mayor y no solo a respuestas individuales sino a reacciones colectivas o grupales.
Para otros el síndrome de Estocolmo sería parte del denominado “estrés postraumático complejo”, principalmente debido a que éste incluye la idealización del perpetrador, mientras que otros lo consideran como una reacción al estrés agudo, que incluye los “trastornos transitorios desencadenados por sucesos vitales excepcionalmente estresantes” que sí contempla el Manual CIE- 10.
Algunos expertos creen que determinados rasgos de la personalidad favorecen que aparezca, como tener la sensación de que la vida de uno está controlada por otros, sentirse infeliz con las circunstancias de su vida, una fuerte necesidad de aprobación por parte de figuras de autoridad o desear ser otra persona.
Según explica Lucía E. Rizo-Martínez, también puede considerarse una reacción no es exclusivamente humana, que puede observarse en otras especies, como respuesta universal a una amenaza ineludible para la supervivencia. Reacciones paradójicas de afecto de las víctimas hacía sus opresores, como las ocurridas en algunos secuestros, han sido observadas en muchas especies de mamíferos, especialmente primates. Las conductas de apaciguamiento, como las mostradas por algunas víctimas de secuestros, son la defensa más relevante de los mamíferos, porque la sumisión puede favorecer la supervivencia genética.
Sin embargo, esta reacción no surge exclusivamente en casos de secuestro, según la revisión publicada en “Clínica y Salud”. También se ha observado en casos de abuso sexual, violencia de pareja, miembros de sectas, actos terroristas o prisioneros de guerra.
|