Si vas a tener hijos, diles que, aquí, vale tanto el pétalo de una flor como uno de sus dedos. Que sean respetuosos con todo lo que existe y hasta con los objetos, los objetos surgieron de la tierra, que está viva.
Si vas a tener hijos diles que nunca permitan que nadie detenga sus pensamientos, su creatividad. Vale más una idea nueva, por estrambótica que sea, que lo ya dicho mil veces y no sirve de nada.
Diles que su nacer no fue casualidad, no fue casualidad el nacer del elefante; que el mar no es eterno.
Si vas a tener hijos oblígate cada día a mostrarte digno y justo, es tu obligación al llamar en la Vida a la vida, estar a la altura de ella. Porque, si no, no toques a su puerta.
Si vas a tener un hijo, asegúrate, que defienda con uñas y dientes su diferencia, su singularidad, como defenderá, deberá hacerlo, con uñas y dientes la diferencia, la singularidad de otros, que quizá no puedan defenderse.
Yo les diría que el ladrido de un perro es tan bello como la campanada de una iglesia.
Que en una simple hojita caída está escrito todo.
Los delfines se dejan matar antes de que capturen a alguien de su prole.
Los elefantes luchan a muerte por proteger su manada libre.
Hay muchos seres inocentes encadenados. Háblale de ello.
Hay muchos animales que fueron hijos, y no conocieron a sus madres ni padres, que tuvieron hijos y se los robaron y que ahora, cautivos, lloran sangre. Háblale de ello.
Y si no vas a hacer todo esto no te reproduzcas. Porque este mundo no necesita más gente como tú, ni parecida a ti.
No llames a la puerta de la Vida para poner vendas negras sobre los ojos a ángeles.
Ya hay demasiadas cárceles, silenciados, aturdidos inocentes en lugares infectos. Demasiada soga, domadores engreídos, demasiados como tú.
La Vida necesita ayuda y pares, no le hagas trampa.
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