No voy a hablar de aprender inglés ni tampoco de apuntarse al gimnasio, los grandes clásicos. Tal y como están las cosas, con no tener que volver a votar este año uno ya casi se da por satisfecho.
Para mí 2019 ha sido uno de esos años que sin ser totalmente buenos ni malos, ha ido de menos a más, terminando en lo alto; el reto será mantenerse. Como se suele decir, salud para los míos y para mí, y lo que tenga que venir.
Estas fiestas navideñas las he pasado en Galicia, en casa de mi madre. Es el único momento del año en el que compruebo cómo la estupidez humana se rentabiliza -y muy bien- económicamente. Francamente, sin tener nada contra ellos, estoy de Adara y Gianmarco hasta los mismísimos.
No hay día que se hable de ellos en Telecinco, y ahora le tocará el turno a la ruptura de María Teresa Campos... y pienso, ¿no se cansan de tanta basura? ¿Por qué la gente sigue viendo este tipo de porquería emocional, que luego se transmite en la gente joven que también lo sigue y lo comenta entre sus amistades?
Pero hoy toca hablar del año pasado o el que vendrá.
Mi resumen de este año es simple: todo el mundo miente. Como decía en la serie el Dr.House.
Puedo decir con mucha tranquilidad y alegría que cierro el año con la satisfacción de estar valorado en mi nuevo trabajo.
Pero del anterior, de cómo empezó el año y siguió después no puedo decir lo mismo, porque hacía mucho tiempo que no encontraba a una persona con tanta maldad. Al final, todo pasa por una razon y en mi caso ha sido un bonito alivio un nuevo cambio.
Cada año hacemos la misma lista de propósitos que no cumplimos y tratamos de aprender de los errores cometidos. Intentamos orientar nuestra vida hacía lo socialmente aceptado y rechazamos de antemano la rutina sea cuál sea. ¿Cuándo dejaremos de engañarnos a nosotros mismos?
Feliz 2020.
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