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Revulsivos interiores

​Desde la consideración aislada de uno mismo, descubrimos la impronta del resto de integrantes sociales; bien es cierto, el tratamiento diferenciado dado a esas improntas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 3 de enero de 2020, 08:29 h (CET)

En esa lasitud de dejarse llevar asienta una de las actitudes cómodas de la vida, si acompañan unas mínimas condiciones para justificarlas. Digamos que ese sería un grado de INDOLENCIA aceptado, una vez cubiertas las necesidades elementales. Junto a esa falta de ambición personal para mejorar sus condiciones, con la pereza mental y la cansera física como aditamento; unos se conforman en modestas estabilidades, mientras otros se entumecen en mayores alturas. Cuando es patente la carencia de cualidades del protagonista, esta actitud forma parte de una normalidad precaria. Son menos comprensibles si las adoptan sujetos con mejores mimbres o acompañamientos.

Si bien los motivos para despertar de este letargo también abundan, es preciso darles una oportunidad; sentirla primero, para encauzarla a continuación. Ese es el momento de la INQUIETUD por los adentros, para ampliar los horizontes; se supone que con afán superador de las dificultades del momento y en busca de aspiraciones notables. Los razonamientos afrontan las pegas dispuestos a dar las respuestas oportunas, emprenden el camino vitalista de la:

Rebeldía




Radica en darse cuenta


En percatarse atento




De sí.


De sí, en el mundo.


De si yo pienso.


De si atiendo al diferente.


De si enciendo luces.


De si apago ilusiones.


De si el mundo admite mis rasgos.


De si los pedregales son evitables.


De si la cansera me desespera.




De si las desideraciones


provocan lasitudes


y ensimismamientos.




De si las desideraciones


son crispantes


sembrando la ponzoña.




De si las desideraciones


generan inquietudes


y abren las perspectivas.

Aunque parezca una nimiedad, en esa oscilación íntima de los ánimos radica uno de los principales motores de la vida, en lo particular del caso individual, o bien en la tarea colectiva por la sumación de varios de ellos. Es decisiva la activación del INTERRUPTOR reflexivo, aunque sea bajo mínimos, para la progresiva puesta en marcha de cada persona de cara a sus actividades sucesivas. Será mágico para su enfrentamiento con la soledad, siempre tendrá momentos para su uso. Para las elaboraciones creativas dedicadas a múltiples menesteres, para las sanas ambiciones surgidas desde sus conocimientos y vivencias. Ese sentimiento nos aboca a vivir la vida con mayor plenitud.

Desde la consideración aislada de uno mismo, descubrimos la impronta del resto de integrantes sociales; bien es cierto, el tratamiento diferenciado dado a esas improntas. Quedamos asombrados por las actitudes de indiferencia imperantes, a pesar de las situaciones clamorosas en los penosos ambientes; pero aún va más allá la sorpresa, por la cantidad de desdenes e incluso violencias desatadas en contra de grandes sectores de acompañantes. Por eso adquiere relevancia el revulsivo comentado hoy, la invitación a su mayor protagonismo, por si consigue mantener iluminado el rasgo COMUNITARIO, rasgo de todos, porque a todos afecta. Las declaraciones son insuficientes si la acción decidida no se deja ver.

Arrastramos un reconcomio duradero, quizá desde tiempos arcanos, acechante, picajoso, y como desdicha peor lo padecemos cada vez con mayor profusión e intensidad, incluso con alardes estúpidos diría yo. En las relaciones sociales, la CRISPACIÓN no sólo adquirió carta de naturaleza presencial, inunda los gestos cotidianos. Entre educadores, alumnado y padres, en los entornos sanitarios, en los roces originados por el tráfico, en comercios e instituciones; allí donde nos acerquemos, saltan presurosas las respuestas envaradas, muy propensas a los improperios o la agresividad. Visto el panorama, la templanza se convierte en un requerimiento contra ese progreso.

Necesitamos saber como son las cosas y las persona, para atenernos a la realidad. Si desconocemos sus características, las relaciones con ellas serán caóticas, por carecer de trazos orientativos. Como si no fuera suficiente la dificultad natural para la captación de esa complejidad, observamos a diario los variados empeños para ponerle obstáculos; engaños, mentiras, silenciamientos. Las tramas maliciosas nos amputan las capacidades decisorias personales. Nos provocan. Hemos de recurrir al INGENIO discriminativo para dilucidar la calidad de las fuentes informativas. De no hacerlo, el paso por la encrucijada del conocimiento nos dejaría desorientados, desprovistos de argumentos reactivos.

Pero insisto en la condición propia. Las miradas hacia fuera son importantes, pero apenas un reflejo en aguas turbulentas; es primordial el buen mantenimiento de los motores internos para establecer las buenas proyecciones. En la intimidad, no podemos prescindir de las SENSIBILIDADES propias, modificarán las perspectivas obtenidas, con enfoques de todos los colores. Por lo tanto, el cultivo esmerado de las más adecuadas será un requisito imprescindible para aspirar a la mejor calidad de los deseos, trabajos, trazado de los objetivos, colaboraciones…El detalle de dichas sensibilidades nos lanzará hacia las mejores direcciones, en lo particular y en lo colectivo.

Entre lo mejor, las utilidades y las diversiones, suelen cruzarse perversas intenciones, disfrazadas de proclamas altisonantes, con escaso contenido, pero con atractivos frívolos. La misma rebeldía queda confundida por las actitudes inestables. Alguna vez deberemos acudir a la COHERENCIA adaptadora de las diversas presencias, en aras de unas experiencias gratificantes para el mayor número posible de personas, a pesar de las discordancias subyacentes, siempre muy activas. La pasividad contemplativa no sirve para estas lides.

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