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Entre amigos

La amistad es un bien maravilloso que hay que crear, cultivar y mantener
Manuel Montes Cleries
lunes, 10 de febrero de 2020, 08:42 h (CET)

Siempre se ha comentado la dificultad de poseer buenos amigos. Se habla de “que se pueden contar con los dedos de una mano”. Mi experiencia vital me ha demostrado que se puede ampliar un poco el número de los mismos pero sin estirarse más de la docena. Hay que diferenciar entre “colegas”, “amigachos”, amistades, “compañeros de fatigas”, y Amigos (con mayúsculas).

El amigo está contigo (y tú con él) especialmente en los momentos difíciles: “en las cuestas arriba quiero ver el mulo, que en las cuestas abajo… yo me las subo”, como decía aquel abuelete de la serranía de Ronda. En los momentos de euforia todo son aplausos y golpes en la espalda.

Ciertamente las buenas amistades se fraguan en espacios cronológicos muy determinados. Los primeros amigos con entidad son los que se adquieren a lo largo de la etapa colegial. Después están los amigos de la pandilla, de la mili o de la universidad. Finalmente surgen los amigos de la etapa adulta que se basan más en la compenetración mental que en la convivencia física. Estos últimos, cuando se asientan en nuestra vida, son los de los dedos de la mano que intentamos conservar “como oro en paño”.

Se valoran los amigos de distinta forma. Normalmente se tiene muy en cuenta la compenetración de ideas, las aficiones comunes, la compatibilidad de caracteres y el grado de atención que nos tiene el otro. A veces, en la mayoría de las ocasiones, no se tiene en cuenta lo que podemos hacer por el otro, sino lo que el otro hace por mí. Esto hace romper muchas amistades. Cuando uno de los componentes de la relación estima que se lo merece todo y se convierte en el “macho alfa” de la relación.

La palabra amistad deriva de la conjugación del verbo amar. Según San Pablo: El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Pocas veces lo ponemos en práctica. Al final, dolorosamente, se van cortando dedos de las manos.

En la tercera etapa de la vida necesitamos especialmente tener amigos. La vejez en soledad es muy mala consejera, sobre todo si la familia va desapareciendo y los que nos rodean van derivando sus vidas a otros círculos en los que no somos actores principales.

Por eso hoy considero como mi buena noticia de hoy el esfuerzo que realizan diversas instituciones que se preocupan, y se ocupan, de los que se encuentran solos. Se han creado grupos de amistad amparados por instituciones que saben hacerlo con talento, dedicación y buen hacer. Lugares de encuentro tales como el “ENTRE AMIGOS” del Teléfono de la Esperanza, los grupos de teatro, deporte, formación y diversión de los centros de mayores de todo tipo, los cursillos de natación, baile o gimnasia que proliferan a lo largo y ancho de nuestras ciudades crean espacios de encuentro en el que surgen amistades muy enriquecedoras.

“El que tiene un amigo… tiene un tesoro. Una amistad que se puede cimentar dando y entregando lo mejor que tenemos. Si se tiene tan solo para recibir ayuda y comprensión cojea una de las patas más importantes. Empieza a darte y recibirás el ciento por uno.

Si estas solo acércate al “ENTRE AMIGOS” del Teléfono de la Esperanza. 

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