La vida era eso, de Carmen Moraga, Premio Nadal 2014, es una novela basada en un caso real vivido por una amiga argentina de la autora, madre de una compañera de colegio de su propia hija, lo que ha influido en que la obra se escriba con el lenguaje de dicho país, lo que sorprende al lector, ya que si se han cambiado los nombres de los personajes, no se encuentra la justificación para no situar la historia en España, país de la autora y dirigida a lectores españoles preferentemente, aunque también se venda en los países hispanoamericanos, lo que puede servirle de promoción. Quizás, ha sido una forma de otorgarle un cierto "exotismo" a la narración, pero en un vano intento, porque sólo consigue entorpecer la lectura a quienes encuentran extraño los giros propios del habla argentino y le confiere un mayor alejamiento de la historia.
La estructura narrativa se va perfilando con los posts, chats, correos electrónicos y demás herramientas que la técnica ha propiciado para la comunicación entre los internautas, a través de los cuales los protagonistas, William y su esposa Giulliana, van narrando su historia, aunque el primero de ellos brevemente, pues la muerte le sorprende demasiado joven, y contando la lucha contra la enfermedad de William y, después, el vacío que su muerte ha dejado en la vida de su esposa y pequeñas hijas.
La narración sigue un discurso lineal en cuanto al factor tiempo, porque Giulliana, la desconsolada viuda, obedece la petición de su marido de que siga escribiendo en su nombre en su perfil de Facebook todos los acontecimientos que vayan ocurriendo en sus vidas ya desaparecido él, como si fuera el propio fallecido quien lo escribiera.
El lenguaje, además de lo ya dicho en cuanto a los giros idiomáticos, es simple, de frases cortas, apropiado al lenguaje coloquial y poco depurado que se utiliza en las redes sociales y, por tanto, sin la calidad del lenguaje literario que siempre es más elaborado, por lo que los sentimientos de los protagonistas están esbozados de forma superficial, sin ahondar en la psicología de los personajes, dando mayor preponderancia al tono sentimental, melodramático, por lo que pierde así profundidad la narración, ya que el lenguaje tan somero, sencillo y poco complejo que utiliza Moraga para recrear estos personajes les hace carecer de identidad psicológica, de definición que los haga creíbles, reales, de carne y hueso; pero sí adolecen de los tópicos de "matrimonio feliz con hijas", en las que esa felicidad, casi de comedia americana, resulta almibarada y falta de autenticidad como si fuera la puesta en escena de una historia en un escenario de cartón piedra.
La viuda empieza a encontrar consuelo en las redes sociales, así como el afecto y la comprensión de quienes son los "seguidores" de su marido. A través de esta forma de comunicación que define la sociedad actual, empieza a sentirse menos sola, más apoyada en su dolor y soledad.
La historia humana que subyace como base de esta novela es profundamente dolorosa y real, aunque la novela en que se ha visto reflejada no deja de ser una fórmula comercial que atrae a lectores poco avezados que quieren encontrar en ella el reflejo de sus propias vivencias, de este mundo actual y caótico que propicia que las comunicaciones en la distancia sean más factibles, más íntimas -a pesar de ser virtuales- que las relaciones personales en la cercanía que, quizás por el contacto físico y real, pueden llegar a ser más conflictivas, menos idealizadas y más propicias a los conflictos.
El Premio Nadal, uno de los más importantes y prestigiosos de la narrativa española, parece que se va decantando cada vez más, especialmente en estos tiempos de crisis económica y la consiguiente bajada en las ventas de libros, por novelas comerciales, de poca exigencia literaria, y de fácil demanda por lectores que quieren libros sin más exigencias que la facilidad en su lectura y la diversión o emoción que les pueda proporcionar; pero sin más pretensiones de calidad literaria ni de complejidad en la construcción de una narración más depurada y compleja.
La vida era eso es una novela comercial, como la de todos los premios actuales, que no premian la calidad literaria ni excelencia alguna, sino la oportunidad de una narración con la que la mayoría de los lectores se puedan sentir identificados, pero sin que consigan nada más al comprarla que una pocas páginas en las que leerán una historia real, aunque novelada, que no les va a ofrecer más que cualquier texto leído en las redes sociales en las que cualquiera cuenta su intimidad, sus dramas, alegrías y vanidades sin ningún pudor, esperando encontrar al otro lado a alguien, un desconocido, que le pueda comprender y hacerle sentirse menos sólo en un mundo lleno de muchas y variadas formas de comunicación, pero en el que la auténtica comunicación humana brilla cada vez más por su ausencia.
Podrá ser esta novela un éxito de ventas, sin duda alguna, pero no es ni podrá ser nunca -como otras tantas premiadas en otros certámenes literarios convocados por editoriales-, una novela con calidad literaria, con verdadera e inequívoca razón de ser que no sea la de ofrecer un producto fácil de escribir y de leer para un público lector que cada día, por su falta de criterio exigente, admite con mayor facilidad estas novelas que son sólo un producto comercial que se lee y olvida con la misma facilidad.
La vida era eso, parafraseando su título, es sólo y nada más que eso: una novela comercial sin más pretensiones ni atributos literarios, ni exigencias estilísticas, ni de lenguaje. Poco, muy poco, en definitiva, pero con un apoyo publicitario que sólo un premio de esa categoría y la editorial que lo convoca pueden ofrecer a obras que, sólo por ese despliegue publicitario, llega a los lectores sin más valores añadidos.
Dijo en cierta ocasión Albert Camus que «la tragedia de la vejez no es que seamos viejos, sino que seamos jóvenes. Dentro de este cuerpo envejecido hay un corazón curioso, hambriento, lleno de deseo como en la juventud». Quizá, esta frase del escritor, de origen argelino, sea una estupenda expresión para vislumbrar el enfoque de la novela de Domenico Starnone, El viejo en el mar.
«El ecologismo seguirá siendo una estafa mientras no integre el veganismo en su discurso contra el calentamiento global». Este fue el mensaje medular que trasladaron al público asistente a la presentación del libro de Ángel Padilla “Los hijos de Romeo y Julieta” los actores en el evento, la cantante vegana Verito Monetta, la bailaora vegana Sandra “La Madueño”, la portavoz en Valencia del colectivo “Rebeldes indignadas” Rosa Más González y el propio Ángel Padilla.