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Cotino, un sheriff al sur del Sénia

Oltra, diputada y mártir del PP
Rafa Esteve-Casanova
sábado, 10 de mayo de 2014, 11:07 h (CET)
Una vez más la prepotencia del Partido Popular ha tropezado con las ganas de verdad de esa izquierda nacionalista valenciana que se cobija en las siglas de Compromís. El PP lleva años manejando las instituciones valencianas como si fueran su propio señorío, al fin y al cabo han sido los votos mayoritarios de los valencianos, no lo olvidemos, los que les han otorgado la patente de corso que les ha hecho manejar el País Valenciano como si nada más fuera que su propio cortijo. Pero, parece ser aunque no del todo, que eso está a punto de finiquitarse, las encuestas, nunca hay que creerlas a fe ciega, afirman que el reinado de décadas de la muchachada de la gaviota en tierras valencianas está a punto de llegar a su fin, el ocaso ya comienza a asomarse al ver los nervios que les están entrando en los últimos tiempos.

El último rifirrafe tuvo lugar en sede parlamentaria. Allá, una vez más, la diputada de Compromís, Mónica Oltra, se atrevió a plantar cara a la falta de educación parlamentaria de algunos diputados del PP que tan sólo alzan la voz en el hemiciclo para interrumpir a sus opositores políticos cuando estos están en el legítimo uso de la palabra o para corear cual fans acérrimos las salidas de pata de banco de sus mandamases. Cotino, el President parlamentario, se enrabió ante la nueva insubordinación de la diputada que más les pone los puntos sobre las íes, la llamó al orden por tres veces y, de acuerdo con el reglamento parlamentario, la expulsó a de la clase como si sus señorías estuvieran en cualquier aula, religiosa, por supuesto, para Cotino, miembro excelente y, supongo que numerario por su estado célibe, de la secta conocida como Opus Dei.

Esta vez la diputada Oltra no lucía ninguna de sus reivindicativas camisetas, vestía de oscuro, tal vez para reflejar la oscuridad y las tinieblas que rigen el parlamentarismo valenciano donde desde hace años el PP impone su ley, una ley que, no hay que olvidar, le regalaron los valencianos con sus votos dándole la mayoría parlamentaria para que pudiera hacer de su capa un sayo y pudiera regir el territorio valenciano como si del particular cortijo de la muchachada de la gaviota se tratara.

Conozco desde hace años a ambos protagonista del rifirrafe parlamentario. Con Cotino hace muchos años yo también tuve algún que otro encontronazo cuando él, a principios de los noventa, presidía la Junta Municipal de Ciutat Vella, donde yo era vocal en representación de EU. El primer día solicité crear una Comisión de Urbanismo y se rio aduciendo que en Ciutat Vella no hacía falta el urbanismo, el segundo encontronazo vino cuando el PP, con el silencio cómplice el PSPV, decidió honrar con la insignia de la Junta a Giner Boira, conocido ultraderechista “blavero”, el día de la entrega después de mostrar mi repulsa ante tal honor a quien no lo merecía devolví airadamente mi medalla y al día siguiente Las Provincias publicó “el conocido comunista Rafael Esteve Casanova en señal de protesta devolvió su insignia pero se quedó a comer canapés”, todo un honor que desde la derechona más derechona de Valencia se me llamara comunista, uno cosa que ni he sido ni era.

A Mónica también la conozco de aquellos años en que me dediqué a la política, yo estaba en el Ayuntamiento de Valencia y ella en la Diputación, Mónica era una joven combativa, valiente, arriesgada y ya se le notaba la ambición política de seguir dedicando su vida al servicio de las gentes de su País. Yo siempre pensé que mi paso por la política tenía que ser corto, lo suficiente para darme una experiencia sobre el funcionamiento de los partidos políticos con sus militantes, nunca fui militante de decir amén a los mandos, tal vez por eso dejé la política antes de que ella me dejara a mí. Mónica siguió y tal vez algún día llegue a lo más alto, a la Presidencia de la Generalitat, está capacitada para ello y valor no le sobra.

Por eso ha sido, es y será el azote del Partido Popular en el País Valencià. Sus camisetas reivindicativas y denunciadoras, desde aquella primera donde sobre la cara, dura por supuesto, de Camps se podía leer “Wanted Only Alive”. Este jueves fue un jueves negro para el Partido Popular, por un lado comenzaba la campaña para las elecciones europeas en las que el PP comenzará a saborear las hieles de la debacle en las urnas, por otra parte el juzgado, por fin, imputaba a tres altos cargos de FGV por el accidente del metro y por si esto no fuera suficiente el fiscal comenzaba a indagar sobre los chanchullos monetarios de Camps y sus palmeros en los negocios oscuros de la F1. No están acostumbrados e intentaron derivar las miradas hacia otro lado, por eso Cotino armó la marimorena con Mónica Oltra.

Cotino se ha creído que es el sheriff al sur del rio Sénia, él manda y ordena en las Corts, bajo su presidencia se organizan aquelarres como el de hace unos días para afirmar que “els Paísos Catalans” no existen ni han existido, ni existirán, y cualquier día se reunirán para dar fe de que la tierra no es redonda. Cotino, bajo la amable capa de anciano de blanca y venerable barba, esconde toda la maldad de quien trató de comprar la voluntad de los familiares que murieron en el accidente de metro por culpa de políticos ineptos entre los que él siempre ha sido una de las cabezas visibles. Cotino, debajo de esas venerables barbas, esconde muchos misterios y, tal vez, muchas corruptelas disfrazadas de empresas familiares que aparecen en sumarios judiciales además de los juegos de trilero que realizó durante la visita del Papa a Valencia.

El PP comienza a ponerse nervioso y en esta ocasión le ha tocado pagar el pato a Mónica Oltra, pero que la diputada y su organización política no se preocupen, Mónica ha jugado muy bien, como siempre sabe hacer, sus cartas y ha conseguido que Cotino y sus palmeros hagan de ella una mártir, diputada y mártir, que a buen seguro sabrá rentabilizar esta expulsión.

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