Ya está bien de reuniones, foros o simposios en los que ninguna de las decisiones que se toman para intentar solucionar el deterioro galopante del medio ambiente terrestre, acaba siendo mínimamente vinculante.
Lo podemos decir de muchas maneras, parafraseando a Manolo García o al mismísimo refranero español entre otras, pero lo que sí está meridianamente claro es que urge tomar medidas cuanto antes, si no ya para invertir el proceso de deterioro de los diferentes ecosistemas terrestres, a lo sumo detenerlo. Es por eso que iniciativas sencillas, como recuperar el uso de envases de vidrio retornables entre otras, un material que además de ser cien por cien reciclable sin duda es mucho más higiénico que el plástico, no deben denostarse por el simple hecho de considerarse impropias de sociedades tecnológicamente avanzadas.
En la actualidad, superados con creces los albores de este siglo XXI que tenemos la suerte de vivir, no hay mayor anacronismo que ir de sobrado y creer que se está de vuelta de todo. A menudo es conveniente dar un paso atrás, no de retroceso sino como de reafirmación, para poder seguir avanzando con la seguridad de que contamos con la implicación de quienes están suficientemente capacitados para poder echarnos una mano con garantías.
Ya está bien de reuniones, foros o simposios en los que ninguna de las decisiones que se toman para intentar solucionar el deterioro galopante del medio ambiente terrestre, acaba siendo mínimamente vinculante. Quienes nos gobiernan -para eso están donde están y han sido elegidos-, tienen la obligación de tomar sin pudor ni cualquier otra clase de cortapisas las medidas necesarias que garanticen, cuando menos, un futuro para la humanidad sin los contratiempos que la pusilanimidad o la simple dejadez de funciones de algunos han hecho posible hasta ahora.
Nunca el tiempo es perdido, si acaso extraviado, pero jamás malogrado, lo que significa que mientras exista una posibilidad, por remota que esta sea, nuestra obligación es aprender de los errores. Eso implica, además, desestimar los malos augurios que puedan frenar los futuros progresos. Hay que creer en la posibilidad real de que preservar en condiciones nuestro planeta es viable, solo así podremos establecer un vínculo que nos una. Esa es la base, después de todo, sobre la que cualquier propósito de enmienda puede salir adelante.
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