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Juntos, pero no revueltos

Rafa Esteve-Casanova
sábado, 6 de diciembre de 2014, 15:52 h (CET)
Ya hace casi un mes de la tan esperada fecha del 9-N. En Catalunya los resultados de aquel acto de reivindicación nacionalista, después de que el Tribunal Constitucional siguiendo las órdenes del Gobierno de Mariano Rajoy prohibiera la consulta, el referéndum o, simplemente, un derecho tan democrático como el de opinión, fueron valorados positivamente, tal y como correspondía al hecho de que más de dos millones trescientos mil ciudadanos de Catalunya se presentaran, voluntariamente, sin ninguna clase de violencia y sin aspavientos delante de las urnas gestionadas por miles de voluntarios para lanzar al mundo su opinión a favor en contra de una futura Catalunya independiente. Los resultados de aquel segundo domingo de Noviembre, avalados por reputados observadores internacionales, dejaron muy claro que la gran mayoría de los votantes, cerca de dos millones, se habían decantado por un futuro independiente de España para Catalunya.

Aquellos resultados fueron leídos con un cierto temor por parte del Gobierno del Partido Popular, y también por parte del PSOE . Pero unos y otros se negaron a aceptar una realidad que les mostraba claramente que más de una cosa habían hecho mal. En un principio, cuando se convocó a los ciudadanos catalanes a las urnas, hubo un cierto aire sardónico e incluso preñado de ironía por parte del Gobierno y el partido gobernante en el Reino de España, la prepotencia de la muchachada de la gaviota les impidió valorar en su justa medida el trabajo que la sociedad civil catalana desde hacía meses estaba llevando a cabo para poder llevar a las urnas sus ansias de poder expresar en democracia y libertad sus deseos, unas ansias y deseos que día a día se veían cercenados, burlados e incluso vilipendiados por un Gobierno y un partido, el PP, que lleva años ejerciendo su más rancio nacionalismo españolista enfrentado al resto de naciones que forman ese ente llamado España.

Pero de las burlas, y ante el empuje de la ciudadanía, los agoreros del fracaso del 9-N pasaron a lucir rostros preocupados ante una situación que, por prepotentes e ignorantes, se les había escapado de las manos. En las manos del Gobierno y sus acólitos de la “brunete mediática” las cañas de las burlas se trocaron en lanzas atacantes con las que continuar fustigando la libertad y la democracia. Mariano Rajoy y su gabinete de Gobierno volvieron, una vez más, a esconderse bajo el ala de la Justicia, una justicia que en España está cada vez más desacreditada por su deriva hacia el poder y por su genuflexión continua, especialmente la Fiscalía General del Estado, ante las órdenes del poder ejecutivo, demostrando así, una vez más, que Montesquieu ha muerto asesinado por Rajoy y sus corifeos.

Y ante la negativa al democrático derecho al dialogo que el Gobierno español muestra después del 9-N y la actitud macarra, chulesca y amenazante de los responsables del Gobierno de España el Gobierno catalán y sus ciudadanos se sienten abocados a continuar, sin dar un paso atrás, en su camino hacia ese derecho a decidir por sí mismos cual ha de ser el destino de su nación: seguir con el status actual dependiendo de una España que les explota, vilipendia y desprecia, como hizo Mariano Rajoy hace pocos días, o comenzar a andar por los caminos de la libertad como nación independiente, y con una buena vecindad, de esa España que, a pesar de los años, sigue haciendo honor a aquel verso de Machado que afirmaba en su día que España “desprecia cuanto ignora”.

En Catalunya ahora llega la hora de las decisiones, hora difícil y cuya hoja de ruta debe ser meditada con cautela para no errar. Ya hemos visto a Artur Mas y Oriol Junqueras aparecer ante dos auditorios, diferentes pero en parte coincidentes, para desgranar sus propuestas. Y mientras uno, el President, habla de acudir a unas elecciones plebiscitarias bajo el paraguas de una única lista reforzada con nombres preeminentes de la sociedad civil el otro, Junqueras, se decanta por acudir a unas elecciones constituyentes cada uno bajo el amparo de sus siglas aunque con un punto en común, cual es el logro de la declaración de la independencia de Catalunya.

Ahora las espadas están en lo alto y la pelota en el tejado de CiU, coalición a la que interesa acudir en lista única para paliar el descalabro electoral, pese al aumento de popularidad y aprecio de Artur Mas en las últimas semanas, que puede sufrir en unas próximas elecciones. Pese a que todos ellos estén a favor de la independencia de Catalunya es muy difícil conseguir que CDC- a la Unió de Durán i Lleida ni se la espera, consiga convencer tanto a ERC como a la CUP de acudir todos juntos bajo una sola lista a los comicios. Son muchas las cosas que les separan a ellos y a sus lectores, especialmente en el aspecto social. Por tanto entramos ahora en unas semanas de diálogo, discusiones y pactos, y, especialmente en cálculos matemáticos ya que no siempre el acudir unidos a las elecciones puede suponer más diputados en el Parlament. Así que lo más fácil es que CDC, ERC i CUP en pocos meses acudan a las elecciones juntos pero no revueltos.

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