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Etiquetas | Feminismo | Establishment | Estados Unidos

​Una nueva Internacional Comunista amenaza con invadir Europa y América

“No hay diferencia entre comunismo y socialismo, excepto en la manera de conseguir el mismo objetivo final: el comunismo propone esclavizar al hombre mediante la fuerza, el socialismo mediante el voto. Es la misma diferencia que hay entre asesinato y suicidio.” Ayn Rand
Miguel Massanet
viernes, 5 de junio de 2020, 08:31 h (CET)

Cuando se utiliza la excusa, todo lo lamentable y reprobable que se quiera, de la muerte de un ciudadano negro en los EE.UU para, primero, organizar un despliegue nacional de vandalismo, destrozos, agresiones, intentos de establecer el terrorismo callejero y de convertir a la nación americana en un avispero revolucionario que obligue al presidente Trump a verse forzado a utilizar al ejército cuando, ni con el apoyo de la Guardia Nacional, se consigue detener el estallido de protestas, nada pacíficas y, evidentemente, dirigidas y organizadas por activistas bien organizados, sin cuya intervención y dirección difícilmente se hubiera podido extender el conflicto, por todos los rincones de la nación americana y, segundo, que otros países del mundo caracterizados por su rechazo al actual gobierno estadounidense, se hayan convertido en sedes involuntarias o, acaso, favorecidas por sus gobiernos, de protestas multitudinarias en solidaridad con los grupos de revoltosos americanos, algo que no ha ocurrido nunca en el caso de la dictadura venezolana, aquella que su dirigente Maduro ha convertido en la negación absoluta de la democracia, el ejemplo de la opresión y la pérdida de libertades de los ciudadanos, motivo de que millones de ellos hayan tenido que abandonar su país para evitar ser asesinados, encarcelados o sometidos a la más absoluta pobreza; es que algo evidentemente extraño está ocurriendo, extrañas maquinaciones se están desarrollando en las cloacas de la política mundial, cuyo conocimiento nos está vedado a los ciudadanos de a pie, pero que es obvio que una sincronización tan bien organizada, unas multitudes tan numerosas y una identidad en cuanto a los medios utilizados en todos los lugares en que se producen tales revueltas, los alborotadores, las consignas y, especialmente, el objetivo perfectamente identificado en la persona del presidente de los EE.UU señor Trump, seguramente con una amplia cooperación del partido demócrata americano; no dejan lugar a dudar de que todo forma parte de una gran conspiración encaminada a minar la fuerza de la nación más poderosa del mundo y, de paso, a resucitar lo que para todo el mundo y, en especial, para Europa, ya se había convertido en una momia del pasado, el partido comunista, como consecuencia del descalabro político de la antigua URSS.

Aín Rand, la escritora y filósofa rusa, ya fallecida, que residía en los EE.UU, detestada por las izquierdas comunistoides, defendía el egoísmo racional, el individualismo y el capitalismo laissez faire, argumentando que es el único sistema económico que le permite al ser humano vivir como tal, es decir, haciendo uso de su facultad de razonar. En consecuencia, rechazaba absolutamente el socialismo, el altruismo y la religión. Afirmaba algo que, desgraciadamente, en la actualidad se está dando en nuestra nación, cuando aseguraba que las discrepancias entre el comunismo y el socialismo:“Eran la misma diferencia que hay entre asesinato y suicidio.”. Todos hemos oído hablar de señores, como el multimillonario Soros y de otros “influencers”, que llevan años intentando desequilibrar el mundo ( ha quedado demostrado que este señor ha estado financiando al independentismo catalán), sujetos que nunca aparecen en público, que se mantienen en el anonimato pero, que desde sus organizaciones empresariales, sus lobbies y sus cártel, tienen el poder de poder influir en los gobiernos de muchas naciones que, en muchas ocasiones, no son más que meros ejecutores de las órdenes que reciben de ellos.

Este tipo de masonería que, en realidad, no se trata más que de profesionales de la política sumergida; son los que, seguramente, están manejando los hilos de esta campaña de descrédito contra el presidente Trump quien, pese a sus rarezas y excentricidades, fue elegido democráticamente por la mayoría de los ciudadanos norteamericanos, pese a que lo demócratas nunca lo ha querido aceptar como presidente y a que, incluso, entre los propios republicanos del viejo establishment del partido tampoco se le quería como presidente. Pero lo que, sin duda, tiene todos los visos de un intento de enterrar el capitalismo, organizado a escala mundial y, últimamente, con todos los visos de buscar la menor excusa posible para soliviantar a las multitudes descontentas, la miseria que parece que nos amenaza gravemente como consecuencia de los estragos del coronavirus, la probable crisis económica que se vaticina para los próximos meses y la propaganda en favor del feminismo, convertida en persistente y radicalizada por grupos importantes de mujeres que se han visto sorprendidas, especialmente en el caso de España, por haber sido consideradas como responsables de la expansión rápida de la pandemia del Covid 19, a causa de haber convocado, con la anuencia del Gobierno, sabiéndose de que, desde enero pasado ya existían avisos de contagios del coronavirus, una magna manifestación de exaltación del feminismo en Madrid y en otras ciudades del país. Un error garrafal de nuestras autoridades que, seguramente, ha hecho que el número de fallecimientos ( en realidad, según estudios del INE, más de 44.000) registrados como consecuencia de la epidemia sea superior al que la epidemia, por si misma, se debiera haber cobrado.

En España, la gran manifestación contra Trump que se celebró en Gerona, aparte de representar un claro acto de hostilidad hacia una nación a la que se debiera considerar amiga, ha sido otra muestra más de lo que es un flagrante incumplimiento que se está produciendo de las medidas sanitarias previstas por el Gobierno, que prohíbe asistir a partidos de futbol, a corridas de toros, a grupos números de personas, obligando a mantener las distancias de seguridad y, a la vez, a llevar obligatoriamente mascarillas cuando se circula por lugares donde es imposible mantener las distancias establecidas.; mientras por conveniencias partidistas se dejó llevar por sus intereses políticos.

Y es que, señores, lamentablemente, en este país existen dos varas de medir para sus ciudadanos según se trate de conservadores o progresistas. Pero es que, por si fuera poco esta distinción de trato y de derechos, contraria a los preceptos constitucionales, según sean sus intereses políticos, se da la circunstancia de que, el actual gobierno filocomunista que tenemos, se ha abrogado el derecho de tener patente de corso para, prescindiendo de la normativa vigente, al margen de los decretazos con los que nos gobiernan sin que nadie pueda evitarlo, imponer un evidente cordón sanitario a los partidos de la oposición, a los que se les niega el derecho legítimo a la crítica (ellos lo consideran crispación), la facultad de los señores parlamentarios de la derecha a defenderse de los insultos de señor Iglesias, como el líder de Podemos, al que se le permite ofender a la señora Álvarez de Toledo haciendo mofa de sus títulos nobiliarios, pero que no admiten que la propia parlamentaria le conteste haciendo alusión al pasado terrorista del padre del señor Iglesias, algo que, por demás, es rigurosamente cierto.

En realidad, se puede decir que la presencia de mujeres en el gobierno de esta nación, en lugar de aportar sensatez, moderación, sentido común y paz, se han convertido en lo que, para los griegos de la antigüedad eran las Arpías, genios maléficos con cuerpo de ave de rapiña, horrendo rostro de mujer, orejas de oso y afiladas garras, que llevaban consigo tempestades, pestes e infortunio. Con raras excepciones su modo de expresarse, su forma desabrida de dirigirse a la derecha, sus modales tabernarios y la expresión de sus rostros (vean a la señora Calvo como retuerce los músculos de su faz para transformarla en la pura expresión diabólica del odio y el rencor.), a lo que acompañan su falta de cintura política y este feminismo, mal entendido, que les hace considerar a cualquier persona del género opuesto como a un potencial enemigo al que hay que destruir ( lo mismo opinaban aquellas milicianas, de tiempos de la Guerra Civil, que se paseaban por las calles, cubiertas con monos y armadas hasta los dientes para cargarse a cualquiera que tuviera la osadía de incomodarlas o que les pareciera que era un “faccioso” o un “meapilas”) y a las que, por supuesto, no les importa mentir, injuriar, desobedecer las leyes o hacer lo necesario, justo o injusto, legal o ilegal, para conseguir aquellos objetivos que sirvan para alcanzar los fines de lograr imponer su ideario marxista a todo el pueblo español, guste o no guste.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que, la tormenta que parece que, inevitablemente, parece que se va a descargar, con toda la furia de un ciclón tropical, sobre las democracias europeas, si la Comunidad Europea no toma las medidas precisas para evitar que estos intentos descarados de desestabilizar la democracia y dar paso a nuevas regímenes de carácter totalitario, como el que, en la actualidad, nos está amenazando a los españoles; es muy posible que, cuando se quieran dar cuenta, ya no se esté a tiempo para librarnos de la mala semilla que la plaga del comunismo bolivariano, poco a poco, está intentando que germine. Y aquí va una reflexión del escritor español Gil Bejes Sampao: “Cuando las mujeres se hayan liberado al fin, habrá que invertir el péndulo y empezar con la liberación del hombre”, pues así sea.



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No es fácil escribir ni reflexionar sobre abstracciones en días de zozobra y perplejidad. Pero, asimismo, no está de más buscar un cierto distanciamiento de los acontecimientos, para no entrar al trapo de las idas y venidas en la opinión, muy dependientes de valoraciones subjetivas basadas en el desconocimiento o en datos sin contrastar.

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