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Atrapados cada día entre las noticias producidas por las causas y efectos de lo que decide Donald Trump (ahora los aranceles), así como la concatenación de borrascas potentes con nombres alfabéticos en nuestro país (Nuria es la próxima), ha pasado inadvertida la llegada de la primavera, así como el día mundial de la poesía, el pasado 21 de marzo. Como cada año, puntuales a su cita, nos traen la promesa de un tiempo mejor.
Los bajitos del Gobierno, José Manuel Albares y Margarita Robles, andan a la gresca. Albares, ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, quiere la cartera de Defensa de Robles. Pero ésta, que fue y estuvo en Exteriores, parece que no quiere irse. Por preparación y el oficio de exjuez, Robles sabe leyes, ayudó en la Moción de Censura contra Rajoy, el sanchismo le debe la Moncloa, Sánchez la presidencia.
Qué tiempos aquellos de la burbuja, de la gomina, y de la construcción, en los que los nuevos y fulgurantes ricos entretenían al personal mientras los auténticos poderosos de siempre, los de herencia y colegio inglés, disfrutaban las playas de tantos y tantos paraísos.
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