Acabamos de iniciar un año con las mismas perspectivas que el pasado. Llenas de dificultades y bajo la incógnita de si vamos a desterrar definitivamente la pandemia de nuestras vidas. Esperamos que a lo largo del mismo podamos desprendernos de las puñeteras mascarillas y se nos permita volver a abrazarnos. Ojo, mucho más que antes, que nos estábamos volviendo un poco despegados.
Necesitamos una fuerte dosis de optimismo y un poquito de más vergüenza. Especialmente por parte de algunos descerebrados que se han tomado las normas a choteo y han continuado con sus fiestorras inacabables. Si yo tuviera alguna autoridad, cosa que gracias a Dios no tengo, les habría dejado seguir, pero confinándolos radicalmente durante el tiempo necesario para evitar posibles contagios exteriores. Cerrados a cal y canto. De forma que se alimentaran de las comidas, bebidas y sustancias con las que se lo pasan tan bien. Como son tan “libres” que comieran hierba del campo. Volviendo a nuestras posibilidades. Vamos a poder salir de esta. Como salieron nuestros antepasados después de situaciones más duras que las actuales. Volveremos a poder reunirnos, cantar, reír y comer juntos. Veremos nuestras caras completas, de cerca, sin parecer que vamos a atracar un banco.
Tengo la gran suerte de vivir en una casa vieja pero con muchos recursos. En el trocito de jardín que disfruto, permanece, desde hace más de treinta años, un desvencijado mecedor con tres sillitas pendientes de sus cadenas. Es el paraíso de mis nietos, como fue el de mis hijos. Ayer se encontraban tres de los más pequeños disfrutando de sus fuertes balanceos ataviados con sus mascarillas correspondientes. Se han acostumbrado a ellas por completo. Para ellos no existe el “bicho”.
Mi buena noticia de hoy me la transmiten los niños. Siempre llenos de alegrías, de ilusiones y de futuro. El año 2021 es ahora un recién nacido. Nos llega lleno de posibilidades de mejora (peor es imposible). Nos hace albergar la esperanza de que SE PUEDE. Claro que se puede. El mismo que me decía esto, comparaba al ser humano con aquellas pelotas de goma de nuestra infancia. Mientras más fuerte era su caída, más alto rebotaban. Estamos en el fondo de la piscina. Un pequeño impulso de nuestros pies nos lanzará hacia la luz y el aire limpio del porvenir. Definitivamente se puede. Feliz año.
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