Escrito por: Marioantonio Rosa
“Con el término “invisible” nos referimos no sólo a cuerpos sutiles o entidades numinosas que yacen en una banda elusiva del espectro de la percepción, nos referimos también a las ideas, pensamientos, emociones, valores, arquetipos y la suma de las partes que conforman unidades a las cuales llamamos la esencia de las cosas, la personalidad o el espíritu y que nunca se muestran de manera explícita y exhaustiva en la materia visible”. Alejandro Martínez Gallardo
El hombre tiene un invisible que se sepulta cotidiano por los asuntos de la vida y sus horarios. El hombre de nuestros días, partícula del S. XXI, es un invisible esencial, contrario, convocado, disperso, cuantitativo, dubitativo, y respira, sobre todo. Caben tantas definiciones sobre el invisible del hombre que, aun no tengo claro cuántas páginas se atreverían a corresponderse. Hemos, como especie, elegido buenos y malos invisibles; invisibles memorables abiertos a la iluminación, otros invisibles marchosos, funestos, graves e invisibles en desarrollo que necesitan camino o reflexión. De modo que, poseemos dentro de la palpable imperfección que nos define, una agitada, ansiosa y surtidora invisibilidad.
Y así, al cauce de este andamio, nos llega un libro de poesía. Pero la poesía es magistral en su causa y efecto de practicar sus invisibles. Así, Ghérasim Luca podía llamar a la existencia una silla torrencial y vacía e incluía el amor, como primer dispositivo de ebullición. Ya ahí tenemos un invisible. Luego, Tania Anaid Ramos González convoca la voz definitiva de la mujer escapando radiante a ocupar su eterno mediante su entrega Invisibilidades, (Ediciones Areté Boricua 2020). Ocurre entonces, una propuesta de poesía en una coordenada de definición y de homenaje, partiendo de la mujer como la gran suma que nos hará de nuevo cercanos a la transparencia. No ocurrirá la mujer borrada. No puede persistir como un oscuro invisible:
Qué desmán osado te ha borrado, dime,
sin sentido viajas tras la sombra azul distraída vagas como errante albur puesta sin aliento ni lugar de origen. (Mujer Borrada)
Un soneto, nos hace ser humanos, conscientes, aspirantes a la diferencia, y este es el poema que abre el libro. ¿Son mías estas invisibilidades? Ha preguntado la poeta. Creo que la propiedad partiendo de su expresión ya nos pertenece a todos, porque, somos irremediables bajo una lastimada invisibilidad-verán mucho esta palabra como una cábala en este escrito-el callar, no ver, no ir. Ramos González lo establece como punto de partida. Y lo hace brillante en un soneto capaz de ser mundo. AZULA, pseudónimo que acompaña a esta voz de poesía, ya en rumbo, ya propia, ya de totalidad, nos impone, como un viento reino de su tacto y memoria el mensaje localizado de todo punto cardinal, todo grito, toda demanda. La humanidad es la mujer que necesitamos para ser libres.
No existe otra premisa. El libro posee tres hemisferios, tres mapas donde el lector sabrá ubicarse y distinguirse en este auténtico texto. El primer hemisferio está dedicado a la poeta uruguaya Idea Vilariño y su epígrafe impone su ley de gravedad, partiendo de la posesión y la invisibilidad. Los poemas de esta primera sección seducen un minimalismo vital, una brevedad arrancada del ingenio y de propósito con el mensaje. Ya desde ahí la voz poética se aleja sumergida en su “gran invisible” dentro de la muchedumbre que nos comparte la vivencia.
La segunda sección está dedicada a la poeta puertorriqueña Angelamaría Dávila, la infinita autora de Animal fiero y tierno libro esencial marcado como guía de nuestra Literatura Nacional, y desde luego más allá del atlántico y el Mar Caribe. Aquí ocurre una segunda brasa de expresión, los poemas se extienden; cada poema lleva una piel cálida, lo palpable y la invisibilidad caducean lozanos y certeros. Más aun, AZULA, se descubre: Azula se mece en las vocales desiertas de humedad y junto a las mieles y el pan devorado tributa ansiedades delebles. Azula se tiende en la noche comida de luces se muerde la lengua, su lengua, escribe algún verso y vuelve a borrarse.
¿Será la caricia otra invisibilidad nocturna? Pregunta llevada en los dedos, en el duermevela festivo de la cama ocupada, o sublimidad ya ofrecida al corazón encontrado y desnudado. Excelentes poemas, nada más cabe, bueno, esa buena elección de un invisible sediento a retratarse. En la tercera sección-tomo y obligo a llamarle hemisferio-es movimiento, acción del invisible, quizá el mas concreto de los invisibles echados en el astrolabio personal de la poeta. Dedicada a la activista puertorriqueña Lolita Aulet, entramos ya en la voz de la muchedumbre, y la poeta elige vivir el alma y espíritu del templo humano.
Los discursos invocan sus zonas de inundación, la crítica al zarandeo del hombre y su país; es presente, mordaz, consolidada. Despertar-o quizá Sócrates en su apología dijo que morir era precisamente eso, despertar-denuncia la poeta que su país, el mío, el nuestro, el amado, el sufrido se pierde, porque practica la necedad. Cierto, el letargo puertorriqueño dormita y hace dormitar sus nuevas fronteras, acalla vanguardias, disloca iluminaciones. En ese mismo discurso, conmueve hasta la contemplación su poema A Gaza ¿y quién no ha visitado esa habitación poseída de acribilladas almas reguladas por la injusticia?
Hay dolores que te dejan sin voz en el letargo amargo de los vivos-muertos. La celosía del enemigo devela su última críptica y las palabras, y las palabras en el aire se llenan de huesos; Al otro lado del mar, las miradas son ahogadas; el amor afelpado en la mezquita más próxima se ha congelado, la rabia sigue ganando ciertas batallas. y el amor se va asentando tristemente por el suelo. (A Gaza)
Muerte y sombra, sombra y llanto, muerte e infinito. El hermanamiento obliga a abrazar la causa, ya terrenal y dividida, que hacemos por rabia nuestra. De los tres hemisferios del libro, éste, es el detonante del ser y su lugar en la vida. Observa, clama, grita, convulsa la sombras que le atacan. La poeta, intacta, define el camino.
Importante este surco luminoso. El libro cierra con un soneto, un retorno al origen, y un empuje al seguimiento. El soneto se hace entonces ronda y sésamo de este libro, que de por sí se ha sorprendido inolvidable. Una lectura de día por día… y siempre. Sobre el autor
Marioantonio Rosa, (San Juan, Puerto Rico) Es poeta, editor, periodista cultural, crítico literario y profesor de literatura. Publicó, Misivas para los tiempos de paz, 1997; Tristezas de la erótica, 2003; Duelo a la Transparencia, 2005; y La tierra de mañana, 2018. Formó parte de la Antología Poetas para el Mundo Voces para la Educación junto a Ernesto Cardenal y Raúl Zurita de Chile, auspiciado por el Sindicato de Maestros de México, y la Nueva Antología de Poesía Hispanoamérica, auspiciada por la Revista Ómnibus en España. Al presente dirige junto a Marta Emmanuelli el proyecto editorial Palabra-Pórtico Editores.
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