El hábito de leer no solo es una cuestión unilateral, se trata de una situación por lo menos de dos partes: el lector y el generador de contenidos.
Es probable que los lectores tengan que vencer diversos inconvenientes para ejercer la lectura, pero, por otra parte, los escritores, editores, empresas de sitios web, periódicos, etc., también tienen que salir airosos de las barreras que se cruzan para crear lazos de complicidad con los lectores.
Unos tienen que vencer varias barreras para asumirse lectores, los generadores de lecturas también. Por ello, parece fácil, pero no lo es, que cuando se lee, las personas queden atrapadas.
Leer y quedar atrapados, enganchados, interesados de lo que se tiene enfrente es algo buscado por lectores de todo tipo, debido a que es un placer que edifica.
Como lectores queremos ser seducidos por ese artículo, revista, cuento, ensayo, poema, etc., que nos haga ir y venir una y otra vez a esas letras como si se tratase de un consejero, de una voz que merece ser escuchada permanentemente por su profundidad o por su belleza.
¿Acaso no es común saber de lecturas que se convierten en indispensables e imprescindibles al lado de quien atrapan?
Creo que, todo escritor aspira generar obra que se convierta en inseparable.
Pienso todo esto mientras leo con detenimiento las líneas escritas por Macedonio Vidal que conforman el editorial de Filigramma, la revista del Círculo de Escritores Sabersinfin:
“La calidad del trabajo literario de quienes participan en la elaboración de Filigramma queda plasmado en cada página de la revista, y en la medida que surge un nuevo número, queda también de manifiesto el avance en la consolidación tanto en lo literario como en lo artístico, así como en todos y cada uno de los artículos que pueblan cada espacio de las páginas en donde no sobra y tampoco falta nada, y sin embargo, la puerta queda abierta para que el lector entre y quede atrapado, y cuando relea una y otra vez cada página, reciba un sinfín de sensaciones y nuevas interpretaciones”.
Atrapar a alguien con letras de su autoría solo es una forma de decir que éstas son vehículo de liberación, porque, quizá, regresar a las líneas sea una especie de impulso, como si se tratase de un fulcro para potenciar la imaginación, la creatividad, nuestra inteligencia. Felicito a todos aquellos que intentan atrapar para bien con su obra a los millones de lectores esparcidos por el mundo, en particular, a quienes hicieron posible la edición más reciente de Filigramma.
Quiero terminar mi reflexión semanal compartiendo el link para descargar gratuitamente la revista Filigramma número 7 (bit.ly/2Y5zJoy) y con este poema de mi autoría que trata otros aspectos de lo que te he venido compartiendo, se titula: Un no sé qué.
Ese poema tiene un no sé qué, que lo leo y lo leo y cada vez algo me da, no me deja el mismo, me siento diferente en cada ida y vuelta, como si fuese una especie de río que al atravesarlo un poco se lleva de mí y una pizca me deja de sí.
No sé si sea yo o sea él, o quizá se trate de una sintonía, un acoplamiento o una conjunción invisible la que hace posible el acomodo de piezas, el cambio de tornillos, el refrescamiento de tuercas.
Cada palabra es precisa, cada alegoría es potencia, cada figura también y el ritmo cuasi imperceptible te pone a la distancia correcta, en el ángulo exacto para que el lector –en funciones de diana–, sea receptor seguro de cuanto misil lírico le sea disparado.
No sé qué tiene ese poema, que lo he convertido en mi bandera, en mi divisa, en mi escudo de armas, en mi lema, en mi portavoz en el mundo de las letras.
Algo tiene ese poema que cada vez que lo leo está más en mí, muy cerca de ti y más alejado del mundo de afuera.
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