“Las virtudes del ave solitaria” es el nombre de un homenaje a Juan Goytisolo que se realizará en Marrakech, este 17 de Abril. El nombre no puede ser más apropiado, dado que debido a su intransigencia en cuestiones de principios, el actual Premio Cervantes de Literatura debió seguir muchas veces en soledad su camino por el mundo de las letras.
Para seguir una ruta solitaria se requiere no solo ser virtuoso, también tener mucho espíritu de sacrificio, por lo que cualquier homenaje que se le rinda será insuficiente.
Uno de los temas en los cuales Goytisolo nunca transigió fue el problema del Sahara, del que en 1979 realizó una radiografía aún no superada.
Vimos recientemente cómo los donantes europeos lamentaban la gigantesca malversación que realizan con sus aportes humanitarios, los miembros del Polisario y las autoridades de Argelia.
Lo que facilita esta malversación es la imposibilidad,ya notada por Goytisolo a fines de los 70, de establecer las diferencias raciales, lingüísticas, religiosas,económicas y sociales entre las poblaciones del Sahara Occidental y las del Sáhara argelino, el sur de Marruecos y norte de Mauritania y Malí.
Definitivamente, es imposible encontrar una entidad mínimamente diferenciada de los contornos geográfico-culturales que rodean el territorio “saharaui”.
Es que existen cuatro grandes tribus saharianas: Los erguibats, instalados no sólo en el Sáhara Occidental, sino también en el surde Marruecos, noreste de Mauritania y suroeste de Argelia, los tuaregs (en Mauritania y Argelia), los chaamba (en el sur de Argelia y Malí) y los tubús(en el Chad).
Si se decidiera crear un estado sólo de erguibats, que están repartidos en tres países, ello exigiría la modificación y nuevo trazado de las fronteras de todos los países del área. Ello es incompatible con el dogma que defienden quienes apoyan la “causa saharaui”, el de la intangibilidad de las fronteras coloniales africanas. Esta defensa es la que les impide aceptar que la reconquista del Sahara por Marruecos sólo fue la reconstitución parcial de unas fronteras que había mutilado el colonialismo.
Argelia ha intentado engañar al mundo haciendo pasar por refugiados del Sáhara Occidental no sólo a sus propios erguibats sino también a decenas de miles de tuaregs, chaambas y otros nómadas procedentes de Mali y aún de Níger (que abandonaron sus habituales zonas de pastoreo a consecuencia de la dramática sequía del Sahel).
Si alguien está pensando que el tribalismo pertenece al pasado en esas latitudes, tendría que revisar lo sucedido hace apenas dos años.
La rebelión tuareg de 2012 debería haber aleccionado a los europeos de la forma en que se desencadenan hechos sucesivos similares. En ese año, los tuareg declararon la guerra al gobierno de Malí en la región de Azawad, del Sáhara. La mala gestión de la crisis obligó la renuncia de presidente de Malí, pero los tuaregs no pudieron jamás tomar el poder dado que distintas facciones de los rebeldes se declararon entre sí una guerra que pronto devino en sangrienta, demostrando que el Frente Polisario había fracasado rotundamente en su intento de eliminar las tribus.
Lo había intentado el pacto de Unión Nacional de 1975 en Mauritania, promoviendo entre otras medidas los matrimonios intertribales.
Sin embargo, cuando en 1991 acabó la guerra en el desierto, y debía realizarse el referéndum, se hacían llamados a inscribirse nuevamente teniendo en cuenta las tribus. Pero el factor más gravitante fue, precisamente, la entrada en los campamentos del dinero de la ayuda internacional. Este flujo originó economías paralelas e informales, y fue profundizando las desigualdades sociales que antes eran casi imperceptibles. En ese contexto recobró importancia el sentido de pertenecer a una determinada tribu.
Escribió Sophie Caratini que los habitantes del desierto son "hijos del pasto estacional y de la nube portadora de lluvia".
Si incluimos en esa biodiversidad a los falsificadores de censos y malversadores de ayuda humanitaria, puede agregarse que también los engendra el fraude argelino en el Sahara Occidental.
|