Ha empezado la cuaresma y quiero ayunar estos días de política a ver si consigo tener el espíritu bien dispuesto.
Nos cuentan los Evangelios que Jesús fue empujado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Podemos preguntarnos la razón de que Jesús, el Hijo de Dios tuviera que ser tentado por Satanás y entiendo que al hacerse hombre como nosotros, sujeto al hambre y al dolor, también debió estar sujeto a las tentaciones del maligno como cada uno de nosotros.
En la oración del Padrenuestro que nos enseñó Jesús y que todos conocemos y más de una vez rezamos, pedimos que Dios no nos deje caer en la tentación y que nos libre del mal, no de cualquier mal como pueda ser una enfermedad o un accidente, sino del mal que nos propone un ser maligno que quiere perdernos, que busca nuestra condenación al igual que Satanás y los suyos fueron condenados por rebelarse contra Dios.
Cuando Satanás conoce que ha llegado al mundo alguien que se dice Hijo de Dios se apresta a averiguarlo y aprovechando la ocasión de que Jesús, después de ayunar cuarenta días tiene hambre le propone: di que estas piedras se conviertan en panes pero Jesús le contestó que no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Convertir las piedras en pan parece algo bueno ya que en el mundo hay hambre y mucha gente, si recibe alimentos gratis, inmediatamente está dispuesta a aceptar el sistema que se lo dé, aunque luego se encuentren con otras servidumbres con las que no contaban.
La segunda tentación tiene lugar en el pináculo del templo adonde Satanás ha llevado a Jesús y le propone que si es Hijo de Dios se tire al vacio y no le pasará nada porque está escrito que Dios lo librará pero Jesús la responde que también está escrito que no tentarás al Señor tu Dios. Dios es el señor de todo lo creado ya sean hombres, ángeles o demonios.
Conseguir la admiración de la gente es una tendencia humana casi irresistible y para ello muchos están dispuestos a hacer cualquier alarde de velocidad, de resistencia o de desafío al peligro que solo sirven para hinchar nuestro yo, salir en los medios y basta. Lo realmente valioso a los ojos de Dios es hacer el bien sin que tu mano izquierda conozca lo que hace tu derecha y esto con humildad y perseverancia.
En la tercera tentación el demonio cree que será irresistible. Le muestra todos los reinos del mundo y le dice que se los dará todos si se postra ante él y lo adora. Pero Jesús le contesta que al Señor tú Dios rendirás homenaje y a él solo prestarás servicio.
La gran mayoría de las personas están dispuestas a postrarse ante el demonio y rendirle homenaje a cambio de disfrutar, aunque sea en una pequeña parte del poder entrando en la política, por ejemplo.
Son tres tentaciones que sufrió Jesús y que sufrimos cada uno de nosotros. La tentación de multiplicar los bienes para ser aclamado por todos los hambrientos, la tentación de la vanidad para ser reconocidos como más fuertes, más ágiles, más rápidos, (aunque haya que hacer alguna trampa) y la tentación del poder, de mandar, de estar por encima de los demás de imponer a todos su visión de las cosas, de las relaciones entre las personas y de sus derechos y obligaciones.
Recemos cada día “no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal” pero de verdad.
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