Los políticos tienen la ineludible obligación de estar siempre en sintonía con aquellos que los votaron. No basta que, durante una campaña electoral, se ofrezcan unas determinadas políticas a los votantes para conseguir sus votos, se les endulcen los oídos mediante promesas u ofrecimientos que se sabe pueden encandilar a determinados ciudadanos, ni que se toque la fibra sensible de los sentimientos del pueblo para ganarse la confianza de los presuntos seguidores que se quiere captar. No digo que todo ello no sea necesario, pero mucho más importante, más eficaz y, por supuesto, más útil y efectivo es que los elegidos, los que han conseguido ganarse la confianza de los votantes y que, por tanto, han asumido oficialmente la obligación, el compromiso y el deber ético y moral de cumplir sus promesas, se preocupen de seguir pulsando la opinión de sus valedores, se cuiden de si están o no satisfechos con sus propias actuaciones y, si se percatan de que existe un descontento o una tirantez inquietante entre los componentes de la base, esmerarse sin tardanza en rectificar, bucear en las causas del desapego y alinearse cuanto antes con la ortodoxia, ocupándose de que aquello, que los que los comisionaron para representarles, consideren que se aparta de los valores, los objetivos o las directrices del partido en cuestión, cuanto antes se reforme, se modifique y, si fuere preciso se anule si, con ello, se recupera la debida sintonía entre electores y elegidos.
En Cataluña, los españoles que formamos parte de su ciudadanía, que seguimos considerándonos, ante todo, españoles y que, no sabemos todavía por qué motivo ni debido a que maldición, nos hemos convertido en los juguetes indefensos y, evidentemente, gravemente perjudicados por el hecho de que existe un Gobierno de una debilidad que contrasta con su osadía y desvergüenza, que depende de dos apoyos fundamentales para mantenerse en el poder: los separatistas catalanes y vascos y los comunistas del señor Pablo Iglesias, agrupados bajo las siglas de Unidas Podemos; personas que nos vemos impotentes ante los avatares de la política catalana y que nos sentimos desprotegidos, abandonados, aislados y fuera de toda posibilidad de mantener nuestros derechos constitucionales en manos, como nos encontramos, de comunistas y separatistas que son los que se reparten el melón de la inopia voluntaria e interesada del gobierno de España.
Lo que sucede y, por desgracia desde hace demasiado tiempo, es que, desde Madrid, por citar el lugar en donde está ubicada la sede del Gobierno, nunca se ha tenido una información adecuada de lo que está sucediendo realmente en esta comunidad del Este de España. Y no solamente esta desinformación les afecta a los partidos que hoy ocupan los despachos de la Moncloa, sino que, para mayor escarnio, ocurre lo mismo en el mayor partido de la oposición, el PP, que parece que sigue sin enterarse de los mensajes que los votantes españoles de Cataluña le hemos estado enviando desde que el señor Casado se hizo con la dirección del partido de Fraga. La última ocasión en la que se ha hecho patente el descontento de los que anteriormente eran fieles votantes del PP en la comunidad de Cataluña, ha sido recientemente, en las votaciones catalanas para le elección del Parlamento Catalán del 14 de febrero, en las que el PP concurría, en un principio con posibilidades de conseguir un resultado mejor pero que, finalmente, gracias a los errores del señor Casado, constituyeron una de las mayores debacles de la historia del partido.
En Cataluña el señor Casado intentó congraciarse con los separatistas incurriendo en uno de los mayores absurdos que puede cometer un político, declarando que no estuvo de acuerdo con la actuación de la policía cuando los disturbios del 1º O del 1917, contradiciendo la postura del PP al respecto. Pero todo ello había venido precedido con una campaña en la que, en toda ocasión, se apreció un servilismo hacia el separatismo catalán, en la que se restó protagonismo al candidato del PP para enfocar el discurso del señor presidente nacional del partido. Los españoles que residimos en Cataluña que, no se olvide, seguimos siendo muchos, esperábamos una campaña agresiva, claramente condenatoria de la situación catalana, en defensa de los derechos y libertades de los que no hemos pertenecido ni apoyado al grupo de los que organizaron y fracasaron pretendiendo declarar unilateralmente la independencia de la supuesta “nación catalana”, aunque sólo fuera por unos segundos. No fue así y, como es natural los votos volaron hacia otros destinos, no porque quienes dejaron de votar al PP hubieran cambiado de opinión respeto a los valores, los principios morales y éticos o las reglas fundamentales por las que se ha venido rigiendo durante años el PP, sino porque ha sido la misma dirección del PP la que, en los últimos meses y, especialmente, en la campaña que ha precedido a las votaciones en Cataluña, la postura de los señores Casado y Teodoro Egea han sido diametralmente opuestas a la que los catalanes simpatizantes del partido esperaban que se llevaran a cabo.
Muchos votamos a VOX porque nos sentimos más identificados con sus postulados, su valentía, sus posturas claras y diáfanas y su posición antiseparatista y anticomunista. Fue un aviso claro de que no estábamos de acuerdo con las nuevas tácticas utilizadas, en las que se percibía claramente una evidente cesión hacia aquellos a los que no se les debía dar ni el más mínimo respiro que contribuyera a que se afianzaran más en sus objetivos independentistas. Las metidas de pata han continuado siendo escandalosas, como ha sucedido con el preacuerdo de renovación del órgano de gobierno del Poder Judicial en el que, las negociaciones de Teodoro, por poco acaban permitiendo que jueces como Ricardo de la Prada, claramente vendidos a la política del PSOE o la jueza Rossell, una comunista declarada, hubieran entrado a formar parte de los elegidos para integrar el órgano de gobierno de los jueces. Cada vez que el PP ha querido pasarse de listo al final ha acabado cometiendo la torpeza de caer en las trampas que le han preparado Sánchez e Iglesias, verdaderos expertos en el arte de la zancadilla política.
Están equivocados muchos comentaristas que siguen empeñados en pensar en que VOX no tenga futuro político respeto a futuras confrontaciones electorales y, sin embargo, parece que piensan que el batacazo de Cataluña de los populares no va a tener repercusión en el resto de España y, no toman en cuenta que, en el País Vasco, el PP tampoco consiguió levantar la cabeza. Resulta significativo que aparezcan encuestas en las que se sigue percibiendo que VOX mantiene su carrera de mejora del voto mientras, tanto socialistas como el PP, siguen perdiendo escaños. Sí, ya se sabe que, si hay quien se siga fiando de las encuestas del CIS, con su director Tezanos a la cabeza, seguirá creyendo que el PSOE continuará consiguiendo espectaculares mejoras, en cuyo caso podríamos descartar las posibilidades electorales de VOX. Pero es que resulta tan evidente el compinchamiento del CIS con el Gobierno, para servirle de propagandista defensor de sus posibilidades electorales que, sólo los incautos que no siguen las vicisitudes de la política, se pueden dejar engañar por trucos de una candidez y desvergüenza semejantes.
Por extraño que pueda parecer, en estos momentos en los que España está al borde de una de las crisis mayores sanitarias, económicas, sociales y, especialmente políticas, con el peligro de que, el actual sistema monárquico parlamentario se vaya al garete para ser sustituido por un régimen republicano de características semejantes al que se instaló en España en el febrero de 1936, la república llamada “del Frente Popular”, de marcado carácter soviético y revolucionario.
El horizonte que se percibe, a medio y largo plazo, respecto a las posibilidades de que España mejore en cuanto a la disminución de nuestra Deuda Pública o por lo que se refiere a la reducción del gasto público o la reducción del déficit fiscal, tanto del gobierno como de las propias autonomías, no parece que tenga visos de mejorar, antes bien, basta echar una mirada a nuestro alrededor y vemos como los ERTES en lugar de ir disminuyendo parece que ya rozan la barrera de los 900.000 desempleados integrados en ellos, unidos a los 3.200.000 parados contabilizados por las oficinas de empleo, nos da una cifra que supera los cuatro millones de personas que requieren de los recursos estatales sin que se vean mejoras apreciables en los próximos meses, en gran parte condicionados por lo que sea la evolución delo Covid 19 y de sus varias cepas que nos siguen amenazando y retrasando la erradicación de semejante epidemia. El señor Casado y la señora Arrimadas, ambos grandes perjudicados por los resultados de las últimas elecciones en Cataluña, debieran de reconsiderar su postura de abierto rechazo respecto a VOX y planearse una política de mutuo acercamiento, sin el cual es evidente que sus posibilidades de vencer a la izquierda son prácticamente nulas, al menos por lo que respeta a los últimos tres años que aún les quedan a Sánchez y los suyos de esta legislatura.
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