Hace unos días pudimos leer en un periódico local las declaraciones de unos estudiantes franceses que estaban viviendo en Málaga gracias al programa Erasmus. En las mismas afirmaban que estaban gozando en estos días, aun de invierno, la misma temperatura que tenían en su país en pleno verano.
Los malagueños, indígenas o de adopción -como es mi caso-, consideramos que el clima que disfrutamos en la Costa del Sol a lo largo de todo el año es el normal. ¡Qué equivocamos estamos! Apenas salimos de Casabermeja hacia arriba escuchamos las quejas de cuantos viven pendientes de la situación climática y se tienen que abrigar como esquimales once meses de cada año y se gastan un pastón en paraguas y chubasqueros porque les llueve un día sí y el otro también. A mediados del pasado siglo se hizo una extraordinaria campaña publicitaria de nuestra costa bajo el concepto de Málaga “Ciudad de Invierno”. Considero que era muy inteligente. Con la misma cerraban el círculo de atracción del turismo a lo largo de todo el año. Hablaba de poder esquiar el mismo día en Sierra Nevada y en las playas malagueñas. Yo la completaría diciendo “Ciudad de invierno, de primavera, de verano y de otoño”.
Los hijos de la rubia Albión, los teutones y los habitantes de lo países nórdicos, captaron con interés este mensaje e inundaron nuestra costa con su presencia vacacional o definitiva. Ellos descubrieron inmediatamente la maravilla que representa el vivir en nuestro entorno malagueño.
Ha pasado un año desde que estamos viviendo una especie de condena a vivir en “libertad vigilada”. Personalmente he salido medio indemne de la misma gracias al clima malagueño. Nos han robado muchos abrazos, pero se nos ha permitido seguir recibiendo el calor del sol y el azul de un cielo que llena de luz y de vida nuestro espíritu. Durante muchos meses hemos disfrutado de un Mediterráneo tranquilo que nos ha abrazado y arropado con sus aguas templadas.
Mientras escribo estas ideas, las playas malagueñas se vuelven a llenar, con las precauciones correspondientes, de familias, de niños, jóvenes y mayores que disfrutan de un clima paradisíaco y envidiable.
Mi buena noticia de hoy se basa en que tenemos totalmente gratis la posibilidad de vivir en una ciudad con un equipamiento, unos jardines, unas playas, unos bares y unos restaurantes envidiables y envidiados. Una ciudad amable donde se puede vivir durante todo el año -salvo unos escasos días- en manga corta o con una rebequita por si acaso. Aprovechémonos que es gratis. Dios se lo pague a Dios.
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