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Bergoglio, ¿Un Papa católico con política de izquierdas?

El enfoque de la Iglesia
Miguel Massanet
martes, 12 de mayo de 2015, 23:17 h (CET)
Puede ser que, para las nuevas generaciones, para aquellos que no entienden demasiado de religión porque nunca se han preocupado por ello o porque siempre han pensado que eran simples historias de meapilas, aferrados a unas creencias anticuadas y fruto de la inventiva de los curas; el comportamiento del actual Papa Francisco, les pueda parecer, como menos, novedoso y hasta se podría decir muy de acuerdo con los nuevos tiempos en los que parece que, los aires del izquierdismo renovado, están tomando carta de naturaleza, después de unos años en los que quedaron descalificados y desacreditados por el gran mazazo que supuso la estrepitosa caída del Muro de Berlín o del, hasta aquellos momentos, inmenso poder soviético de la URRS.

Es cierto que, el Capitalismo, tiene graves defectos que en ocasiones descuida las cuestiones sociales o que hace que sean posibles las grandes fortunas concentradas en unos pocos súper millonarios. Sin embargo, deberemos reconocer que, gracias a que existen grandes emprendedores, visionarios que analizan el futuro con clarividencia, empresarios que invierten el dinero en crear industrias, para ganar dinero, por supuesto, pero, precisamente a causa de ello, buscan que cada euro invertido en su negocio produzca rendimiento y haga viable que su empresa vaya prosperando; lo que, a su vez, permite que los trabajadores que tiene contratados puedan vivir y sostener a sus familias. Es evidente que el empresario que, por otra parte, es quien asume mayormente tanto los beneficios como las pérdidas que se deriven de la explotación de su negocio, es quien, también, asume el riesgo de quedarse sin lo invertido si fracasa en la gestión y enfoque de su industria, sin que, como sucede con los trabajadores, pueda beneficiarse con las ayudas sociales que el Estado democrático tiene previstas para aquellos trabajadores que han perdido su trabajo.

La democracia bien entendida, es la que sabe reconocer a cada ciudadano el valor y las habilidades que tiene y sacar provecho de ello, permitiéndole que pueda acceder a los puestos que le permitan potenciar sus propios méritos y facultades. Unos progresarán, potenciarán sus destrezas y sobresaldrán sobre otros menos competentes pero, a la vez, prestarán servicios a la sociedad que, en el caso de los menos preparados o inteligentes, nunca conseguirían facilitarlos. Una sociedad que no sepa distinguir a unos de otros, que no aproveche las cualidades de sus ciudadanos, premiando a quienes lo merezcan, estará condenada al fracaso y, en consecuencia, a que sus ciudadanos queden condenados a la mediocridad, la pobreza y el retraso.

Pero hay casos en los que, los presuntos predicadores de la igualdad, son personas hábiles en el engaño, en el uso de las palabras, en explotar el disgusto de los ciudadanos, atizando el odio hacia quienes, por méritos propios, han conseguido sobresalir del resto, a los que de forma injusta les atribuyen ser los culpables de la pobreza de sectores de la sociedad, que no han sabido o no han querido, luchar y esforzarse para encontrar un trabajo adecuado, que les garantizase una vida digna dentro de una nación democrática y justa. Estos agitadores, lobos con piel de cordero, predicadores de la igualdad, en realidad no pretenden otra cosa que manejar a las multitudes en su beneficio; para que, mediante la demagogia, el engaño y las falsas promesa, hacerse con el poder, de modo que les permita manejar a su antojo a quienes se han dejado engañar por sus trampas y señuelos.

Es evidente que, la Iglesia Católica, estaba precisada de un revulsivo, una limpieza a fondo de muchos vicios escondidos detrás de los hábitos cardenalicios, los despachos del Vaticano y la curia romana. Es cierto que, dentro del clero, se han descubierto degeneraciones horribles que debían ser erradicadas y situaciones que han escandalizado a multitud de fieles, de modo que, en muchos casos, los católicos han dudado de quienes sucedieron a los apóstoles en la predicación del Evangelio, que se han olvidado, en muchos casos, de que su primera obligación se centraba en una vida ejemplar, siguiendo las enseñanzas de Cristo, dedicada a dirigir a los fieles por el camino de la fe y la caridad. Es obvio que, el Papa Francisco, ha actuado de una manera ejemplar en cuanto a poner orden dentro de la curia, a destapar la corrupción de algunos sectores del clero, a renovar las instituciones vaticanas y a reducir las pompas excesivas en los actos religiosos.

Sin embargo, aquellos que vivimos otros tiempos, nos sorprendemos ante posturas que han cambiado radicalmente respeto a la Iglesia de hace 50 años. Por ejemplo, no entendemos como, en nuestros años de juventud el pecado más grave, por no decir el que más se nos reprochaba a los jóvenes, era el que se refería al sexto mandamiento. Se puede decir que, hoy en día, (hablo de hace muchos años) este tema ha dejado de aparecer de forma habitual en los sermones de las iglesias, como si hubiera dejado de tener importancia. ¿Cómo se entiende que, en algunos confesionarios, se deje de darle la importancia que en otras épocas tuvo? Sin embargo, hoy se habla de pecados más relacionados con la caridad, con las diferencias entre ricos y pobres, incluso el Papa ha hablado del pecado de “la corrupción” como uno de los graves delitos de la humanidad.

Recordamos que los papas de aquellas épocas, PioXII por ejemplo, condenaron el comunismo como una lacra de la humanidad; se consideraba a los homosexuales como indignos de formar parte de la Iglesia; se aplicaban las famosas Bulas (pagando se podía dejar de hacer ayuno en Cuaresma) que afectaban a todos, menos a los más pobres; se establecía la pena de Excomunión contra los divorciados que volvieran a casarse etc. Hoy en día se habla de la comprensión de la Iglesia con los homosexuales, de suavizar el trato con las parejas de divorciados y de dejar de darle la importancia al sacramento de la penitencia. Todos estos cambios, no reconocidos oficialmente, en algunos casos quedan evidenciados por el comportamiento de los ministros de la Iglesia, cuando en sus prédicas en la iglesias se olvidan de atacar con valentía el tema del aborto, un crimen que, en España, se tolera oficialmente sin que desde el clero se reivindique con firmeza la erradicación de tamaño genocidio. ¿Qué pasa, con estos cambios que han dejado, aparentemente, de ser motivo de especial preocupación por el clero?

El personaje del actual Papa Francisco, puede que tuviera que profundizar más en los problemas internos de la Iglesia católica, en clarificar aquellas dudas que los católicos tenemos respecto a cuestiones que, a través del tiempo, han experimentado cambios. Si nos enseñaron que Jesucristo dijo claramente que “su reino no era de este mundo” o aquello de “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”; no acabamos de entender que, el Papa Francisco, parezca que, influido por su nacionalidad argentina y el peronismo de la Kirchner (con cuya mandataria le une una buena amistad); parece que ha decidido intervenir en algunas cuestiones de política internacional que resultan sorprendentes. Por ejemplo la reciente entrevista con el señor Raúl Castro ¿Acaso se puede olvidar que los Castro de Cuba son unos dictadores que encarcelan a los opositores sin que, en Cuba, existan indicios de democracia ni de las libertades a las que, todos los ciudadanos, tienen derecho? ¿El comunismo de Cuba es más válido que el de Corea del Norte? El que Obama, en pleno intento de hacerse perdonar sus fracasos, busque ceder ante los Castros, después de años de enfrentamiento, nada más nos indica la debilidad de un señor que no ha cumplido con sus promesas electorales. ¿Es que buscar el reencuentro entre Cuba y los EE.UU, en busca de la Paz, basta para olvidarse de los crímenes del castrismo?

Nos choca que, el Papa Francisco, haya decidido enfocar la doctrina de la Iglesia católica, en temas internacionales, bajo un evidente acercamiento a teorías próximas al filo comunismo y en contra del capitalismo, con el que se muestra muy crítico; cuando es obvio que el comunismo siempre ha acabado con la opresión de los pobres y la agudización de la miseria. O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie y con el máximo respeto, en lo religioso, por el Papa Francisco; nos sentimos sorprendidos por su extraña política exterior.

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