I´ll be your mirrror es una breve, sencilla y preciosa canción de The Velvet Underground. En ella, Nico, con una voz lívida, se ofrece a ser el espejo de la persona a quien ama. Le dice cosas tan bonitas como “cuando pienses que por dentro eres retorcido o desagradable, déjame hacerte ver que estás ciego, porque yo te veo. Seré tu espejo”.
Necesitamos un espejo, alguien que nos recuerde quiénes somos cuando la lluvia de la rutina o las tempestades del azar nos hacen olvidarlo. Cuando caemos en esos agujeros -a veces abisales- de esta cosa menuda que es la vida, nuestro espejo nos rescata del sumidero del desasosiego.
La imagen del espejo puede ser idílica, pero eso no la vuelve falsa. En realidad, no somos más que una mezcla de acciones, palabras y pensamientos. Todo fluye en nuestro yo y nada permanece. Como dice Shakespeare, “estamos hechos de la materia de los sueños”. Hay un principio de incertidumbre aplicable a conocer a otra persona: el mero hecho de intentarlo ya supone tener una visión inexacta, subjetiva: la nuestra. Pero lo cierto es que no hay otra posible. Por eso la certeza del espejo es irrebatible. Su imagen es palpable como el sol en la cara.
Todo el mundo debería tener su espejo, alguien que le recuerda la maravilla de ser que lo habita. Pero a veces el cristal se agrieta, se resquebraja y acaba por despedazarse. Otras veces el espejo ya no vale. La imagen está ahí, al otro lado, pero la hemos cubierto con pintura negra. Entonces el espejo sufre porque es inútil, una puerta tapiada, un aullido enjaulado, un vivo enterrado, esperando la mano de quien puede desenterrarlo.
En la canción, Nico acaba repitiendo una y otra vez “seré tu espejo, seré tu espejo”, hasta que su voz se diluye en el silencio. Queda en el aire un vacío pequeño, leve y hermoso. Y uno quisiera vivir en él.
|