Afectada por la muerte de su mejor amiga, Claire (Anais Demoustier) decide hacer una visita a David (Romain Duris), el marido de ésta, que vive junto con la pequeña Lucie, su hija. Es entonces cuando Claire descubre la afición de David por travestirse.
 Desde Rainer Werner Fassbinder, no recuerdo una reflexión tan compleja, original y atrevida sobre la identidad sexual (y emocional) del individuo como esta deliciosa extravagancia del cineasta galo François Ozon (Dans la maison, 2012). Lamentablemente, por lo que leo y escucho, no todos han sabido apreciarla como merece.
Une nouvelle amie se inicia con una sucesión de planos detalle de un cadáver que está siendo maquillado y vestido en el interior de un ataúd. Se trata del cuerpo sin vida de Laura (Isild Le Besco), la amiga de siempre de Claire, la protagonista, que ha muerto joven a consecuencia de una grave enfermedad. Como se irá viendo con el paso de los minutos, la decisión por parte del realizador de empezar así no es en absoluto arbitraria, puesto que los actos de maquillarse y vestirse jugarán un papel muy importante en el desarrollo de la trama. Estos diez primeros minutos de metraje, acompañados por la delicada partitura de Phillippe Rombi, son de una condensación y economía narrativas en verdad admirable. Mientras Claire lee su discurso de despedida hacia Laura en la iglesia, Ozon inserta un flashback (no será el único durante la película) en el que se nos muestra la estrecha relación que han mantenido ambas a lo largo de la vida, desde que se conocieron de niñas en la escuela, hasta que contrajeron matrimonio con sus respectivas parejas. En general, todo el filme está exquisitamente escrito (el guión es obra del propio Ozon a partir de un relato corto de la escritora británica Ruth Rendell), rodado e interpretado, destacando el magnífico trabajo de Romain Duris en su doble rol de David/Virginia.
Como ocurría en Rebeca (Rebecca, 1940), de Alfred Hitchcock, o Laura (ídem, 1944), de Otto Preminger; o incluso Vértigo (Vertigo, 1958), también de Hitchcock (la rubia y la pelirroja), la ausencia permanentemente presente de un personaje condiciona el comportamiento del resto. Aquí, el dolor por la pérdida de Laura, convertido en obsesión, provoca en los dos protagonistas la irrupción de sus deseos más profundos, hasta ese momento velados, reprimidos: el travestismo en el caso de David, y la homosexualidad en el caso de Claire. Ambos han compartido el mismo objeto de deseo: Laura. Es por esa razón que el primero intenta transformarse en ella (utiliza sus vestidos y se pone una peluca rubia similar al cabello que lucía la fallecida); y la segunda, poseerla a través del primero.
Duelo, sorpresa, incredulidad, acercamiento, comprensión, amistad, deseo, temor, ¿amor? Así podrían definirse los distintos estadios por los que atraviesa la relación entre Claire y Virginia (que no David). Ozon, que vuelve a dar muestras de sus dotes como narrador y de una elegante sencillez en la puesta en escena, enfatiza durante toda la película la dualidad identitaria de sus personajes a través del uso metafórico de los espejos (muy abundantes), el vestuario y el maquillaje.
Un trabajo notable, en definitiva. Equilibrado en su mezcla de drama y humor, complejo, audaz y sumamente entretenido.
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