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«José Romeu es un personaje cautivador que lo tiene todo para convertirse en un mito»

​Juan Ramón Barat, escritor
Herme Cerezo
martes, 11 de mayo de 2021, 02:44 h (CET)

PORTADA BARATHace unos días se cumplió el bicentenario del fallecimiento de Napoleón Bonaparte en la isla de Santa Elena. El emperador francés anhelaba tener Europa en su puño y para eso, entre otros territorios, trató de anexionarse la Península Ibérica. En su empeño tropezó con el empecinamiento de los nativos, que no querían dejarse dominar. Resultaba imposible para el ejército nacional, si es que entonces se le podía denominar de esta manera, plantar cara a la temible Grande Armée napoleónica, así que los españoles optaron por tender multitud de escaramuzas y emboscadas, eso que en el ambiente castrense se conoce como la guerra de guerrillas. Muchas fueron las partidas que a esto se dedicaron y muchos los cabecillas que las dirigieron. Uno de ellos, José Francisco Pelegrín Romeu y Parras, natural de Morvedre, antiguo nombre de la ciudad de Sagunto, les plantó cara a lo largo de varios años con un puñado de fieles valientes. Dotado de una inteligencia táctica singular, a pesar de que no era militar de oficio, logró infligir numerosas pérdidas a los franceses a través de sus incursiones. Juan Ramón Barat (València, 1959) ha dedicado su esfuerzo a conocer la figura de este hombre y, recientemente, ha publicado su nueva novela, ‘Jaque al emperador’ (Algaida), en la que glosa y recupera las andanzas de Romeu durante la llamada Guerra del Francés. Fue un lunes de mayo, temprano, cuando mediante el teléfono, la grabadora y un puñado de notas, comenzamos a conversar sobre tan singular personaje.  


JUAN RAMON BARAT DEFJuan Ramón, ¿qué hace un poeta como tú escribiendo una novela histórica, un género que cultivas desde hace tiempo? 

Como dices, en el fondo yo soy poeta. Me he dedicado a la poesía durante muchos años. He publicado poemarios y ganado premios, pero un día un amigo y editor me propuso el reto de escribir una novela sobre Joan Bautista Basset. Me puse a investigar sobre él y descubrí que era un tipo nacido en Alboraia, pueblo de mi madre, que había participado en la Guerra de Sucesión española. Pronto me identifiqué con Basset, porque se preocupaba por los humildes, los «maulets», gente campesina y labradora y me puse a escribir sobre él. El libro tuvo bastante éxito y me encontré muy a gusto con el género histórico. Para alguien como yo, a quien le interesaba la literatura y la historia, podía ser un filón interesante. A partir de ahí, fui tirando del hilo y fueron apareciendo otros personajes, como José Romeu.   


Cuenta, pues, ¿cómo te tropezaste con el protagonista de ‘Jaque al emperador’? 

A Romeu lo conocí también por mi amigo editor, ahora ya jubilado. Me explicó que había nacido en Sagunto y que había luchado contra Napoleón. Y me ocurrió igual que con Basset: fue un flechazo. Descubrí que Blasco Ibáñez había escrito una novela sobre él, que no me gustó demasiado, y pregunté a la gente por Romeu. Observé que salvo en Sagunto, donde tiene dedicada una calle y un colegio lleva su nombre, no era muy conocido. Y decidí escribir sobre su figura, porque es un personaje cautivador que lo tiene todo para llegar a ser un mito. 


¿Qué cosas en común tienen Romeu y Basset? 

Basset y Romeu comparten la nobleza, el concepto de honor, la lealtad a sus principios, un sentimiento de la justicia por encima de lo normal, la capacidad de liderazgo y la defensa de los humildes, porque ambos provenían de una extracción social baja. También, por supuesto, la lealtad a la corona: Basset hacia el archiduque Carlos y Romeu hacia Fernando VII, que entonces estaba en el exilio y cuyo regreso constituyó un auténtico desastre. Por último, ambos sufrieron un final desdichado. Fueron personajes que parecían marcados por un estigma.  


Entre ‘1707’ y ‘Jaque al emperador’ han transcurrido cien años. ¿Qué diferencias encuentras entre la España de Guerra de Secesión y la de la Guerra del Francés? 

Cuando llegó Napoleón, durante el reinado de Carlos IV, España era un país centralizado, en el que nadie hablaba del reino de València o del de Aragón. Era un tema que ni se planteaba. Eso no significaba que la gente no hablase valenciano, pero la situación había cambiado completamente desde los tiempos de la Guerra de Sucesión. En la contienda contra Napoleón, lucharon españoles contra franceses, mientras que en la de Sucesión media España luchó contra la otra media, incluyendo mercenarios extranjeros, y en ambos conflictos hubo afrancesados, que en la de Sucesión se llamaron «botifleurs».  


¿El hecho de escribir sobre un personaje real como Romeu ha condicionado tu escritura? ¿Has podido tejer las tramas estructurales a tu gusto? 

Este hecho no me perjudica en absoluto. Al revés, me allana el trabajo porque me dejo llevar por el propio hilo de la historia. Napoleón llegó en 1808 y a partir de ahí sigo, cronológicamente, los acontecimientos en los que participó Romeu, lo que me facilita la estructura de la novela. Pero es bien cierto que, si no hubiera fabulación literaria por mi parte, el libro solo sería una crónica histórica. Sé que he de lograr un equilibrio entre la parte real y la inventada y ahí echo mano de personajes secundarios, unos reales y otros no, que me permiten idear escenas que, en muchas ocasiones, no son inventadas del todo porque se basan en hechos que sucedieron en verdad. Pero esto no modifica para nada la esencia de la Historia con mayúscula, porque la Historia es la que es y no la podemos cambiar. Yo puedo intervenir en lo que Unamuno llamaba intrahistoria, la de la gente de a pie como nosotros que, en definitiva, es la que da sabor a la novela.  


Cuentas en el libro que Napoleón no pagaba a sus soldados, que vivían del botín y la rapiña, ¿eso acentuaba la crueldad de los invasores? 

Es algo que me pregunta mucha gente. Me imagino que los mariscales y generales cobrarían sus sueldos, pero la mayoría de los soldados iban al botín, al expolio absoluto y se comportaban como una auténtica apisonadora, ya que saqueaban templos, monasterios y también cementerios. Supongo que, cuando las tropas sobrepasan la raya del límite de la decencia humana, caen en el pozo de la depravación y ya todo les da igual. Hacen lo que quieren. 


El ejército napoleónico estaba bien organizado y pertrechado, mientras que aquí eran los ayuntamientos quienes reclutaban las tropas, como ocurrió con Romeu al que el consistorio de Murviedro le proporcionó combatientes, ¿no existía en España un ejército organizado durante la Guerra del Francés? 

La situación del ejército y de las guarniciones no era buena y parece que era un mal endémico en nuestro país. No soy especialista, pero cada vez que leo sobre este tema, veo que la situación era precaria. Ignoro si eso sucedía por asuntos de corrupción, por desvío de fondos o porque en verdad se destinaba poco dinero a las tropas y a su armamento. Si Napoleón llegó con trescientos mil soldados, bien estructurados y pertrechados, aquí no llegábamos ni a la tercera parte de efectivos y estaban pendientes de lo que los ayuntamientos pudieran entregar, como le ocurrió a Romeu con el llamado tercio saguntino. En España, cuando vieron lo que se les venía encima, todo el mundo se puso a luchar con las armas que tenía a mano. Por eso surgieron personajes como Agustina de Aragón. 


A propósito de Agustina de Aragón. En el colegio nos enseñaron que hubo guerrilleros que eran frailes y religiosos, como el Cura Merino. Pero en tu novela aparece una guerrillera, Rosario Sánchez, ¿en verdad hubo mujeres en estas partidas o es una licencia que te has tomado? 

No, no, había de todo. Hubo curas, como Asensio Nebot de Nules, y también estudiantes y mujeres. El caso de la morellana Rosario Sánchez era el de una mujer que había visto como los franceses asesinaban a su marido y a sus hijos e intentaron violarla a ella. Así que, con ese panorama, solo le quedaba la opción de matar gabachos y para ello se enroló en una guerrilla.  


¿Cuántas veces ha aparecido en tu mente la imagen del cuadro ‘Los fusilamientos’ de Goya mientras escribías ‘Jaque al emperador’? 

En la novela hay escenas terribles y esa pintura, junto con otras muchas cosas, se me han venido a la mente. Hay escenas pavorosas, como las de Uclés y Chinchón, lugares a los que llegaron los invasores y decidieron fusilar a cien españoles por cada francés muerto. Y obligaron a la población a presenciar las ejecuciones, que fueron como las del 2 de mayo. También en Almenara mataron a los padres y madres de los guerrilleros que estaban en las montañas. Los franceses cometieron barbaridades, pero era algo normal en una situación de guerra. Otros muchos han hecho lo mismo a lo largo de la Historia.   


¿Podríamos definir ‘Jaque al emperador’ como una novela dura, pero tremendamente humana? 

Te agradezco mucho esa reflexión, porque estoy completamente de acuerdo con ella. La novela es durísima en el sentido de que cuenta una guerra en la que murió gran cantidad de gente y muchos lo hicieron de forma salvaje. Fue dura por lo que ocurrió y por lo que significó, ya que su desenlace supuso el regreso de Fernando VII, un personaje que representa una de las peores páginas de nuestra historia. Su entronización fue mucho peor que la propia guerra en sí. También es dura porque el propio José Romeu, el protagonista, vivió una vida difícil y un final cruel. Pero como has dicho, al mismo tiempo es un libro humano, porque yo he querido compaginar esa dureza con el retrato del mosaico humano que intervino en la guerra. Me ha interesado mucho conocer cómo la gente sufrió y vivió la contienda, cómo se enamoraron y desenamoraron en aquellos momentos. Al leer ‘Jaque al emperador’, unas veces reímos y otras lloramos. 


Al final de la novela demuestras tu enfado porque Romeu vivió y murió como un héroe, pero pocos le recuerdan. En general, ¿este país se muestra ingrato con las personas que dieron su vida por él? 

Pues no lo sé, porque cada país tiene su cruz. La nuestra parece ser repetirnos a nosotros mismos en nuestras desgracias. Somos un país cainita, siempre luchando unos contra otros. Nos pasó durante la Guerra de Sucesión, las Guerras Carlistas y la Guerra Civil y hoy sigue igual. Basta con ver los debates políticos para comprobarlo. No aprendemos de nuestros errores y no podemos olvidar el pasado. Solemos echar capas de cal viva sobre los personajes de nuestra historia y estamos condenados a repetirnos continuamente. No podemos derogar la Ley de la Memoria Histórica, ni vivir sobre un país de cunetas llenas de muertos anónimos, en el que media España continúa queriendo echar cal sobre todo eso. Hay muchos personajes en el olvido y creo que debemos rescatar nuestra memoria para siempre.  


Terminamos por hoy: ¿manejas ya algún proyecto nuevo en tu cabeza? 

Actualmente estoy trabajando en otro proyecto histórico, que está bastante avanzado. La época en que se desarrolla es el siglo XX, pero no quiero anticipar nada más.  

Herme Cerezo 

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