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¿Tiene sentido la castidad aquí y ahora?

La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí que es una pedagogía de la libertad humana
Francisco Rodríguez
miércoles, 24 de junio de 2015, 23:11 h (CET)
El Papa ha pedido a los jóvenes en Turín que rechacen las actuales versiones hedonistas del amor y hagan el esfuerzo de vivirlo en modo casto, aunque no sea fácil. Dijo también que el Papa tiene que arriesgarse y decir una palabra impopular: el amor no debe usar a los otros, el amor es casto, por eso les digo ¡sean castos!

Hablar de la castidad en este mundo erotizado, corre el riesgo de caer en el vacío. Pero la virtud de la castidad no es una antigualla a expulsar de nuestras vidas, sino una exigencia ineludible si queremos ser realmente personas.

La sociedad actual ha aceptado la realidad social del aborto, la realidad social del amancebamiento y la realidad social de la impudicia generalizada. No creo que tales aceptaciones nos estén llevando a una sociedad mejor sino por el contrario a un envilecimiento creciente.

La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí que es una pedagogía de la libertad humana. La dignidad del hombre requiere que actúe según una elección consciente y libre y no bajo el impulso de sus pasiones o la coacción externa. Es una tarea personal y cultural, pues el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la sociedad misma están mutuamente condicionados.

Someter los instintos a la razón y crecer como persona unificada capaz de donarse en libertad para el amor, viviéndola en la continencia perfecta si se es llamado a la virginidad o el celibato para servir mejor al prójimo, viviéndola en la amistad respetuosa con los demás para compartir ideas, actividades, aficiones, sin tratar de usar el cuerpo ajeno para goce propio o viviéndola en la complementariedad del matrimonio como don definitivo.

La castidad es necesaria en el noviazgo, aunque sea difícil. Es un periodo de ilusiones, de proyectos de vida, pero también de respeto absoluto del otro hasta el matrimonio. Me dirán que eso no se lleva que todos lo hacen, pero la fragilidad de los matrimonios actuales ¿no radicará en la búsqueda ansiosa del placer sexual a toda costa, sin dominio alguno de los instintos?

La vida matrimonial tiene necesidad de poseer en alto grado la virtud de la castidad tanto para mantener la fidelidad al don recíproco que se dieron al casarse, como para ejercitar la sexualidad con las limitaciones que la vida misma impone. Cada cónyuge no es para el otro un objeto de placer siempre disponible. La paternidad responsable de que hablaba Pablo VI exige sin duda el ejercicio de la castidad.

Hablar de castidad, aquí y ahora, representa un riesgo como dice el Papa, pero es el mismo riesgo que tuvieron los primeros cristianos que proponían a las gentes vivir según el espíritu y no según la carne, pero en esto consiste la misión de la Iglesia: anunciar el evangelio de Jesús, aunque ello conlleve el riesgo de la incomprensión, de la persecución, de la marginación, pero estaría incompleta la llamada a la castidad si no se anunciara, al mismo tiempo, la ayuda de Dios, disponible siempre para todos los que se la pidan..

Los cristianos podemos desnaturalizar el mensaje de Jesús y acomodarnos a las ideas del mundo. En lugar de evangelizar al mundo, mundanizar la Iglesia. Algo de eso ya está ocurriendo pues pocos predicadores dicen lo que ha dicho el Papa: ¡Sed castos! Algunos piensan que hay que rebajar las exigencias del evangelio para agradar a la gente. Rechacemos tal tentación.

Es posible que este artículo sea objeto de burla por parte de la gente, pero si al menos alguna persona decide emprender el difícil camino de la castidad habrá valido la pena escribirlo.

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