En una de las muchas conversaciones que he mantenido sobre las consecuencias de la maldita pandemia del Covid-19, mi interlocutor ponderaba la apreciable mejora obtenida en las relaciones familiares a lo largo de la misma.
Esta circunstancia ha permitido la convivencia mucho más cercana y el deseo de supervivencia de los más afectados por la enfermedad: los mayores. Hemos apreciado mucho más lo que tenemos, ante el temor a perderlo. Hemos comprendido la necesidad de salvarnos en racimo. Hemos valorado mucho más lo que gozamos, en vez de amargarnos por lo que nos falta.
Una vez pasado el confinamiento estricto, en mi vuelta a la “nueva normalidad”, vengo observando unas imágenes que difícilmente podía contemplar años pasados. Parejas de mayores que, pertrechados de sus mascarillas, pasean, realizan sus compras, acuden a vacunarse y realizan todas las tareas diarias cogidos de la mano.
Dan la sensación de no querer perder el contacto físico con aquel o aquella que le transmite seguridad y le hace perder el miedo al contagio. La relación entre las parejas de mayores ha tomado una nueva dimensión basada en la más estrecha convivencia y el apoyo mutuo.
El contemplar a esas parejas formadas por los miembros más mayores del segmento de plata, me han producido una sensación de ternura ante una forma de relacionarse muy diferente al de muchas de las parejas más jóvenes, que basan su encuentro en llegar “al fondo” de la situación rápidamente y sin ningún tipo de compromiso posterior. Una especie de “amor” temporal.
Espero que esta costumbre perdure en el tiempo. Que los mayores sigamos descubriendo y valorando las virtudes de quién ha compartido nuestras vidas a lo largo de muchos años. Espero que perdamos la costumbre de considerar a nuestro cónyuge como algo caduco y digno de la operación “renove”. Espero que sigamos cogiditos de la mano. Aunque a veces nos de vergüenza.
Termino con una frase que he podido pescar de Twister: “He visto una pareja correr fuerte para no perder el autobús. Hubiera sido más fácil soltarse la mano, pero ellos querían perderlo juntos”. Algo así ha pasado con nuestras vidas.
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