Entre la sinceridad y el candor inocente se infiltra de refilón la condición del INGENUO, que viene a reflejar otros matices alejados un tanto de la franqueza inicial. La sinceridad acompañada de la inteligencia detecta las condiciones del entorno y a su vez las cualidades propias. El candor parece limitado a las fases iniciales de los contactos cognitivos. La ingenuidad se adentra en la idea de las carencias, por la incapacidad de percibir aspectos relevantes de sus circunstancias; por lo tanto, entraña una tranquilidad escapada de los avatares reales. Es conveniente no llegar a confundirla con la ficción interesada de unos ingenuos aparentes orientados al engaño productivo.
Los impulsos nacidos en cada persona adquieren consistencias muy diversas, modificadas así mismo por el calor puesto en la refriega. Menos candorosos e ingenuos, todo lo contrario por lo general, surgen los personajes de relumbrón destacando del inmenso conjunto. Voy a denominarlos gente DISTINGUIDA, aceptando enseguida las numerosas vías adoptadas para alcanzar esa distinción; porque haberlas las hay con dimensiones contradictorias. El entusiasmo puede consolidar eminencias meritorias por las aportaciones en sus sectores; a la callada, de dominio público, al hilo de sus obras. Ancladas en el mero famoseo o incluso destacar por lo proceloso de sus actuaciones.
El etiquetado de las acciones emprendidas tampoco vale demasiado, las inquietudes se multiplican, sobre todo cuando cada momento atrae consigo matices diferentes. Uno mismo cambia con el paso de los años y la sociedad acumula variaciones. Los prejuicios de ayer desaparecen o se convierten en razones contundentes al son de las mencionadas evoluciones. Las sesudas valoraciones de antaño pueden quedar obsoletas. La TEMPORALIDAD se cierne sobre nosotros como una cúpula atosigante, impregna cualquier faceta existencial. Como comprobaremos en la simple observación cotidiana, los razonamientos actuales se distancian de las circunstancias históricas o de las futuribles.
Aún con las mejores intenciones, el fuego interior tropieza con el enfriamiento propio, pero le cuesta hacer acto de presencia en la comunidad; depende también de la calidad del fuego. Digámoslo con el recurso del sentir poético:
VOLCÁN INCESANTE
Ante los clarividentes,
Aparezco reticente.
Camino muy extrañado
En azarosa contienda.
Los buenos aprendizajes,
Sin compromisos tenaces,
Derrapan en la espesura.
Escapan apresurados
Hacia territorio ignoto.
Porque el destino comienza
Por la presencia turgente
De los bien dispuestos seres
Agentes en su aventura.
Con cansera y esperanzas
Corrijo puntos endebles,
En busca del compañero,
Lejos de cualquier lindero
Fabulamos un cobijo
En la intimidad selecta
Para encauzar el volcán.
La exuberancia de las expresiones es cosa natural dada la inmensa concurrencia de participantes en cualquier asunto; no digamos cuando son realzadas por la potencia mediática altisonante. Su misma profusión dificulta el entendimiento de los significados en un caso concreto. Sin embargo, a la vera de dicha exaltación detectamos un fenómeno insatisfactorio en pleno auge. Me refiero a la ínfima calidad de los CONTENIDOS, salvo valiosas intervenciones. La ligereza entretenida arrumba los conceptos para convertirlos en simples armas arrojadizas en el jolgorio de una mediocridad preocupante; aunque lejos de preocupar, luce vociferante con anhelos desaforados.
La derivación de los entusiasmos apunta a una proclamación de las movidas incesantes, convertidas en nuevo fanatismo cargado de arrogante intolerancia ante las posturas de diferente orientación. El carrusel no se detiene ante apuntes reflexivos, impone sus comportamientos acelerados; abandonados a un destino fluyente despersonalizado. Precisamente en la época con mejores condiciones para el ejercicio de la PRESENCIA concreta de las personas; ese ejercicio que pudiera parecer primordial, permanece desdibujado en estos ambientes. El destino apunta a un desatino de campeonato, subyace el clamor por una propuesta cabal por parte de seres inteligentes.
Es preciso ponernos en situación de apreciar en lo que valen las ingentes MARAVILLAS del tiempo presente, técnicas, artísticas, médicas, medios culturales, descubrimientos fronterizos… Su frondosidad impregna las condiciones vitales, aproximarnos a sus fundamentos es la tarea realmente fascinante porque nos implica de lleno. Las renuncias disgregan nuestra personalidad, la tornan inconsistente.
El VITALISMO crucial como seres humanos nos involucra en la comprensión, el pluralismo y la congruencia en las actuaciones. Es el ímpetu volcánico mecedor de las mejores atenciones, en aras de la auténtica realización personal, comunitaria y de relacionarnos con el resto del mundo. Visto así se entiende donde residen las mediocridades.