Según la escritora, abogada y activista social Riane Eisler: “Sabemos gracias a los estudios de ADN y evidencias arqueológicas, que durante millares de años las sociedades no eran violentas ni jerárquicas ni estaban dominadas por los hombres. Se adoraba a la diosa y la humanidad vivía en paz y en harmonía sin la dominación patriarcal. Para mantener las tradiciones de dominio y de control, ya sea hombre sobre hombre, hombre sobre mujer, raza sobre raza, se ha inventado la idea de que la dominación forma parte de la naturaleza humana, y no es verdad… Esta es una teoría. La que ahora estudian muchos arqueólogos es que grupos aislados periféricos empezaron a introducir la dominación y las armas en las sociedades agrícolas pacíficas e igualitarias…
Nos demuestran que la dominación masculina, la violencia y el autoritarismo no son consubstanciales en el ámbito humano ni son eternas. Un mundo más pacífico e igualitario no es una cosa utópica, así lo hemos sido la mayor parte de nuestra historia y es una posibilidad real para nuestro futuro”.
En la entrevista que Ima Sanchís le hace a Riane Eisler, la entrevistada no lo dice explícitamente. Implícitamente deja entrever el concepto evolucionista de la aparición del hombre en diversos lugares, independientes los unos de los otros, y que grupos aislados, periféricos contaminaron a las sociedades pacíficas e igualitarias. Es una opinión que no refleja la realidad.
La activista social afirma que lo que relata se remonta a 4.300 años a. C. La Biblia sitúa la creación a unos 8.000 años a. C. Lo que relata la Biblia no encaja con los estudios antropológicos a los que se refiere la abogada y activista social. El apóstol Pablo encontrándose en Atenas fue llevado al Areópago para que expusiera ante los sabios las doctrinas que anunciaba. Refiriéndose a la creación del hombre dice. “Y de una sangre ha hecho (Dios) todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra, y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación” (Hechos 17: 26).
Los evolucionistas se vuelven locos intentando descifrar el enigma del origen del hombre. Los evolucionistas no creen en la creación. Es por esto que les es un enigma su aparición en la tierra. Cada vez que se descubren nuevos fragmentos craneanos difunden a bombo y platillos el encuentro de un antepasado nuestro. Un hallazgo reciente: “El cráneo, uno de los fósiles humanos más bien conservado del mundo que acaba de ser estudiado, es de la especie Homo longui u hombre drac, un nuevo linaje humano según los científicos chinos que lo han documentado, puede ser nuestro pariente más cercano. Otro paso hacia delante en la compleja evolución humana”.
Xi jun Ni, profesor de perinatología y paleontología de la Academia China de Ciencias, exclama entusiasmado: “¡Hemos hallado nuestro linaje, hermano perdido hace tiempo!“ ¿Cuánto tiempo durará la alegría?
Los científicos evolucionistas se vuelven lelos buscando el eslabón perdido que conecte a los primates con el Homo sapiens sapiens, por mucho que se afanen no lo van a encontrar porque no existe. Génesis nos dice que el hombre es creación de Dios desvinculado de cualquier consanguinidad con los primates.
Según Riane Eisler: “Grupos periféricos empezaron a introducir la dominación en las sociedades agrícolas pacificas e igualitarias”. Existe una opinión más convincente y plausible que se encuentra en el libro de Génesis que desvincula cualquier consanguinidad entre el hombre y los animales. Refiriéndose a ello, el apóstol Pablo dice: “No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces y otra la de las aves” (1 Corintios 15: 39). La carne del hombre no es la de los primates.
Según Riane Eisler: “Grupos aislados periféricos comenzaron a introducir la dominación y las armas en las sociedades agrícolas y pacíficas e igualitarias”. Es decir que la violencia que caracteriza al Homo sapiens sapiens se debe a un virus importado. Si fuese así se deberían encontrar en las profundidades de la selva amazónica alguna tribu pacífica, sin manifestaciones violentas. No es así. Por recóndita que se haya encontrado una tribu, sin relación alguna con el mundo exterior, la violencia estaba en ella. La causa se debe a que también son descendencia de Adán, y herederos de su pecado de haber comido el fruto del árbol prohibido. (Génesis 2: 17). En el mismo instante en que Adán pecó se convirtió en transmisor del virus de la violencia. En su descendencia. El primer asesinato registrado en la historia lo cometió Caín, el primogénito de Adán (Génesis 4: 8).
Las pinturas que el hombre prehistórico ha dejado grabadas en las rocas de las cuevas que le daban cobijo, son el testimonio del cambio que se produjo en el hombre debido al pecado: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles” (Romanos 1. 22,23). La conversión del Dios invisible en una imagen fue la causa de que la maldad se convirtiese en metástasis mortal. (Romanos 1: 18-32).
El hallazgo reciente de fósiles en Israel dicen que cambian la historia de la evolución y se dice que iluminan el misterio del origen de la humanidad. De hecho oscurecen todavía más el misterio. Se va de hallazgo en hallazgo, sin encontrar la luz que esclarezca el misterio. ¿Por qué no se encuentra la luz necesaria que ilumine el misterio de nuestro origen? El motivo es sencillo. Al abandonar a Dios y menospreciar la Biblia, su palabra revelada no se encuentra la “lámpara a sus pies que es la palabra (de Dios), y lumbrera a su camino”(Salmo 119: 105, deja al hombre en la más espesa oscuridad espiritual.
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