Ante el horrible atentado en el centro de la capital de Tailandia en el que han perecido, al menos, 27 personas surgen varios interrogantes. En primer lugar, no se sabe todavía, si han sido los insurgentes musulmanes los que han hecho estallar las bombas, o son otro tipo de grupos políticos violentos.
Lo que está clara es la intención de sembrar el pánico entre los turistas que abarrotan el centro de esta capital asiática. Ya que como reconoce el ministro de Defensa de Tailandia Prawit Wongsuwan: «Los autores han intentado destruir nuestra economía y el turismo, ya que el atentado ha ocurrido en el distrito turístico».
Parece que, ante la locura fanática del terrorismo, todas las precauciones que se puedan tomar son pocas. Y más, quizás, en los países asiáticos que, por la cantidad de población que tienen, son más difícilmente controlables desde una perspectiva de seguridad.
De todos modos es cierto que el azar y la suerte influyen en la vida de una manera significativa. Y si no, basta con darse cuenta de los turistas chinos y taiwandeses y de los restantes fallecidos que no contaban, en absoluto, con estar viviendo sus últimas horas de vida en el centro de esta bella y populosa ciudad.
Las circunstancias azarosas y aleatorias no pueden ser previstas, de modo absoluto, por los seres humanos. Lo que, si cabe, es que las embajadas de los estados avisen a las personas que viajan a las zonas de riesgo, algo que ya se hace, aunque es, salvo en algunos países, bastante relativo e impreciso. Porque la conducta no es predecible con certeza. Lo deseable es que la lista de muertos no aumente, y no haya heridos o muertos españoles.
Es evidente que el riesgo cero es imposible de lograr. En lo que sí se puede avanzar es en la información realista y seria sobre posibles riesgos en los destinos que visitan los turistas. Aunque esta valoración de niveles de peligrosidad o riesgo puede variar en cuestión de semanas o meses, con lo que las dudas sobre la fiabilidad de los datos que advierten sobre posibles explosiones de origen terrorista, secuestros, violencia, etc., tal vez, por desgracia, no desaparecen del todo.
La actitud más coherente y racional de cara a los turistas y viajeros, me parece que es, a mi juicio, evitar ir a destinos en los que existan, considerables dudas, acerca de la seguridad que ofrecen las fuerzas de seguridad, y las autoridades a las personas que visitan estos territorios.
En estos países de Asia parece que los recursos de investigación de la policía deberían ser mucho mayores para evitar los atentados, y para estar pendientes también de la inestabilidad política, con el fin de controlarla para impedir males mayores.
De todas formas, con el paso del tiempo, creo que el turismo masivo volverá a Bangkok. Esperemos que para que se dé esta situación se refuerzen mucho más la vigilancia cotidiana, y la investigación constante y minuciosa por parte también de los servicios secretos o de espionaje de Tailandia. Aunque esto tampoco suponga una garantía total de ausencia de atentados.
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