La complejidad del mundo parece no tener cabida en nuestras mentes. Información caracterizada en ocasiones por su pobreza y, en otras, por excesividad de detalles. De recibirla a cuenta gotas pasamos a la inundación de la especulación y, de repente, a la sequía de la concreción. Focos que cambian de objetivo condicionados por el temporal meteorológico (dónde golpee el viento). Fragmentos hechos puzzle que intentamos componer, con mayor o menor éxito, en nuestra cabeza bajo el paraguas de una política cada vez más ilógica, irracional pero, sobre todo, interesada. Interés envuelto en democracia materializado en forma de reservas naturales como petróleo o gas natural, ubicación geoestratégica al margen. Se nos escapa. Afganistán, la cara; Haití, la cruz.
Cuesta creer cómo, a día de hoy, se lleve a cabo un ataque a la democracia de este calibre que provoque la huída desesperada de americanos y occidentales. Una imagen que multiplica la victoria, poder y perspicacia talibán. Chinos y rusos, exentos de pecado, se acomodan. Vaya paradoja. Los tiros, una vez más, constatan la continuidad política por otros medios. De la invasión americana a la “invasión” de América por miles de refugiados afganos que, tarde o temprano, se convertirán en votos. Un nuevo mapa electoral que se suma al cambio histórico de tendencia sociológica con la decadente supremacía blanca. Ni contigo, ni sin ti.
Quizá el rey emérito podría tirar de contactos y echar un capote a la democracia desde oriente. Sabemos de su destreza, pues las clases escolares de historia así nos lo grabaron. Aunque su huída fuera a un país donde el lujo contrasta - a pesar de sus buenos gestos ante la crisis afgana - con la escasez de derechos y libertades ciudadanas. En cambio, el embajador español cesado, Gabriel Ferrán, permanece en Afganistán hasta completar la evacuación de todos los españoles y colaboradores. Otra paradoja. Mientras, el gobierno español hace - eficaz y admirablemente, así como con reconocimiento internacional - malabares en la repatriación.
Numerosas ciudades europeas, desde Alemania hasta Italia, Francia hasta España, incluidas Madrid y Barcelona, ofrecen asilo a los refugiados mientras continúa la repatriación de los menores marroquíes de Ceuta al país africano. Acciones cuestionadas por su legalidad que chocan con la posición de acogida afgana. La política manda y vende. Ahora el foco está en Afganistán y no en Marruecos. Contrabando de votos.
La barbarie talibán cae representada en la mujer afgana. En un mundo donde el feminismo apremia en la política. Y es precisamente ese el enfoque que lo atañe, en lugar del vital componente educativo, estrechamente ligado al religioso, más allá del cultural.
Ruido que destella con el silencio caribeño. El presidente haitiano era asesinado en un atentado contra la democracia que constata una cultura del mercenario y la mafia que sigue viva en varios territorios latinos. Desde el Vaticano se pregona solidaridad de puertas para afuera. El cristiano auxilia mientras el cristianismo recoge. Lo de predicar con el ejemplo no renta. Territorios de primera o de segunda según su rédito.
Entretanto, Colau llora. Un llanto a la incapacidad de tolerar la crítica. Como un niño ignorado. Una señal de ser superado sumado a la debilidad y la derrota. Lágrimas que le honran por su sinceridad pero que le delatan como política. Le viene grande. A su lado, Jordi Sánchez continúa vestido de orador a la americana, al borde de la preeminencia de la raza indepe frente a la del resto de España. Buscan hastiarnos y lo logran. Vaya paradojas. Se nos escapa.
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