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Perplejidad decisiva

Sin estar seguros hay que decidir a diario, atentos a los posibles riesgos
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 2 de septiembre de 2021, 10:40 h (CET)

Contra lo que pudiera parecer desde una mirada torpe, al bien comunitario no se accede desde una imposición homogénea de maneras de actuar o de pensar; la diversidad es radical, imposibilita cualquier propuesta uniformista. El lenguaje específico de cada individuo, sus ACTITUDES son primordiales a la hora de configurar una comunidad; suprimirlos degrada el proyecto. En estos tiempos de abrumadores mensajes e imágenes, esa condición es agobiante, pero no enriquece al conjunto. Es la disposición de cada sujeto para afrontar dicha situación, la generadora de aportaciones valiosas. El cuidado de esas actitudes primarias es decisivo para enarbolar propuestas estratégicas para el empeño común.


Hasta cuando uno determina no tomar ninguna decisión, está decidiendo. Es el sino de haber aterrizado en esta vida. Podemos responderle con energía, o bien con pocos arrestos, pero no podemos escapar del campo abierto donde hemos de optar por ciertas actuaciones. Sorprendidos o acomodados al fenómeno, siempre nos encontramos ante la necesidad inexcusable de elegir. El primer topetazo nos viene dado por la INSEGURIDAD; sin disponer de certezas palpable, decidiremos a favor de algún quehacer concreto. La costumbre amortigua el aturdimiento inicial, después de quedarse atónito, uno suele actuar bajo esas condiciones provocadoras de la duda y las rectificaciones frecuentes.


El hecho de tomar una decisión se convierte en una necesidad imperiosa en muchos momentos del día. Encontramos una limitación importante, viene definida por la presencia de otras personas, cuyas decisiones enlazan o chocan con las nuestras. El simple diálogo no elimina las diferencias, incorpora al debate los factores discordantes. Contribuye a la indecisión para calibrar si prevalece el conjunto o el individuo en la elección. Las soluciones predeterminadas no suponen una salida eficiente, el pluralismo mantiene activados sus agentes. La reivindicación de lo más conveniente se centra en evitar la consumación, en aras de mantener el PROCESO adaptativo para ajustarse a las condiciones del momento.


Eso del hombre como protagonista privilegiado, exige reconsideraciones; sus venturas y desventuras compiten en duelo reñido de finales trágicos. Se detectan sensaciones nostálgicas no bien definidas, al fin el pasado conocido se acaba en las distancias cortas; superarlo en plan retrospectivo es mera fantasía. El futuro es azaroso y poco aprehensible. En tan incierto panorama subsiste el inquieto aleteo del PÁLPITO de cada ser humano, por escasa que sea su representación en el conjunto, incluidos los predecesores y los potenciales futuros. Su vigor contribuye al proceso general, multiplicándose los trayectos imposibles de medir, mientras los acuerdos son convencionales.

Formamos parte de verdaderos volcanes existenciales. Como tales, su raigambre proviene de abismos situados fuera del alcance de nuestro intelecto. Los efectos originados por sus actividades son innumerables, casi imposibles de calibrar e incluso de sospecharlos. Evoquemos su potencial con sus múltiples facetas, al tiempo de redoblar los esfuerzos para la obtención de mejores resultados gratificantes, con la adaptación inexcusable a las características activadas en cada caso. Digámoslo así:

 INCESANTE

Ante los falsos expertos,

Aparezco reticente.

Contemplo muy asombrado

Esa azarosa contienda.


Los buenos aprendizajes,

Sin compromisos tenaces,

Derrapan en la espesura.

Escapan apresurados

Hacia territorio ignoto.


Porque el destino comienza

Por la presencia emergente

De los bien dispuestos seres

Activos en su aventura.


Con cansera e ilusiones

Corrijo puntos endebles,

En busca del compañero,

Cerca de cualquier lindero.


Elaboramos cobijos

En la intimidad selecta

Para encauzar el desmán.


Contra lo que pudiera intuirse, abundan quienes optan por la posición de cenizos, cerrados a cualquier ademán de colaboración creativa. No es eso lo peor, provocan una tenaz atracción hacia su esfera de pensamiento, convencidos de su comprensión. Precisamente, con su actitud realzan las posiciones de sentido opuesto, las que podríamos denominar como CHISPEANTES, incapaces de permanecer pasivos, actuando con el calor cualitativo de su entidad personal, unidos a la situación general del resto de congéneres. Ante la estolidez ensimismada de los negacionistas, contagian la disonancia de los descubrimientos sucesivos, como rebrotes vitales en plena crepitación.


La irrupción de la ligereza nos acogota el aliento, pasamos a transitar por un DESIERTO en el cual no surgen creaciones atrayentes; aumenta la sensación de desamparo cuando además recurrimos a los anonimatos, como una supresión de las personas desde los primeros balbuceos vociferantes. El habla altisonante no confiere mayor consistencia a los contenidos, ni su movimiento ajetreado tampoco. A los enigmas constituyentes, en las actuaciones superficiales añadimos una serie de fenómenos inconsistentes. Con esa actitud se contribuye a la confusión en las andanzas mundanas por falta de implicación; en cuanto a las esperanzas de mayor calado, ni se mencionan.


El manejo humano de las circunstancias tiende a monopolizar los criterios según los grupos afectados; acaban siendo apropiaciones indebidas, porque nadie es poseedor de la magia suficiente. Por fortuna, podemos acudir al horizonte ARTÍSTICO, gran panorama abierto hacia las percepciones no contaminadas. Nadie puede apoderarse de esa realidad del arte, ni siquiera pueden definirlo. Sus vibraciones son uno de los mejores recursos para seguir navegando con ilusión desde la perplejidad. Conviene aprovecharlo bien, tampoco abundan tales recursos.

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