Interesante concepto este por el que pasamos a diario sin darnos cuenta, o mucho peor despreciando sus repercusiones sobre la existencia particular y social. Accedemos a una playa, entramos en la oficina, llegamos al domicilio particular, deambulamos por plazas o avenidas; como meras piezas mecánicas o como entes pensantes sabedores del posible sentido de dichas acciones. Es decir, actuamos en estos casos como sujetos descerebrados o ponemos en funcionamiento las neuronas. En el panorama actual detectamos la importancia de esa DISPOSICIÓN del ánimo personal. En ella va implícita la consideración de actos ligados a la persona humana o la demasiado frecuente de verdaderas animalidades.
En ocasiones varia esa disposición en relación con la edad de los participantes, más o menos qualios. Los ejemplos son notorios. A cualquiera nos vendrá a la memoria el como hemos sido tratados por determinados profesionales, si activaron o no algo más de sus recursos mecánicos. El reflejo en las instituciones viene a plasmar la suma de cuantos intervienen en su funcionamiento. En las relaciones interpersonales influyen también estas actitudes. Por lo tanto, estamos ante conceptos implicados en las actuaciones COTIDIANAS, con enorme repercusión en la convivencia. Si no paramos mientes en su importancia, sólo expresará el nivel de estulticia con el que nos comportamos.
Querámoslo o simplemente no estemos interesados en ello, por el solo hecho de estar presentes detentamos un grado determinado de participación en cuanto acontece en los interiores personales primero, en los entornos después. Vamos progresando del simple ver, al observar, sentir, comprender, decidir o actuar. La escapatoria no es posible. El posicionamiento propio en esta gradación se producirá siempre de alguna manera. Contamos con un POLIMORFISMO fascinante ligado a las complejas características de cada ser humano; no digamos del conjunto de todos ellos. La ubicación individual en esa cadena es un indicador fehaciente de la categoría cualitativa del personal.
En un primer eslabón se aprecia bastante perfilado el talante de cada protagonista. Abundan quienes se limitan a ver las acciones de su entorno como una especie de espectadores situados al margen; eso sí, tratando de evitar su implicación en esas relaciones, pero sacando el máximo provecho particular. Los observadores atentos intentan la mejor comprensión de la realidad, en una clara manera de involucrarse en ella. En la sociedad actual permanece en entredicho ese APEGO por las cosas de todos y por lo tanto también particulares de uno mismo. Esa despreocupación se refleja en la calidad de las relaciones ciudadanas, con escasos ejemplos gratificantes que apenas valoramos. Las maneras de relacionarnos disponen de matices insólitos; dependiendo de las características del protagonista y de las circunstancias ambientales. Haber visto mucho mundo, de por sí, quiere decir poca cosa; pudo contribuir al incremento de su capacidad comprensiva o bien a la disgregación de su propia conciencia.
La referencia a la CANTIDAD no pasa de ser un detalle accesorio, como en tantas ocasiones, su valoración estará en consonancia con la asimilación personal. El mucho leer o la escasa tendencia viajera contribuyen a la manera de enfrentarse el ciudadano a la vida, quedando de manifiesto la modesta influencia cuantitativa. La calidad engloba una mayor abundancia de matices.
Tampoco solemos prestar demasiada atención al carácter inestable de la disposición para conocer los aconteceres dentro de lo posible. Se muestran gentes de variados perfiles e incluso dentro de la vida de un mismo sujeto el grado de acercamiento a la realidad no es constante. Sin embargo, la PERSISTENCIA del interés aproximativo orientado a una mejor comprensión contribuye a la implicación del protagonista en el ensamblaje general de la sociedad. Las interrupciones de esa dedicación motivan una disgregación de consecuencias imprevisibles. Una ciudadanía coherente en las actitudes involucradas con las circunstancias del momento, contribuye a la convivencia gratificante.
Los ajetreos de los asuntos cotidianos suelen conducirnos a una rutina poco propicia a las consideraciones de mayor calado. Por ese motivo, aún con intenciones de una participación razonada, no tienen lugar las valoraciones pertinentes. Observamos en estos casos la emergencia de las respuestas oportunas ante una determinada PROVOCACIÓN. Esta puede ser de diverso rango. Una de las más recientes está ligada a la pandemia con sus numerosas tragedias originadas. Aunque pueden estar derivadas de un accidente, problemas laborales o situaciones familiares. Los aspectos rutinarios ensombrecen en no pocas ocasiones las medidas preventivas ante posibles complicaciones.
Olvidamos con excesiva facilidad que las personas, siendo un ente complejo, no estamos formados por la acumulación de parcelas bien delimitadas; domina ese enlace mágico e inestable entre partículas y funciones. Por eso resulta paradójico encontrarnos con los sujetos cuya atención se limita a determinados asuntos, suelen permanecer indiferentes hacia otras cuestiones. Protagonizan una adicción TEMÁTICA de carácter exclusivo, ignoran aquello característico de otros asuntos. Ese desconocimiento de extensos sectores de la realidad repercute con la creación de ciertos contrasentidos; de especial relevancia cuando se trata de las relaciones personales.
Cuando una enfoca la realidad de sus ambientes hemos de contar con la serie de factores previos; no parece verosímil la propuesta de una actuación en el presente sin el enlace adecuado con los precedentes de todo tipo, genéticos, técnicos o sociales. Sin embargo, observamos múltiples ejemplos con la suficiente necedad para creerse capaces de emerger sin contar con esos elementos. Ese fanatismo TRANSGRESOR es muy actual en los trepadores de la política, en los sexismos inconsecuentes, en la floración de expertos con visiones superficiales. Es un perfil anunciador de un posterior aterrizaje forzoso. Eso de saltarse las bases radicales de la existencia viene a representar un salto en el vacío.
De estos comentarios y de un sin número de vivencias reiteradas, deducimos la enorme propensión de los humanos a la práctica de una EVAPORACIÓN de nuestra entidad personal; permaneciendo un tanto invisibles pese a la presencia física. Esa curiosa capacidad de estar, pero sin estar realmente como elementos participativos. Las responsabilidades tienden a difuminarse en medio de este panorama, como estamos habituados a lamentar.
Aún no hemos logrado revertir la escapatoria VIRTUAL de los anónimos descontrolados, propiciadores de los agentes ocultos al servicio de diversos empoderados. Las bondades virtuales asoman como un reto importante de cara al futuro para mejorar las aportaciones a la convivencia.
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