Los padres son responsables del incivismo de sus hijos.
La canalización del río Segre en su paso por Lleida se ha convertido en zona de celebraciones de botellones multitudinarios que fastidian al vecindario por el escandaloso ruido que producen durante la noche. El alcalde de Lleida Miquel Pueyo ha dicho: “No son admisibles los botellones que convierten este espacio en un vertedero y supone un riesgo para la salud en la situación actual, además de las numerosas molestias al vecindario. Únicamente con actuaciones policiales no puede combatirse este tipo de comportamiento, hace falta que todo el mundo ponga de su parte y tenga un comportamiento más cívico”.
Pere Ferran, director de los Mossos, a raíz del botellón que se celebró en el campus de la Universidad Autónoma de Barcelona el pasado 17 de septiembre de 2021, dijo: “Tenemos que hacer mucha pedagogía”.
Es una coincidencia que la sección PRIVAT del diario Segre de Lleida del 18 de septiembre del 2021 publique un comentario titulado: “Pedagogía urbana con muy poco éxito”, diga: “Ayer vimos como dos chicas jóvenes iban subidas al mismo patinete, circulaban por una acera estrecha por una calle cercana a la rambla Ferran y además sin casco. Tuvieron la mala suerte de pasar por delante de un urbano con el que por poco chocan, lo bueno fue que el agente era partidario de la pedagogía. Las paró, y les explicó las infracciones que cometían y que era peligroso que fueran dos en el patinete y sin casco y las dejó irse. El agente continuó la ronda y las chicas no tardaron ni cinco minutos en volver a pasar de la misma manera”. El civismo que pregona el alcalde y la pedagogía que practicó el agente no funcionaron.
De entre los muchos proverbios cito dos: “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza, mas no se apresure tu alma para destruirlo” (Proverbios 19: 18). “La vara y la corrección dan sabiduría, mas el muchacho consentido avergonzará a su madre” (Proverbios 29: 15).
La pedagogía y el civismo deben comenzarse a aplicar en el hogar. Es responsabilidad de los padres disciplinar a los hijos des de su nacimiento. La pedagogía si no va acompañada de disciplina adecuada a la edad, no funciona. Tener hijos es una cosa, educarlos es otra. Requiere vocación y constancia. Tener objetivos cuanto más altos mejor, y perseverancia sin desfallecer. Hay muchos padres, desgraciadamente que han abandonado sus responsabilidades educadoras y no se preocupan de poner límites a los desmanes que empiezan a manifestarse en los niños tan pronto como ven la luz del sol.
Por desidia paterna los “angelitos” se convierten en pequeños dictadores que amargan a los padres. El comportamiento indeseado se traslada a la escuela haciendo insoportable la vida de sus compañeros. Tan pronto empiezan a emanciparse ensanchan los límites de su mal comportamiento. Lo que comenzó siendo un problema doméstico se convierte en un problema de orden público.
Llegado a este punto las autoridades no pueden permanecer pasivas, tienen que actuar como tales. “Sométase toda persona a las autoridades supriores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han estado establecidas. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno y tendrás alabanza de ella, porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo teme, porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para el que hace lo malo…” (Romanos 13: 1-5). Esta es la causa del incivismo creciente que padecemos: Si no hay Dios que delega en los padres y en las autoridades civiles su autoridad, el resultado es la anarquia.
Los alcaldes como responsables de las policías municipales, en colaboración con las policías nacionales tienen la obligación de perseguir los delitos que se cometen en sus respectivos municipios para llevarlos a los jueces que tienen que castigarlos proporcionalmente al delito cometido.
Son merecedores de alabanza los universitarios de la Universidad Autónoma de Barcelona que organizaron brigadas de limpieza para reparar la zona cuanto antes mejor. No es responsabilidad de los inocentes limpiar los platos que otros han ensuciado. Quienes los han ensuciado tienen que limpiarlos. ¿No sería de justicia que los jueces condenasen a los asistentes a los botellones a limpiar los espacios públicos ensuciados con su incivismo? ¿No sería justo que los incívicos, y en su caso los padres, se hiciesen cargo de los gastos de reparación o sustitución del mobiliario público dañado?
Si las autoridades abandonan sus responsabilidades porque lo consideran políticamente no conveniente la mano dura contra el incivismo, no debe extrañarnos que el desenfreno se extienda como una mancha de aceite. Que no hagan teatro con su desidia.
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