La economía de los Valles Pirenaicos se ha basado en las últimas décadas en la conocida “dieta alpina”, cuyos ingredientes principales eran el turismo alpino, la explotación agropecuaria y forestal y la industria agroalimentaria. Dicha fórmula creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva pero con fecha de caducidad impresa (2020), debido a la irrupción de la borrasca pandémica del post coronavirus que pondrá a prueba la solidez de los cimientos de la economía pirenaica tras una etapa económica dulce impulsada por favorables vientos de cola.
Así, estaría emergiendo la energía verde como alternativa para fomentar la economía circular, minimizar la huella de carbono y optimizar la cadena de valor, con la consiguiente creación de puestos de trabajo fijos que posibilitarán el crecimiento demográfico de los valles pirenaicos.
La escalada de los precios del gas y la electricidad habría sorprendido a Europa con las reservas de gas en mínimos históricos (70% ) y habría escenificado el fracaso rotundo de las políticas energéticas de una Unión Europea incapaz de lograr la utópica autosuficiencia energética y que en el caso español se verá agravada por el recorte de suministros del gas argelino. Así, Argelia exportaba su gas a España a través del gasoducto Magreb-Europa que pasa por Marruecos pero que ya no está operativo tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos, quedando solamente en activo el gasoducto Medgaz que une España y Argelia a través del Mediterráneo, lo que se traducirá en una sensible reducción del gas argelino importado quedando como esperanza el gasoducto Europeo que transporta el gas noruego a la Península a través de los ramales Larrau-Calahorra y Urrugne-Irún.
En este contexto, emerge la energía verde como alternativa energética lo que implicará la conversión de la actual industria forestal hacia explotaciones que cultiven especies de mayor valor añadido o que produzcan de forma sostenible la biomasa necesaria para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y de lo que sería paradigma la planta de biomasa de astillas de madera de Aoiz (Navarra) que estará operativa en el 2022.
Asimismo, dada la actual coyuntura de emergencia energética y que la producción de astillas de madera es más barata que la de pellets, no sería descartable la instalación de nuevas plantas de biomasa de astillas en el Pirineo que utilizarán la madera de aprovechamientos forestales en población próximas para fomentar la economía circular, minimizar la huella de carbono y optimizar la cadena de valor, con la consiguiente creación de puestos de trabajo fijos que posibilitarán el crecimiento demográfico de los valles pirenaicos.
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